Aprender las habilidades domésticas en el colegio
Hace unos días leía en la prensa que un centro de educación de Vigo está enseñado a sus alumnos a realizar las tareas propias del hogar. Es decir, a coser, a cocinar, a poner la lavadora o a planchar. A estas actividades las denominan Home skills o, para los que prefieran su acepción en castellano, “Habilidades del hogar”.
A muchos seguramente les parezca que enseñarles a estos chicos y chicas en el colegio lo que pueden aprender de sus madres o padres en casa puede ser un contrasentido, pero, a decir verdad, esta opción de prácticas de actividades del hogar en la escuela no está nada mal. Y lo dice quien ya hace más de 25 años creó un programa para menores tutelados en el que no sólo trata de que los chicos y chicas aprendan toda esta serie de cosas, sino a que también aprendan economía doméstica, es decir, que sepan hacer la compra, prevenir gastos tan usuales como pagar la comunidad de la vivienda, sacar el carné o reservar dinero para alguna adquisición importante, como puede ser la de comprarse un coche, por ejemplo.
Los alumnos suecos llevan varias generaciones aprendiendo economía doméstica, una asignatura que debería estar incorporada en todos los sistemas educativos del mundo, ya que, si los profesores, desde hace algún tiempo, abogan por sintonizar sus asignaturas con la práctica, ¿qué hay más práctico que saber gastar adecuadamente lo que uno gana? O como dirían nuestros mayores: “Es tan importante saber ganar el sueldo como saber gastarlo”. A lo que muchas veces le añaden la coletilla “o más importante aún”.
Siempre decimos que deseamos lo mejor para nuestros hijos, y ¿qué hay mejor que aprendan lo más esencial de la vida cotidiana: cocinar, comprar, poner un lavavajillas, arreglar un enchuche o restaurar algún mueble?
¿Y por qué debe ser el centro educativo donde se enseñe todo esto? Pues, porque en él se dan dos incentivos importantes para los alumnos. Por un lado, los chicos y chicas sienten que estas tareas son algo que deben aprender todos porque en un plano de igualdad, algo que ya les confiere propio colegio, mientras que en sus casas, son las madres o los padres los que adoptan estas tareas como propias y que son ellos los que realizan para conjunto de la familia. Y, por otro, porque al interaccionar con sus iguales esto les motiva más que cuando estas tareas son delegadas por los padres, y mientras unos las ven como castigos otros piensan en obtener algún tipo de compensación por su ejecución.
Una hora a la semana o algo más si cabe, no es ninguna perdida de tiempo para nadie. Para los profesores porque ellos les están diciendo todos los días a su alumnado que los están preparando para el futuro, y, para estos porque esto incide plenamente en el hecho de que sus procesos de autonomía conllevan algo más que saber las asignaturas que les pueden preparar para una determinada profesión. Además, una vez que todos ellos se impliquen en estas habilidades de la vida diaria, no sólo van a valorar más lo que están haciendo sus padres por ellos, sino que se implicarán más en echar una mano en todo lo que se les deje hacer.
Un último apunte. El programa del que les hablaba anteriormente, denominado Mentor, no solo lo vienen realizando los jóvenes gallegos bajo la custodia de la Xunta en viviendas tuteladas y pisos asistidos, sino también los del resto de España con un gran éxito, de lo que se infiere que enseñar a nuestros hijos que los ejes de su autonomía no son sólo se encuentran en los aprendizajes para prepararse profesionalmente, sino también en resolver lo más cotidiano, sin tener que requerir ninguna ayuda externa.
José Manuel Suárez Sandomingo