Lecciones clave del Informe Cass para la Coeducación
La docencia es una actividad muy similar a la del cultivo de la tierra: sabemos que las semillas que plantamos en nuestro alumnado brotarán en su momento; necesitarán alimento y cuidado, paciencia y atención respetuosa a sus etapas evolutivas. Vivimos tiempos, sin embargo, en que los principios más básicos de la pedagogía ya expuestos por la maestra María Montessori, por citar a una gran defensora de los huertos escolares, parecen haberse olvidado. Nos vemos obligadas a recordar lo obvio, que el desarrollo infantil y adolescente es un proceso, que no hay esencias inmutables, que una niña o un niño crecen, para bien y para mal, de acuerdo con las condiciones en que se les educa y que sus cuerpos y sus mentes han de ser merecedoras de nuestro más profundo respeto. Vivimos tiempos distópicos en que parece necesario recordar que el principio médico “no dañar” debiera ser aplicado también a la profesión docente.
El pasado mes de abril se hizo público el Informe Final que la Doctora Cass ha emitido recogiendo los resultados de su investigación sobre los servicios de identidad de género para niñas, niños y adolescentes encargada por el gobierno británico. Este informe, siendo un documento de investigación médico-pediátrica, ofrece datos de una importancia crucial para la práctica educativa en tanto que sus resultados apuntan a causas psicosociales y descartan las causas biofísicas para explicar el apabullante aumento de casos de disforia de género especialmente entre adolescentes y de manera muy destacada entre las chicas en las últimas décadas.
La Doctora Cass, prestigiosa pediatra con una dilatada carrera profesional y gran reconocimiento internacional, ha estudiado más de cien mil casos de adolescentes con disforia de género (de 2017 a 2022) y ha revisado profusamente la literatura médica reciente relativa a este creciente fenómeno. Su visión como pediatra es lógicamente holística puesto que atiende a todos los factores que inciden en el desarrollo evolutivo de la infancia y la adolescencia, factores que necesariamente exceden el ámbito médico y abarcan un amplio espectro de condicionantes ambientales, psicosociales y generacionales.
El informe señala un aumento de un 4.400% de niñas y adolescentes que han solicitado consulta en el Gender Identity Development Service de la Clinica Tavistok-Portman del sistema público de salud de Reino Unido. El Dr. David Bell, responsable de dicha clínica, ha reconocido en The Guardian un gravísimo escándalo de salud pública. Cifras similares se han registrado en España y pueden consultarse en el Informe de Confluencia Feminista de 2023 y en el análisis que hizo DoFemCo sobre el Informe de Feministes de Catalunya acerca del Servei Trànsit de esta comunidad autónoma. Este vertiginoso incremento de disforia de género en adolescentes ha tenido lugar, indica la Doctora Cass, en el contexto de un deterioro generalizado y preocupante de la salud mental en este grupo de población, deterioro que los estudios revisados ponen en correlación con un acceso a internet y a las redes sociales masivo –y en especial un acceso temprano a la pornografía, cada vez más extremadamente violenta– sin precedentes históricos.
Los datos que el Informe Cass recopila son consistentes con lo ya descrito en La Coeducación Secuestrada, publicado en el año 2021: el mayor uso de internet correlaciona con mayor incidencia de depresión en adolescentes (de manera más acusada en las chicas) y con aumento de trastornos alimentarios y relacionados con la autoimagen (también más frecuentes en chicas); las autolesiones han aumentado un 70% en chicas de entre 13 y 16 años (incremento sin correspondencia en los chicos de ningún rango de edad). En esta alarmante situación, la disforia de género habría de considerarse como un escape, sobre todo para las chicas, ante una socialización atemorizante.
Expertas personalidades del mundo de la psiquiatría están dando la voz de alarma. Lo ha hecho la Dra. Kaltiala advirtiendo del peligro de los tratamientos de reasignación de género para menores y en su respuesta al Informe Cass. Así mismo, la European Society of Child and Adolescent Psychiatry (ESCAP) ha expresado su apoyo inequívoco al Informe Cass. Decenas de organizaciones médicas se han pronunciado en el mismo sentido tal y como se recoge en este artículo de la Dra. Silvia Carrasco en el que denuncia el desprecio que se ha hecho de la evidencia científica y sus consecuentes daños.
Si desde las instituciones médicas el modelo de atención a los casos de disforia de género ha de tener en cuenta estos factores de socialización que afectan a la salud mental de las y los menores –tal es la reclamación de la Doctora Cass en su informe–, la prevención y la precaución debieran ser los principios del abordaje educativo de este fenómeno. Y no lo han sido. En algunos países ya se está dando marcha atrás en los protocolos hasta ahora empleados (en los que se instaba a asumir y “acompañar” la identidad sentida del/a menor) y estableciendo nuevos protocolos escolares que impongan la cautela y frenen una tendencia dañina para la infancia y la adolescencia. Así ha ocurrido, precisamente a raíz del Informe Cass, en el Reino Unido donde se ha publicado un borrador del nuevo protocolo escolar en el que se desecha el modelo afirmativo de los centros educativos. Desgraciadamente, no es el caso de España.
La Doctora Cass hace una llamada a retornar a la buena praxis médica. El modelo clínico que se ha estado aplicando de manera sistemática, prescribir tratamientos hormonales a menores con el único criterio de su autodiagnóstico, es una grave negligencia médica. La presión de los discursos transgeneristas que han penetrado en el ámbito de la medicina y la psiquiatría ha creado una percepción de incuestionabilidad de las “identidades de género” que ha llevado a una actitud acrítica de la mayoría de profesionales ya sea con su mejor intención, por ignorancia o por temor a la acusación de transfobia.
En el ámbito educativo, la infiltración del imaginario trans ha tenido lugar de la misma forma. Desde DoFemCo llevamos años alertando de este fenómeno y de los peligros de creer en una supuesta “infancia trans”, validar “identidades” y promover la transición social de adolescentes en los momentos más críticos de su desarrollo. Los protocolos escolares afirmativos consisten en validar el rechazo al propio cuerpo y otros profundos malestares adolescentes categorizándolos como “identidades”. Aceptar la idea de los cuerpos equivocados es una negligencia pedagógica – y moral – inaceptable en cuanto que se apoya en estereotipos sexistas y porque lleva aparejados tratamientos hormonales y quirúrgicos que son graves atentados a la integridad física de menores que solo por su edad y falta de madurez se encuentran en situación de indefensión. Por todo ello y a la luz de este nuevo informe que constata la terrible realidad que ya conocíamos, reiteramos una vez más nuestro llamamiento urgente a la buena práxis coeducativa. Ante todo, no dañar.
A las docentes que educamos para la igualdad no nos gustan las metáforas belicistas porque evocan un imaginario violento que precisamente trabajamos para erradicar. Reformulando entonces el famoso verso, podríamos decir que la coeducación es un árbol cargado de futuro. Los frutos de ese árbol, niñas, niños y adolescentes de nuestra sociedad actual, crecerán con salud en un árbol sostenido por fuertes raíces: nuestras maestras coeducadoras, nuestra genealogía femenina y feminista. De la luz y el agua que han de nutrir el árbol, la labor incansable de miles de maestras y profesoras cada día, no tenemos ninguna duda. Lo que está fallando al árbol de la coeducación es el suelo, la tierra, las instituciones educativas que han de asegurar que la labor docente sea la garantía de un desarrollo infantil y juvenil libre y saludable. Las instituciones están fallando a las niñas y adolescentes.
El suelo fértil que una verdadera coeducación necesita son unas políticas educativas que reconozcan y fomenten las buenas prácticas: que no miren para otro lado, que ayuden a responder a los malestares infantiles y adolescentes como síntomas y no como esencias inmutables, que pongan la salud y el progreso de alumnas y alumnos por encima del miedo y las presiones. Sólo así podrá el árbol crecer fuerte y sano y dar prósperos frutos: sin talas innecesarias, sin guías rígidas que estropeen sus ramas, sin tóxicos que envenenen su savia. Sólo así podrá el árbol llegar a ser bosque.
Julia Rípodas es miembro de Docentes Feministas por la Coeducación (Dofemco)
Fuente: Magisnet