La importancia del efecto sorpresa y del juego en la educación
Conocer el funcionamiento del cerebro humano permite a los educadores acompañar de forma más efectiva al alumnado. La neuroeducación, que nace de la unión de la neurociencia (estructura y funcionamiento del cerebro), la pedagogía (aprendizaje) y la psicología (conductas y procesos mentales), permite usar al docente elementos cotidianos como el juego o la capacidad que tiene el cerebro para sorprenderse como herramientas para optimizar los procesos de enseñanza y aprendizaje.
El Doctor David A. Sousa, experto en Neurociencia en la Educación, afirma que “El mejor cambio en educación sucederá cuando los colegios y universidades que preparan a los futuros maestros incluyan la neurociencia educativa en sus cursos”.
Un niño comienza a aprender desde el mismo momento del nacimiento (quizás antes). El cerebro humano es plástico, eso significa que puede adaptar su actividad y cambiar su estructura a lo largo de la vida, aunque es más eficiente en los primeros años de desarrollo (periodos sensibles para el aprendizaje). La experiencia modifica nuestro cerebro continuamente fortaleciendo o debilitando las sinapsis que conectan las neuronas. Así se genera el aprendizaje, que es favorecido por el proceso de regeneración neuronal llamado neurogénesis.
Como maestros y profesores debemos ser conscientes de que nuestra enseñanza cambia la física y la química del cerebro del que aprende. Estamos transformando el cerebro del niño, por lo que asumimos una enorme responsabilidad. La educación infantil es una etapa muy importante en el desarrollo del cerebro infantil y, como educadores, debemos aprovecharla al máximo.
Pedagogos y psicólogos reiteran que el juego es una actividad mental y física esencial que favorece el desarrollo del niño de forma integral y armoniosa; sobre todo durante los primeros años de vida.
Mediante los juegos, los niños consiguen entrar en contacto con el mundo y tener una serie de experiencias placenteras y agradables. Jugar es investigar, crear, conocer, divertirse, descubrir, expresar inquietudes, plasmar ilusiones, reproducir fantasías…
Los mecanismos cerebrales innatos del niño le permiten, a los pocos meses de edad, aprender jugando. Mediante el juego se libera dopamina, ya que se genera una experiencia amena y que mantiene la motivación. Este neurotransmisor hace que la incertidumbre que les genera la actividad que se les propone constituya una auténtica recompensa cerebral y que facilita la transmisión de información entre el hipocampo y la corteza prefrontal, promoviendo la memoria de trabajo.
Jugando, activamos el sistema de la dopamina-recompensa y éste es alimentado por el reconocimiento del cerebro de hacer una predicción y la elección o respuesta de comportamiento exitoso. Cuando el cerebro recibe retroalimentación se refuerzan las redes neuronales que se han utilizado y se utilizan para tener éxito. A través de este sistema de retroalimentación, el circuito neuronal se hace más fuerte y durable. Eso se da, por ejemplo, cuando estamos jugando y encontramos retos adecuados que incorporan el componente de la novedad, cosa que le encanta a nuestro cerebro. Al cerebro le gusta sorprenderse. Introducir elementos lúdicos y el “efecto sorpresa” en la escuela facilita el aprendizaje ya que motiva y estimula la curiosidad de nuestros alumnos.
Otras herramientas que ayudan a conseguir lo comentado anteriormente son las nuevas tecnologías y la gamificación. Constituyen un medio para optimizar el aprendizaje. Se ha demostrado que la utilización de programas informáticos específicos mejora, entre otros aspectos, la memoria de trabajo y la atención ejecutiva. También aporta un extra de motivación y de novedad. La gamificación también es un recurso ampliamente usado en las aulas. Aplicar la gamificación en el ámbito de la educación consiste en utilizar una actividad lúdica para aprender o llevar al aula la organización y las reglas de un juego, con el objetivo de implicar a los alumnos y ofrecerles una forma diferente de aprendizaje. Para ello, se recompensa la realización de ciertas tareas establecidas con puntos, niveles o rankings, fomentando el esfuerzo, la autoafirmación y la colaboración.
Este curso en el Colegio Santa Teresa de Jesús de Terrassa se ha introducido una nueva actividad en todos los cursos de Educación Infantil llamada “La Propuesta”. Esta actividad consiste en «provocar» al alumno/a para que experimente con distintos materiales, diferentes espacios, diferentes objetos, etc. y reflexionar sobre esta vivencia. Es una invitación para que el niño juegue y utilice materiales según su curiosidad, su deseo, su motivación o sus ganas de descubrir.
La provocación, por lo tanto, es una propuesta de actividad abierta que invita al niño y a la niña a explorar, descubrir y actuar sobre los objetos de ese ambiente creado por el docente. El rol del maestro es de observador; no incidirá en su juego a no ser que el niño/a lo pida o el docente observe que puede haber algún peligro para el/la alumno/a.
Todas las sesiones se inician con el «efecto sorpresa». Es decir, el alumnado no podrá ver ni acceder al espacio en cuestión hasta que el maestro/a lo indique.
Al finalizar la actividad, todo el grupo se reunirá para mantener una conversación sobre la experiencia vivida. También se sacarán unas conclusiones sobre lo que han experimentado y hablarán sobre lo que han aprendido.
Como bien apunta el doctor e investigador en neurociencia Francisco Mora, “La neurociencia cognitiva ya nos indica, a través del estudio de la actividad de las diferentes áreas del cerebro y sus funciones, que solo puede ser verdaderamente aprendido aquello que te dice algo. Aquello que llama la atención y genera emoción. Aquello que es diferente y sobresale de la monotonía.”
Fuente: Magisnet