¿Y después de las elecciones qué podemos esperar de la educación del PP?
Comúnmente se dice que los pilares del bienestar social son tres: la sanidad, la educación y las pensiones. Sin embargo, yo creo que a estos hay que anteponerles uno más: el trabajo. Pues del trabajo sale todo. La economía personal y social está fundamentada en él. Una comunidad sin trabajo eficiente está condenada al declive y a su desaparición. Así que, para que todo estado de bienestar funcione, lo primero que se precisa es que sus miembros tengan un empleo suficientemente remunerado para conseguir una vida estable y próspera. Eso nos lleva a la consecución del segundo pilar: la sanidad. Toda comunidad próspera ha de serlo gracias a que sus individuos consigan estar sanos el mayor tiempo posible y poder recuperarse de sus enfermedades cuando lo precisen. Una vez cumplidos estos dos objetivos, queda un tercero que no es otro que el de la educación, pues toda sociedad sana trata de mantenerse y perpetuarse con nuevos miembros. Para ellos será necesario la educación, que en el fondo no es otra cosa que la transmisión de la cultura de una generación a la venidera. Y, por último, queda un cuarto pilar: las pensiones, con las que se premia a los miembros adultos por su esfuerzo por haber mantenido y hecho progresar la comunidad.
Pues bien, después de este despliegue teórico, hay que decir que Galicia ha tenido durante las últimas décadas un gran progreso educativo, poniéndose a la par, cuando no a la cabeza, del resto de las comunidades e incluso de otros países considerados inicialmente más adelantados. Este logro se ha conseguido gracias al esfuerzo de todas las administraciones, pero también, no cabe ninguna duda, de los profesionales y de los padres que han creído que la mejor herencia que se les puede dejar a los hijos es una buena educación que les permita conseguir las metas personales y sociales que se propongan.
Pero ahora tenemos que hablar de una gran disyuntiva social que, como sociedad, tenemos en Galicia. Esta no es otra que la de que, a pesar de tener las generaciones mejor formadas de jóvenes, no tenemos empleos que ofrecerles, dejando que tengan que emigrar para buscarse su futuro en otras tierras más acordes a sus formaciones. Es decir, hemos empleado nuestro dinero en una educación que, en lugar de mejorar la sociedad en la que viven, hace que tengan que irse a perfeccionar los recursos de otras comunidades.
Muchas veces habrán oído que en otros lugares retienen a nuestros jóvenes porque los ven extremadamente capacitados para desarrollar los puestos que ellos tenían vacantes por no encontrar en su entorno unos profesionales tan idóneos. Y que tampoco les podemos dar empleo a nuestros jóvenes médicos, ingenieros o titulados de cualquier área porque no les pagamos lo suficiente para que se queden y hagan una vida en la que tengan compensadas todas sus necesidades. Esto repercute de dos maneras evidentes. Una es que no afianzamos nuestra comunidad, lo que hace que año tras año pierda miembros solventes y, otra, que esos miembros solventes hagan crecer la población de otros lugares con sus propios hijos.
Así es cómo todo el sistema de bienestar social se desmorona por su base: sin empleo de calidad y bien pagado, no hay futuro. El PP ha ganado de nuevo, y en su programa dice que desea que “la igualdad de todos los gallegos y gallegas” gracias a “una educación que les permita acceder a un trabajo estable y con futuro, en el ámbito laboral que libremente elijan”. Quizás haya que leer entrelíneas lo que esto quiere decir, pues, no se nombra dónde ha de escoger su trabajo, pues, durante años, la política laboral de la llevada a cabo por la derecha desde la Xunta no ha sido ni la de retener empresas punteras ni la de atraer a otras que hagan progresar a su población con sueldos dignos: el primer pilar de todo estado de bienestar social.
José Manuel Suárez Sandomingo