“No queremos personas rotas por dentro sacando sobresalientes”
El paso del colegio al instituto es uno de los primeros grandes cambios vitales en una etapa llena de dudas e incertidumbre. Las mismas que asaltaban a Lucía Doval (Nigrán) cuando llegaba a la adolescencia.
Se encontró así con un torbellino emocional del que no nos han contado casi nada, y mientras las clases la preparaban para enfrentarse a selectividad, no encontraba ninguna lección sobre la prueba vital que es crecer. Así surge “Lo que no te enseñan en el instituto”, un libro en el que recoge los cambios en el cuerpo, en la mente y en las emociones y los pone en perspectiva para que sepamos cómo afrontarlos.
Este libro nace para tu sobrina Raquel, ¿cómo fue el proceso?
A mí me encantan los libros de no ficción, los libros en los que las personas cuentan directa y abiertamente sus aprendizajes. Creo que hay muchas formas de aprender, unas más incómodas o dolorosas que otras, y los libros son una buena manera de hacerlo. Yo aprendí muchas cosas sobre la vida gracias a ellos y muchas veces me encontré pensando: “Ojalá me hubiesen enseñado esto antes, ojalá pudiese decirle esto a mi yo adolescente”.
Cuando mi sobrina estaba a punto de entrar en el instituto, quise regalarle un libro como esos con los que yo había aprendido tanto, pero me di cuenta de que la mayoría de los libros de no ficción están dirigidos a adultos, no a adolescentes, así que me propuse escribirle uno. Un libro cercano y directo, que tratase temas importantes con palabras sencillas.
El cambio es el eje central de este libro, ¿en qué afecta ese salto del colegio al instituto?
El cambio forma parte de la esencia del ser humano. Es algo que nos acompaña toda la vida, aunque el salto del colegio al instituto es una etapa en la que se hace especialmente evidente. Tan evidente que a menudo se demoniza esa etapa, se le tiene miedo y se le llama despectivamente “la edad del pavo”. Hay una frase que se le atribuye a Marie Curie que dice: “En la vida no hay cosas que temer, solo hay cosas que comprender”. Le tenemos miedo a lo que no entendemos. Yo tengo 27 años. Mi generación y las que vinieron antes de la mía no recibimos educación emocional. Hace menos de una década ir a terapia estaba estigmatizado.
“Me di cuenta de que la mayoría de los libros de no ficción están dirigidos a adultos, no a adolescentes, así que me propuse escribir uno”
Vivimos los cambios de nuestra adolescencia como buenamente pudimos, aprendimos alguna que otra herramienta y llegamos a la adultez con muchos rasguños y en muchos casos sin llegar a entendernos del todo. Luego echamos la vista atrás y pensamos: “Uf, menos mal que ya ha pasado. Sálvese quien pueda si tengo hijos cuando lleguen a esa etapa”. La realidad es que en la adolescencia ocurren cambios no solo en el cuerpo, también en la mente y en las emociones. Y esos cambios no se pueden ignorar. Pueden entenderse y trabajarse desde el principio con las herramientas adecuadas
¿Qué es eso que no se aprende durante las clases?
En el instituto, cada docente imparte su materia: matemáticas, lengua, biología, historia, tecnología… Todo eso es fundamental, por supuesto, yo soy la primera que disfrutaba aprendiendo esas cosas, y son necesarias para formar profesionales de distintos ámbitos, pero hay algo que eché de menos en mi educación: la tríada mente-cuerpo-emociones. Yo en mi adolescencia era una niña de sobresalientes, pero me comían los complejos, las inseguridades y los pensamientos negativos y a menudo me sentía perdida en el mundo social.
“A menudo se demoniza esa etapa, se le tiene miedo y se le llama despectivamente ‘la edad del pavo’ “
¿De qué me servían los sobresalientes si por dentro estaba rota y no tenía herramientas para reconstruirme? Y en el mundo laboral, ¿de qué me sirve dominar mi ámbito si no sé, por ejemplo, gestionar el estrés, el miedo, las dudas o las críticas? ¿Y si no sé gestionar el éxito y no sé valorar las cosas buenas que consigo? Seré una increíble profesional, pero seré una persona gris.
Sé que en los institutos está la figura del orientador u orientadora, que están las tutorías, que hay docentes que se implican más allá de sus obligaciones y que por suerte cada vez hay más charlas y más programas sobre salud mental, pero creo que sigue sin ser suficiente. Creo que la mente, el cuerpo y las emociones son temas lo suficientemente importantes como para dedicarles horas semanales de atención y trabajo. Espacios donde trabajar nuestras emociones, nuestros pensamientos, nuestros hábitos, nuestra forma de relacionarnos con nuestro cuerpo, con las personas, con el amor, el desamor, el duelo, las redes sociales, la naturaleza, el trabajo y un largo etcétera.
¿Crees que a día de hoy estamos más concienciados en no desatender esa parte más emocional? ¿Puede existir un equilibrio entre exigencia académica y felicidad emocional?
Sin duda, creo que la salud mental y emocional está cada vez más en el punto de mira, y así debe ser. La exigencia académica sin salud emocional no tiene sentido. No queremos personas rotas por dentro sacando sobresalientes. Queremos personas en paz consigo mismas que utilicen su etapa educativa para descubrir quiénes son, qué les motiva y qué pueden hacer con las aptitudes con las que han venido al mundo.
¿Y qué papel tienen o pueden tener los maestros en ese autodescubrimiento? ¿Y las familias?
Como mencioné antes, en mi generación y las anteriores a la mía por lo general no recibimos educación emocional, entonces creo que los adultos de hoy en día tenemos una tarea interesante, que es acompañar a los adolescentes mientras nos acompañamos a nosotros mismos en nuestro propio autoconocimiento.
“Creo que hacen falta profesionales de la salud mental trabajando conjuntamente con adolescentes, profesorado y familias”
Igual que creo que a los adolescentes les vendrían genial unas horas semanales dedicadas a trabajar estos temas, pienso lo mismo para el profesorado y las familias. Creo que hacen falta profesionales de la salud mental trabajando conjuntamente con adolescentes, profesorado y familias, porque a acompañar también se aprende.
Divides el libro en diez temas, pero podemos centrarnos en tres cambios: en el cuerpo, en la mente y en las emociones: ¿cómo afecta a las relaciones y autoestima de los preadolescentes?
Creo que es importante distinguir entre el cambio consciente y el automático. Los cambios que se producen en la mente, el cuerpo y las emociones en la preadolescencia y en la adolescencia son relativamente automáticos. Queramos o no, cambian. Entonces está en nuestra mano cambiar de forma consciente lo que queremos y podemos cambiar, y aceptar lo que no podemos cambiar. Cuando no hacemos este trabajo de aceptación y/o cambio consciente es cuando se instalan las inseguridades y se ve afectada nuestra autoestima y nuestra forma de relacionarnos.
En el libro cuento mis propios aprendizajes. Soy una tía escribiéndole a mi sobrina lo que me habría gustado saber cuanto antes para ahorrarme unos dolores de cabeza y de corazón. Trato temas que considero fundamentales para la vida como el amor, la felicidad, los pensamientos, las emociones, los hábitos, el trabajo, etc.
Mi objetivo es que ella o cualquiera que lo lea que se sienta acompañada, empoderada y comprendida, y que siempre proteja y potencie todas las cosas buenas que trae de serie.
¿Podemos aprender a ser quien queremos ser?
Mirarnos al espejo y sentir paz, perder el miedo a hablar con gente nueva, tener una relación sana con las redes sociales, con la comida o con el deporte… “A todo eso podemos aprender”. Esa es la base del mensaje que Lucía quería transmitirle a su sobrina Raquel.
¿Ha leído el libro? ¿Qué opina?
Lo ha leído y está tan ilusionada como yo. Mi objetivo con él es que no deje de ser maravillosa, que nada ni nadie apague todo lo bueno que la caracteriza, y de momento el objetivo se está cumpliendo.
La propia Raquel ha hecho las ilustraciones. ¿Cómo fue y qué representa en ellas?
Desde el principio quise que ella fuese cocreadora del libro, así que le fui pidiendo que hiciese las ilustraciones mientras yo escribía. Ella tenía 10 años cuando empezamos. Yo le daba instrucciones muy sencillas, como: “Dibuja un espejo”, y ella siempre me sorprendía dándole su toque particular. El espejo que hizo es el dibujo de la portada, donde se le ocurrió poner a una flor viéndose a sí misma en medio de un jardín. Algo que me encanta de ese dibujo es que la flor del reflejo y la flor real son ligeramente diferentes, igual que puede ser diferente lo que vemos en nuestro reflejo de lo que realmente somos
¿Dónde podemos conseguir “Lo que no te enseñan en el instituto?
Se puede pedir en cualquier librería; lo tienen en físico en Librouro, El Rincón de Nubia, Libraida, Paraísos de Papel, Vernet y Carlín (Ramallosa). Está también en El Corte Inglés, Casa del Libro, Amazon y FNAC.
Fuente: Faro de Vigo