Sara Teller: “Es importante que los profesores innoven, expliquen las cosas de
¿Por qué actuamos y sentimos como lo hacemos? ¿Qué hace que florezca nuestra creatividad? ¿O que tengamos una mente matemática y se nos den bien los números? ¿Por qué algunos somos más emocionales y otros reaccionamos de una forma racional ante los mismos estímulos?
Sara Teller lo tiene claro: las respuestas están en el cerebro, y la neurociencia es la mejor manera para conocerlas. Según dice, si conocemos nuestro cerebro y sus procesos, si entendemos su funcionamiento, sabremos gestionar mejor nuestras emociones y reaccionar mejor ante cualquier situación. Y, con ello, conseguiremos tener una mejor salud mental y un mayor bienestar.
¿Debería el sistema educativo dar mayor cabida al conocimiento del cerebro? ¿Técnicas como el mindfulness o la meditación pueden hacer que tengamos mayor salud mental? ¿Deberían enseñarse en las escuelas? Teller, profesora de Neurociencia, yoga y autora del libro Neurocuídate, nos cuenta su experiencia.
¿Se puede explicar todo a través de la neurociencia? ¿Por qué esa necesidad de racionalizar conceptos como el amor?
–Vivimos en una época donde parece que la razón está por encima de todo y que nos tienen que dar explicaciones racionales para entender las cosas. El cerebro es un órgano increíble que maneja todo, cómo nos sentimos, cómo pensamos, nuestra forma de actuar… pero también me gusta recalcar la importancia del cuerpo. El cerebro y el cuerpo están interconectados. Hablamos de razón, pero me gustaría que, al hablar del cerebro, se incluyera la regulación emocional, la salud y el bienestar físico y mental.
En el libro hablas mucho de esa manía de llenar nuestra agenda de cosas. ¿Qué esconde, quizá un cierto temor a no saber lidiar con lo que sentimos?
–En parte sí, es una forma muy fácil de evadirnos estar siempre distrayéndonos yendo a esos placeres o recompensas inmediatas. El cerebro evita sentir incomodidad, miedo o dolor, ya sea físico o emocional… Intenta buscar placeres inmediatos. Es una forma muy fácil de evadirse de esas sensaciones, cuando en el fondo todas las emociones son útiles. Desde el punto de vista de la neurociencia siempre lo comentamos así: si estamos hoy vivos como especie es gracias a tener este surtido de emociones diversas y atravesarlas, dejarnos sentirlas y traspasarlas. Es una forma de neurocuidarnos.
Eres escritora, profesora de yoga… y en el libro propones hacer ejercicio, meditar, escuchar música, comer alimentos concretos… ¿Acaso no es eso llenarse la vida de cosas? ¿Dónde está el límite entre hacer muchas cosas que nos gustan y sobrecargarnos?
–Es importantísimo tomar consciencia de que no se puede hacer todo en el día. El querer hacerlo todo… Tenemos un tiempo limitado, y sobrecargar la agenda lo que va a hacer es cargarnos muchísimo más. Vivimos en un mundo donde tendemos a estar muy activos. Nos presiona un poco la sociedad a estar en ese estado productivo y activo, como si fuéramos máquinas que tenemos que hacerlo todo ya y perfecto.
Hay que tener esos espacios de regular nuestro sistema nervioso. Si siempre lo tenemos activo, buscar cosas pasivas, para entrar en un equilibrio. Si no tienes el sistema nervioso regulado no vas a poder ni pensar con claridad ni hacer nada bien, con calma, sin estrés. Yo intento combinar esa parte más mental, más activa, con una más tranquila. Para mí, el yoga o la meditación se han convertido en algo que tengo que hacer sí o sí para equilibrarme y tener una buena salud mental y regulación emocional, porque sino ya sé que tiendo a esa hiperactividad.
Tendemos a meternos en muchas cosas y al final nos quemamos…
–Lo haces con buena fe y te encanta, y qué bien tener tantas pasiones. Es estupendo. Pero hay que priorizar, porque no se puede hacer todo. Es eso, el hecho de pensar que no podemos hacerlo todo. Y fíjate, qué concepto más tonto. Querer hacerlo todo ya es una fuente muy grande de estrés.
En tu web hablas de cómo la neurociencia te ayudó a tomar el control de tu vida, superando ataques de ansiedad… ¿Puedes hablarme de tu experiencia?
–Cuando acabé mi tesis doctoral empecé a sufrir ataques de pánico. Como ya estaba estudiando neurociencia, me metí en el mundo de la neurociencia de la ansiedad, y empecé a observar y descubrir qué estaba pasándole a mi cerebro. ¿Por qué me ayudó? Porque el cerebro tiene miedo a la incertidumbre, a lo que desconoce. Entonces, cuánto más sabes, más control o sensación de control te proporciona.
Marie Curie tiene una frase que me encanta: “nada en la vida debe ser temido, tan solo tiene que ser comprendido”. Cuando comprendemos, aparte de que nos aleja del problema porque ya no estamos inmersos en él sino que podemos tomar distancia, relativizarlo y gestionarlo mejor, también nos ayuda a calmar esa parte del cerebro que está activa, la amígdala. Encontrar esa certidumbre, ese conocimiento, hace que esa parte se calme. A mí me ayudó y creo que puede ayudar a mucha gente.
La educación y esa necesidad de hacer todo ya y perfecto. ¿Se puede cambiar desde la comprensión del cerebro? ¿Podemos aprender a tomarnos las cosas con calma a pesar de los estímulos constantes y la cultura de la rapidez?
–Yo creo que sí. Siempre tengo una frase en mente: “pasa del pensar al sentir”. La neurociencia explica que a veces tenemos una neuroquímica que está muy enfocada al futuro y otra al presente. La dopamina te da la motivación para hacer todo lo que quieres hacer. Está muy bien, pero está llevado hacia el futuro. O sea, son cosas que quieres conseguir en un futuro. Pero ya se ha visto que el deseo no es lo mismo que el placer, que el degustar, que es algo presente. Hay otra neuroquímica y otro circuito neuronal que se encarga de esto.
La neurociencia explica que es importante tener este circuito activo, porque es lo que hace disfrutar del presente, que seas consciente y que tu vida vaya más lenta, porque no estás pensando en aquellas cosas que tienes que hacer, sino que estás presente en el momento, disfrutando.
También se ha visto que estar dentro de nuestra mente todo el tiempo nos hace infelices. Hay un artículo muy famoso publicado en Science en 2010 que dice que “una mente que divaga es una mente infeliz”. Si nos pasamos todo el tiempo divagando, pensando… Tenemos una tendencia natural a distraernos, pero estar presente nos da mucha felicidad. Cuando recuerdes tu vida, vas a recordar más las vivencias experimentadas que aquello que pensabas. Sentir es muy importante, y hay que estar conectada con los sentidos.
Hace dos años se vio que tenemos dos sentidos más, el de la interocepción y la propiocepción, que están relacionados con el cuerpo. La conexión cerebro-cuerpo. Tener desarrollada esta interocepción, que es la escucha de tu propio cuerpo interior y tus órganos, o la propiocepción, que es cómo está colocado tu cuerpo en el espacio… tener más conciencia del cuerpo te va a hacer estar más presente. El cuerpo es algo presente, los sentidos son presentes.
El mindfulness, la meditación… ¿ayudan o son humo?
–Yo pensaba que todo esto parecía muy místico, pero la meditación es algo que está probado científicamente. Igual que el yoga. Quizás a este le falta evidencia científica creíble, porque hay muchos estudios pero quizá no publicados en revistas conocidas. Pero es que en la meditación sí que hay publicaciones muy buenas, que han pasado parámetros muy exigentes.
Yo veo la meditación como un entrenamiento del cerebro, porque lo que hace es entrenar una parte de tu cerebro, que es la que se da cuenta cuando te has distraído. Aprendemos esa capacidad de decidir cuándo queremos estar distraídos divagando o presentes en el momento. La meditación entrena esa red, que se llama red de saliencia, y se da cuenta de cuándo ha habido un error, un conflicto. En el fondo el conflicto es estar atento a algo, como la respiración o la observación de sensaciones, y distraerse de repente. Y esto es muy favorable para poder decidir y ser conscientes.
También eleva o genera más ondas alfa y beta en el cerebro, que te hacen estar más concentrado, relajado a la hora de hacer las cosas, y libera mucha neuroquímica, que te hace sentir muy bien. Neurotransmisores como el gaba, la serotonina, dopamina… nos hacen sentir bien. Y activa el famoso nervio vago, que conecta el cerebro con el cuerpo y es el que nos ayuda a pasar a un sistema nervioso parasimpático, el de la relajación.
Cuanto más practico meditación o yoga, más capacidad tengo de pasar de un estado activo a uno relajado. Porque esto es algo que pasa mucho: si estás con mucho estrés tienes un nervio vago muy poco tonificado, muy débil, y por mucho que le pidas a una persona que medite te va a decir que no puede aguantar un minuto sentada con los ojos cerrados. Primero tiene que tonificar ese nervio con otras técnicas quizás un poquito más fáciles. Luego la meditación, cuando ya tienes un poquito más de tono, es genial para ir tonificando más ese nervio.
¿Deberíamos aprender este tipo de técnicas desde pequeños?
–Totalmente. Ayuda a conectar partes más emocionales del cerebro con partes más racionales. Interconecta muy bien la corteza prefrontal, la más relacionada con el juicio y el pensamiento cognitivo superior, con las partes más emocionales, como esa amígdala que se activa cuando estamos estresadas o con miedo. Así, te puedes regular emocionalmente mucho mejor, tomar mejores decisiones. Te ayuda mucho a nivel cognitivo y emocional, y ganas en salud mental.
¿Los profesores y los padres deberían o saben educar sobre esto? Para hacer una buena meditación necesitas a alguien que sepa…
–Y hay veces que tampoco hace falta meditar como lo imaginamos, a lo mejor basta con estar sentado con los ojos cerrados intentando no pensar en nada. Hay muchas formas de meditar más sencillas, como puede ser andar por la clase teniendo presente dónde colocas cada pie, mover el cuerpo, o un movimiento más lento y consciente. Todo lo que puedas hacer de forma un poquito más lenta que te sirva para estar presente, ya es meditar. O hacer cualquier cosa que normalmente hagas en piloto automático… pararte a ser consciente de qué estás haciendo realmente. Eso también es meditar.
¿Deberían enseñar en los colegios?
–Sí, sí, sí.
En el libro hablas de cambiar nuestra forma de pensar, sustituyendo las creencias que siempre nos han inculcado por otras. ¿Esto es la PNL? ¿Cómo funciona y por qué es necesaria? ¿Cómo hacerlo?
–PNL está más relacionado con qué tipo de lenguaje estás utilizando: intentar cambiar el lenguaje para cambiar el pensamiento. Cuando nos referimos a cambiar las creencias ya es un tipo de terapia normal.
Cuando nacemos no tenemos bien desarrollada la parte racional de la corteza prefrontal. Hay muchas cosas que vivimos de pequeños que nos creemos como verdades absolutas, y que no han pasado el filtro de la razón. No percibimos la realidad tal y como es, sino tal y como somos, y pasamos toda esa información por el filtro de las creencias, de la parte más emocional, de nuestra historia de vida, nuestra mochila.
Si cierras los ojos y te aparecen pensamientos espontáneos, no puedes controlar cuáles van a aparecer. Pero, si vas cambiando tu filtro, esas creencias, seguramente la reacción emocional va a ser diferente. Porque lo vas a pasar por un filtro u otro.
Por eso es importante ir desmontando según qué creencias, según qué cosas. Sí que puedes hacer el trabajo de cambiar un pensamiento que te ha provocado una reacción emocional negativa por un pensamiento positivo. La gracia está en que si cambias las creencias, de entrada ese pensamiento no te va a provocar una reacción negativa.
En tu web señalas que el 4% de la población mundial sufre ansiedad… ¿Es la neurociencia la clave para acabar con ella, con la depresión, el estrés, el perfeccionismo tóxico?
–Creo que es una herramienta muy clave. De hecho, estoy dando cursos de neurociencia de la ansiedad, y a la gente le ayuda muchísimo conocer, saber qué está pasando. También porque desde la neurociencia puedes explicar por qué según qué técnicas funcionan. Porque ya sabemos mucho sobre las cosas que tenemos que hacer para reducir la ansiedad, como comer de forma más saludable, hacer más ejercicio, priorizar tu descanso, relajarte… pero nos cuesta llevar esos buenos hábitos.
La neurociencia te dice por qué todo esto funciona, y por eso de alguna manera coges más motivación para hacerlo. La motivación para mí lo es todo. Si no tienes la intención clara ni sabes por qué estás haciendo lo que haces, sino que sencillamente lo tomas como otro deber más, otra obligación, acabas tirando la toalla. Te cansas. Si ya tienes ansiedad, como para ponerte más presión, más autoexigencia.
Creo que la neurociencia descarga un poco esa autoexigencia porque te permite entender por qué las cosas son así. Y ganas paciencia, y aceptación, y te lo tomas de forma diferente.
También hablas de las redes sociales, y mencionas que según algunos estudios, no existe adicción. ¿Es así o es que a las grandes tecnológicas no les interesa que se perciba así?
–A una persona que no tiene buena salud mental y capacidad de poner freno a sus adicciones, a su parte más emocional, sí que le crean dependencia.
La estrategia que hay detrás de las redes sociales es muy interesante. Si te sientes bien recibiendo un me gusta, lo quieres más. Quieres volver a tener un me gusta, a sentirlo. Pero si cada día tuvieras 20, te aburriría, y lo dejarías. La gracia está en que cada día es diferente. Juegan con la variabilidad de la recompensa. Un día a lo mejor tienes 50, otro ninguno, otro 15, 20… Esta variabilidad es lo que hace que nos enganchen.
Tu cerebro tiene una parte más racional que puede ponerle freno, pero tienes que tomar mucha conciencia para pensar si realmente te está aportando o estás perdiendo el tiempo. De ver hasta qué punto estás dejando tus prioridades de lado por estar en las redes. Si eres una persona más consciente, quizá no te enganchen, pero si ese nivel de consciencia no es tan elevado y te cuesta más, seguramente sí.
¿Cómo afectan a los niños? ¿Debería haber mayor educación en torno a estas herramientas?
–Totalmente. Cuando somos niños, incluso desde adolescentes, no tenemos totalmente madura la parte del cerebro que utiliza la razón y es más consciente de todo lo que hacemos. Entonces es mucho más fácil dejarse llevar por la parte emocional, y la adicción a las redes activa esas partes emocionales. Creo que sí, que hay que poner mucha más conciencia y mucha más educación. Ojalá.
En tu libro hablas de felicidad constante, perfeccionismo, cambios de creencias, desarrollo de una mentalidad sana… ¿Neurociencia… o psicología? Tienen una relación muy grande, ¿no?
–Sí. De hecho, uno de los hashtags que pongo en Instagram es neuropsicología. Existe. Esta es la gracia de intentar llevar la neurociencia al campo de la psicología, del bienestar, para ponerla en un contexto más conductual y que lo podamos aplicar en nuestro día a día.
¿Todas estas cosas se enseñan o deberían enseñarse en las escuelas?
–Creo que sí, que es necesario. Aprender cómo funciona el cerebro es saberse gestionar mejor. Aprender su funcionamiento hace que entiendas por qué actúas de una manera determinada. Y saber nos da mucha calma y capacidad de ponernos un poco por encima de nuestro cerebro, nuestra mente, y gestionarnos mejor, lo que para mí es tener una vida mejor, con un mayor bienestar.
¿Se pueden desarrollar la motivación y la creatividad a través del cerebro? ¿Cómo?
–Sí. El aburrimiento es una buena forma de tener esa creatividad. Pero es lo que decíamos antes de la divagación en el cerebro, de entrar en ese estado en el que te pones a pensar en tus cosas, tienes tu diálogo interior… el abuso, vivir más en tu mente que en el presente, no es recomendable, pero un poco es necesario.
Cuando estamos atentos a las cosas utilizamos una parte muy local de nuestro cerebro. Solo vemos un punto, un foco. Mientras que cuando dejamos al cerebro relajarse y nos ponemos a divagar, todo se amplía, y obtenemos una perspectiva más divergente en la que podemos hacer asociaciones a largo alcance, accedemos a partes del conocimiento más allá de lo que estábamos mirando.
Todo esto favorece mucho la creatividad, que es conseguir esta apertura de visión. Cosas como aburrirse, relajarse, incluso reírse… el humor es un potenciador de esta mirada más abierta. Existen muchos métodos y técnicas. Hay un tipo de meditación que se llama abierta, en la que observas todo lo que está sucediendo dentro de tu mente, en tu cuerpo… esto también hace que ganes en perspectiva, y ayuda a tener creatividad.
Y la motivación… Está muy relacionada con la dopamina: cuando se eleva la dopamina estamos más motivados. La dopamina viene también de las cosas inesperadas: si siempre espero lo mismo, me aburro, pero cuando hay algo inesperado que es mejor de lo que pensaba, chute de dopamina y motivación.
La dopamina también está detrás de la curiosidad, la sorpresa, la innovación… todo lo que yo no espero va a hacer que esté motivada. Por eso es importante que los profesores innoven, expliquen las cosas desde el juego y la curiosidad, intentando trasladar esa motivación al alumnado, que les va a ayudar a estar atentos.
Eres coautora de El cerebro de la gente feliz y autora de Neurocuídate. ¿Cuál es tu próximo paso?
–Me encantaría hacer un libro sobre el cerebro de la mujer, porque creo que es un campo que se ha dejado mucho a nivel científico: durante muchos años hemos sido las últimas, y hay mucho desconocimiento. Y se está explorando ahora.
También es muy interesante la educación diferencial que hemos recibido por el hecho de ser mujeres, y cómo eso transforma nuestro cerebro. Y cómo las hormonas femeninas afectan a nivel racional o emocional. Hay mucho humo en según qué cosas y creo que estaría bien ponerle consistencia.
Fuente: Magisnet