Eva Escudero: «Retomar el contacto con los libros hace que crezca esa idea de ‘tengo que acabar esta novela’»
La infancia es una fase crucial para la construcción de la autoestima. Encontrarte con un escenario injusto que solo busca resaltar tus debilidades puede resultar desmoralizador e, incluso, generar percepciones distorsionadas de ti mismo. Este es el escenario en el que se desarrolla Los coleccionistas de ceros.
La obra, publicada en octubre de este año, plantea cómo un grupo de alumnos de cuarto de Primaria –liderados por Ana, una niña con facilidades para el arte– ha desarrollado reticencia hacia las matemáticas a causa de Tomás Zurdo, un estricto docente que lleva 25 años en el centro y que ha adquirido la fama de ser un profesor temible por la elevada tasa de suspensos que le acompaña. Sin embargo, todo cambia repentinamente con la llegada de Diana Cortés, profesora sustituta de Zurdo, quien les termina por demostrar su verdadero potencial y que ellos están para “altos vuelos”. Conversamos con Eva Escudero, autora del libro y ganadora del II Premio Hortensia Roig de Literatura Infantil, quien nos revela su inspiración para escribir la obra, su lado más personal dentro de la ilustración y la literatura, así como su percepción de la figura de la mujer dentro de la ciencia.
PREGUNTA- ¿Qué te motiva a escribir Los coleccionistas de ceros?
–Me inspira que, cuando pequeña, era una niña muy parecida a Ana, la protagonista. Tuve un profesor muy estricto, muy severo –incluso peor que Tomás Zurdo– que no solo no nos motivaba, sino que tampoco se preocupaba por asegurarse de si estábamos aprendiendo. Por ello, surge en mi un sentimiento de bloqueo y desmotivación hacia las matemáticas, algo muy similar a lo que le pasa a la protagonista.
Entonces tenía ganas de contar una historia que hablase de qué sucede cuando un niño o una niña se siente de esa manera frente a las matemáticas y cómo las matemáticas pueden suponer un bloqueo en el futuro, como me pasó a mi después cuando fui al instituto. Como en el colegio fui buena en todo lo demás, era algo que pasaba desapercibido. Nadie en aquella época me iba a señalar de manera especial y, en mi generación, si había alguna dificultad o un profe te regañaba o te castigaba, tú en casa no lo decías. Entonces, luego, en el instituto, me tocó deshacer todo ese nudo que yo arrastraba. Por ello, mis padres tuvieron que buscar profesores particulares que me fueron ayudando y acompañando para poder avanzar y que aprobase las mates cuando estaba en Bachillerato.
Por ello quería contar una historia relacionada con eso. También me motivó mucho el objetivo de acercar las ciencias a las niñas que aparecía en las bases del concurso; desmontar un poco todos esos roles tradicionales que, a veces, parece que nos limitan más a espacios privados o de cuidados de la esfera doméstica. Quería incluir un referente de una científica actual que sirviese de espejo en el que las niñas de hoy pudieran mirarse. Porque está muy bien conocer el trabajo de Marie Curie o de científicas del pasado, pero son referentes con los que las niñas de hoy no se sienten tan cercanas o identificadas. Entonces, todos estos elementos fueron los que me motivaron a acabar la historia y enviarla al concurso.
Me surgen dos preguntas. En el libro aparece la figura de Diana Cortés, que es una profesora que les quita ese temor que tenían hacia las matemáticas. Por ello, quería saber si usted tuvo la suerte de encontrar a alguien así durante su experiencia estudiantil, o si, por contra, este personaje refleja algo que usted le hubiese gustado tener durante su formación.
–Es muy buena pregunta. Es el segundo escenario que has dicho. Desgraciadamente no tuve ningún profesor o profesora en mi etapa de Primaria que me inspirara. Fue algo que eché mucho en falta. Tengo poquísimos buenos recuerdos del colegio, lo cual no deja de ser triste. En cambio, Diana Cortés representa todos esos valores que eché en falta y que me hubiese gustado que mis profesores hubiesen reunido; es cercana, cariñosa, implicada, muy trabajadora, una profesora que intenta buscar cosas que estimulen y que ilusionen a los niños; proporciona espacios de aprendizaje positivos que garantizan el éxito. Se asegura de que todos aprenden y es la antagonista de Tomás Zurdo, en realidad.
Ese es el modelo al que mis compañeras y yo aspiramos hoy en día y que, afortunadamente, muchas de ellas tienen. Para saber si los tengo yo habría que preguntárselo a mis alumnos. Pero sí, reúne todas las cualidades que admiro en un docente.
En relación con su experiencia como docente, quisiera preguntarle cómo puede ayudar a un niño o niña que está bloqueado respecto a sus habilidades, sea para la matemática o por cualquier asignatura. ¿Qué se puede hacer?
–Este es uno de los grandes retos que tenemos los profesores que hoy en día; tratar de llegar a toda la diversidad que tenemos dentro de una clase de un colegio público –que es donde trabajo yo– donde hay estilos y ritmos de aprendizaje muy diferentes. Diferentes tipos de dificultades de aprendizaje –incluso altas capacidades– y situaciones y contextos sociofamiliares muy diversos. Entonces, intentar llegar a cada uno de estos perfiles para que intenten llegar tan lejos como puedan es uno de los grandes retos a los que nos enfrentamos.
¿Cómo hacemos? Pues estamos constantemente buscando diferentes metodologías, actividades, recursos, materiales y compartiendo ideas los unos con los otros. “Pues he pensado que este material te puede ayudar con este tipo de alumnado” o incluso para casos más concretos, ¿no? “He pensado en esta actividad para este niño” o “¿por qué no hacemos un concurso en el que participen y estén respondiendo a la vez los cuatro grupos de quinto, de segundo?”, según el nivel en el que estés.
También intentamos, en el caso de las matemáticas –por ejemplo– incluir muchas actividades de cálculo mental que sean rápidas, que estén planteadas de una manera más informal, que no quedan recogidas en el cuaderno ni en ningún sitio, sino que se hacen y que ayudan a que los niños desarrollen estrategias de cálculo y trucos que luego compartimos. Otras estrategias que solemos implementar son los puzzles, sudokus y juegos más manipulativos. De igual forma en el resto de las asignaturas. Estamos ahora montando el aula del futuro, por lo que tenemos un pequeño juego de robótica para que ellos también aprendan otro tipo de habilidades.
Otra de las cosas que estamos buscando son formas con las que promover el hábito lector en los alumnos y conseguir que prevalezcan como futuros lectores. Para ello, seleccionamos lecturas y temas que sean los más adecuados y cercanos a sus intereses. Luego planteamos un lectómetro con diferentes premios –como el regalo de un libro– según van avanzando en una carrera lectora.
Entonces, los profesores estamos en constante búsqueda y compartiendo ideas; sobre todo por las tardes, que es cuando más tiempo tenemos para hablar, porque durante la jornada apenas nos queda tiempo ni de ir al baño ni de hablar, porque estamos con todo el horario lleno, y si tienes algún hueco lo usas para pegar material o hacer una llamada.
Muchas veces por las tardes compartimos ideas y materiales que vemos, recursos, y es constante esa búsqueda. Porque ya te digo que atender ese perfil que tenemos en las aulas es uno de los retos más complejos que tenemos en la educación pública hoy en día.
Quería mencionar –aunque ya antes has dado un poco la respuesta– que algo que me gustó del libro es cómo Diana emplea la gamificación para la enseñanza de las matemáticas y mejorar los resultados de sus alumnos. Por ello, quería preguntarte si consideras que es importante buscar esta clase de alternativas…
–Sí, sí que lo creo. Son estrategias que pueden aportar algo más. Ya decía Horacio en la antigüedad que la mezcla ideal en la Educación es un porcentaje equilibrado entre instrucción y deleite. Yo creo que los profesores tenemos la obligación de asentar una serie de contenidos, y creo que eso no es incompatible con proporcionar de una manera equilibrada momentos, situaciones que están más basadas en juegos, gamificación, breakouts, escape rooms u otro tipo de juegos que van a ofrecer a los niños experiencias de aprendizaje más lúdicas, más dinámicas, más atractivas para ellos.
Al fin y al cabo, yo pienso que eso nunca debe sustituir a la parte en la que aseguramos unos contenidos. Porque es verdad que, al final, cuando se va a hacer el paso al instituto y te reúnes con los profesores de Secundaria, muchas veces se muestran preocupados porque los alumnos no llevan un nivel suficiente ni en comprensión lectora, ni en cálculo, ni en resolución de problemas, y te hablo de las áreas instrumentales. Nos trasladan esa preocupación que a veces sienten porque consideran que no tienen un nivel adecuado. Entonces yo creo que los docentes que estamos implicados –que por lo que observo a mi alrededor somos la mayoría– buscamos esa mezcla y ese equilibrio entre el deleite y la instrucción.
Yo creo que es un compromiso que no debemos pasar por alto. Hoy en día atrapar la atención de los niños es fundamental. Antes te hablaba del reto de atender a la diversidad, pero hoy en día también el reto es atrapar la atención de los niños en un mundo tan visual, tan tecnológico, en el que están acostumbrados a interacciones muy rápidas, muy inmediatas, es crucial. Hoy tiene más significado que proporcionemos esos espacios de juegos y de aprendizaje más desenfadados, o ellos lo perciben así. Igual a nosotros nos lleva aún más tiempo prepararlos y pensar cómo lo vamos a hacer, pero considero que es importante y que aporta muchas cosas buenas.
En relación a esta dificultad que menciona de captar la atención del alumnado en clase, quería mencionar una cita que aparece en la solapa del libro, en la que propone que “muchas veces una buena historia es suficiente para atrapar a los niños y niñas en clase”. ¿Es esta otra estrategia que utiliza dentro de clase?
–Sí, a pesar de que pueda resultar contradictorio partiendo de la idea de que es un reto. En el fondo aún quedamos algunos soñadores, románticos –como quieras llamarlo– que creemos que sigue siendo posible atrapar la atención de los niños con una buena historia.
Esto lo pienso porque cuando he estado con más pequeños –que hasta el año pasado estuve con primero y segundo– he hecho un rincón de lectura con césped y con un dosel. Entonces yo comenzaba todas las mañanas leyéndoles historias. Ahora, en quinto, aunque no tengo ese espacio –porque mi clase es más pequeña y los niños y las mesas son más grandes– sigo empezando la clase leyéndoles un capítulo. Ahora les estoy leyendo un libro de Mónica Rodríguez. No parpadean, no se mueven. Están entusiasmados, y, como a primera hora no toque clase conmigo, porque tienen inglés u otra asignatura, están 15 niños a mi alrededor diciendo: “profe no nos has leído todavía. Hoy no nos has leído”. Por ejemplo, hoy que no me ha dado tiempo porque no tenían conmigo la primera clase fue como “profe, es que hoy…” y yo digo “es verdad, no os he leído”.
Entonces, me gusta empezar así el día, e incluso muchas veces también –cuando hacemos una sesión colectiva de lectura– me gusta alternar y hacer que ellos participen de esa lectura. De esa manera les ayudas y les muestras cómo hacer la entonación, las pausas y el ritmo. Cosas que tanto influyen en la comprensión lectora. Lo que he percibido a lo largo de todos estos años es que, a pesar de lo que te decía de la dificultad de captar su atención, es que una buena historia todavía los atrapa y –ya te digo que soy una romántica por pensar esto– eso es algo que me reconforta.
Es lo que he podido comprobar y a eso me aferro para utilizar la literatura infantil como una herramienta de aprendizaje que les entretenga, que consolide un hábito, que les acerque a los libros como una fuente de placer y entretenimiento y que les sirva también –como me ha servido a mi la ficción y la literatura–como el mejor refugio en el que las personas, a veces, podemos descansar de un mundo a veces acelerado, hostil, incomprensible, y adentrarte en otros mundos e historias y detener el tiempo y olvidar tu identidad y quién eres. Esa posibilidad de soñar a través de otra historia es algo a lo que yo, de momento, no quiero renunciar, la verdad. Espero que siga funcionando.
Me alegra mucho escuchar que los niños sigan interesados por la literatura…
–De manera guiada y con un adulto que les dirija, que les lea y que les acompañe –sea su madre o su padre que les lea por la noche– yo creo que puede funcionar. Requiere de más esfuerzo que nunca, no te voy a engañar. Yo enciendo la pizarra digital y pongo un video y también están muy entregados. Entonces yo creo que la labor de los docentes hoy en día también es la de mantener esa proximidad hacia la literatura infantil. Yo creo que todos asumimos esa responsabilidad y ese compromiso de querer educar a través de la literatura. Creo que a todos los profesores nos gusta. Eso es lo que veo a mi alrededor.
Conectando algunas ideas que ha ido comentando, ¿podemos decir que algo que la motiva a escribir literatura infantil es crear espacios con los que inspirar a los niños y niñas de su clase? ¿Qué es lo que le motiva a escribir literatura infantil, por decirlo de una manera?
–Pues la verdad es que me motiva escribir historias por y para ellos. Primero, motivada por la fascinación que despierta en mí la literatura infantil desde que yo era muy chiquita. Siendo muy pequeña –sin haber empezado apenas el cole– caen entre mis manos libros como Sapo y Sepo o Matilde y el fantasma, los cuales recuerdo con nitidez; que me hicieron ver que no podía haber nada más maravilloso que hacer literatura infantil y crear historias para niños.
A partir de eso, se despierta en mi ese sentimiento que queda latente a lo largo de mi vida y el cual siempre mantuve con la idea de acabar una novela infantil. Por un momento queda de lado, pero, cuando empiezo a trabajar como profe, ese vínculo y retomar el contacto con los libros para niños hace que vuelva a despertarse con la misma fuerza ese sentimiento y que crezca imparable esa idea de “tengo que acabar esta novela”.
Lo que sucede cuando ya eres algo más mayor es que tienes la decisión, pero te falta el tiempo, que es lo contrario a cuando eres joven y tienes todo el tiempo del mundo, pero no la decisión. De mayor me ha pasado, por lo menos a mí, al contrario. Empecé a escribir esta novela hace ya algunos años, pero no la terminaba porque mi hija era muy pequeña, trabajo, y, al tener ciertas responsabilidades, apenas tenía tiempo libre. Sin embargo, leerle cuentos en las noches me hizo descubrir obras como La mejor sopa del mundo. Entonces, claro, esa fascinación iba creciendo y, con ella, la necesidad de hacer una obra dirigida por y para los niños. Era un reto que me apetecía afrontar en algún momento.
El año pasado, cuando tuve algo más de tiempo, me apunté a un curso de La Casa del Lector en el que te enseñaban qué hacer cuando acabas tu primera novela; pero, en el fondo, yo lo que me planteé como reto era acabarla. Y bueno, desde que acabé esa primera novela no he podido parar hasta el día de hoy.
También me interesa mucho el mundo infantil porque, si bien es cierto que trabajar con niños puede llegar a ser muy agotador e intenso y que no estamos muy valorados socialmente –muchas veces la gente solo se fija en nuestras vacaciones sin pensar en como es nuestro día a día– estamos rodeados de miradas que no están corrompidas y esa es la esencia del ser humano que vamos perdiendo según nos vamos haciendo mayores.
Los que somos profes de Primaria, en el fondo, miramos con nostalgia a los niños. Sentimos esa magia y percibimos que es una gran suerte que nos hace sentir reconfortados. Me gusta ser –de alguna manera– partícipe de ese mundo, de esa magia y de colaborar en algún modo con ese mundo de la ficción infantil del que yo, siendo muy pequeña y sin saber ni cómo, ni cuándo, ni dónde, pero sabía que quería participar de algún modo.
Por eso, cuando estudiaba antropología –para no cerrar la puerta a este interés que se me había despertado siendo de pequeña– me apunté a la Escuela Superior de Dibujo Profesional que sigue abierta en Santa Engracia. Iba a la universidad por la mañana y por la tarde iba a la Escuela de Dibujo, donde realicé los tres cursos completos de ilustración y cómic.
El primer año era la única chica en clase porque había mucho chaval fascinado con el mundo del cómic, que en aquella época estaba más masculinizado. Más adelante conocí a otras compañeras. Sin embargo, la única que quería crear e ilustrar cuentos infantiles era yo.
Me gusta esto que mencionas de que siempre tuviste el sueño de querer hacer literatura infantil y de incorporar esta parte de la ilustración y del diseño. Tengo algunas preguntas que me surgen. La primera, sé que es todavía un poco temprano, porque su libro se publicó hace un mes, ¿no?
–Sí, 18 de octubre
Pues casi un mes. Ya que tiene intenciones de seguir creando literatura infantil, aunque el tiempo apremie, ¿Le gustaría seguir?
–Sí. De hecho, he escrito dos novelas más desde que hice Los coleccionistas de ceros. Es verdad que el libro salió ahora, pero a mí me comunicaron en mayo que era la ganadora. Solo que piden confidencialidad hasta la entrega de premios. Mientras tanto, el libro se va editando. Entonces, claro, pues imagínate, yo lo entregué en abril y, desde aquella época hasta ahora, he hecho dos novelas más. Lo único es que ahora conviene ser prudentes y esperar más porque aún no hay nada. Pero sí, intentaré hacer algo con ellas porque me gustan las historias. Son dos historias que también están dirigidas a público de 10-12 años más o menos.
Es verdad que ganar el premio abre puertas; es cierto. Pero, cuando tienes otro proyecto, no dejas de empezar de cero. Entonces sí, he creado dos novelas más desde que hice Los coleccionistas de ceros, y, la verdad es que estoy deseando empezar ya la siguiente. Acabé la última hace poco. La hice, sobre todo, en verano, que es cuando más tiempo tengo. En vacaciones es cuando normalmente suelo escribir más los fines de semana. Y bueno, estoy deseando también ponerme a pensar en la próxima. Nunca sabes qué va a pasar con ella ni tampoco es algo que me obsesione ni que me limite a la hora de hacerlas. Una vez que está terminada, la reviso y la corrijo, pues ahí ya es cuando pienso: ¿ahora qué hago con esto? Pero sí, mi idea, de momento, es continuar mientras me lo pida el cuerpo.
¿Y ha pensado también en publicar algo con ilustraciones suyas, ya que tiene esa pasión?
–No me importaría en lo absoluto. De hecho, uno de los textos tuvo un amago de publicación con una editorial. Al final no se publicó porque no tenían presupuesto para ello, pero estaban muy interesados y además ellos me propusieron la posibilidad de que yo la ilustrase. La portada era a color y después hice algunas ilustraciones a blanco y negro con Procreate, que estaban dentro. Y bueno, ahí están en el cajón porque, finalmente, no iban a poder ampliar el catálogo. Sin embargo, no me importaría, la verdad, aunque ahora me motiva más la escritura que la ilustración. Pero reconozco que la ilustración me encanta [comenta mientras ríe].
Voy a ser sincero, dos de mis grandes aficiones son el dibujo y la escritura. Entonces, por mera curiosidad ¿se diferencia mucho su proceso creativo cuando escribe que cuando dibuja?
–Pues la verdad es que en el fondo no se diferencia tanto el sentimiento que me provoca la escritura del que me provoca el dibujo. No se diferencian casi en nada, porque te puedo asegurar que el tiempo se detiene para mí completamente. Al final, yo considero que es que cuando estás creando algo; sea un dibujo, una ilustración o una historia en la que tienes que dar vida a un personaje, la estructura o diseñar una escaleta, pensar en ideas que te ayuden a hilvanar todo lo que quieres escuchar, que atrape y que sea ágil –o es el es lo que intentas, no al menos– pues en ambas situaciones, tanto ilustración como escritura, me provocan un estado de enajenación… Bueno, de enajenación no [suelta una sutil carcajada al corregirse]. Bueno, dicen que dibujar te provoca el mismo estado mental que la meditación. Yo no medito, no sé qué estado debe provocar la meditación, pero te puedo asegurar que es algo que no me pasa con ninguna otra cosa.
Y me sucede con la escritura y con la ilustración, el sentimiento es muy parecido. El mundo se detiene y yo quedo atrapada en esa idea, en esas líneas o en ese dibujo. Cómo resolver un escorzo o cómo plantear una escena o lo que haces en segundo plano. Pues al final, el cerebro como que se abstrae de todo y solo existe “eso” para ti en este momento. Por lo tanto, pueden pasar tres horas y no eres ni consciente. Eso me pasa desde que soy muy pequeña, que yo me encerraba en mi habitación a dibujar y a hacer cuentos. Ahí, el tiempo pasaba y pasaba y yo no era consciente de que, a lo mejor, se había hecho de noche y yo ni había encendido la lámpara porque no me había dado cuenta. Eso me pasa desde que era muy pequeña, la verdad. No sé si a ti te pasa igual.
Sí me ha pasado, me siento muy identificado con el sentimiento, sí me pasa mucho. Es que al final escribir y dibujar también, creo que cualquier parte creativa al final…
–También me pasaba con el diseño gráfico, al elaborar posters. Igual, ¿eh? La misma sensación. Es lo que te decía. Al final, cuando estás creando algo de la nada, creo que el cerebro se abstrae de todo y alcanza un estado zen que se asemeja al de la meditación –que yo no lo se porque nunca la he practicado– que desde luego engancha y es adictiva por eso. No puedes parar.
Decía Vargas Llosa cuando le dieron el premio Nobel, en un elogio precioso de la literatura y de la ficción, que es un borboteo que se enciende y que no puedes parar hasta que vas adiestrando las palabras díscolas mientras vas formando la historia. Y la verdad es que así es. Una vez tienes una idea no la puedes parar. Es una bola que te atrapa y que consigue que te abstraigas de todo. Y es algo que, a veces, poca gente puede comprender, ¿no? Porque al final es algo que forma parte del yo, y, a veces, no compartes eso con todo el mundo y es algo que tienes dentro y que, a veces, solo uno comprende.
Efectivamente es que al final es así. En mi caso, yo lo veo un poco como lo que tú comentas. Son partes que, quizá, no todo el mundo conozca o que, uno no quiere mostrarle mucho al mundo, pero con las que, al final, conectas porque es un ejercicio tan introspectivo que, aunque lo adaptes a la voz del personaje llega un punto en el que la voz del personaje y la que adquiere uno van en consonancia. Entonces estás ahí inspirado tecleando…
–Totalmente.
Y es muy bonito, es muy bonito.
–Sí, la verdad es que yo creo que al final la motivación por escribir o por crear cosas lleva una parte muy fuerte de quienes estamos, pues eso, seducidos por el mundo de la ficción y de la creación. Y que lo necesitas como una parte importante para no renunciar a tu ilusión, a tu versión estimulada y pensar que nadie te puede perturbar de ese mundo interior, ¿no? Muchas veces que independientemente de lo que pase a tu alrededor. Ya una vez que empiezas, ya no puedes parar.
Hay veces que no lo comentas con nadie porque te piensas: “bueno, ¿y a dónde vas tú a estas alturas? Que es lo que puede decir mucha gente ¿no? Entonces tienes cierto pudor de compartirlo porque lo sientes como algo privado. Pero, por otro lado, también piensas: “bueno, me pueden decir a dónde vas ya a estas alturas de tu vida o que ya no eres tan joven, que eres funcionaria, que tienes un puesto estable, una casa, una hija, una pareja y ¿qué haces tu dedicándote a esto, en vez de estar haciendo, no sé, la colada o revisando la cortina o cualquier otra cosa?”. Ojo que no digo estas cosas por ser mujer, que hay miles de cosas en el día a día que puedes hacer. Pero sí intento que algún rato durante la semana, sea para la creación.
Y, bueno, aparte de la creación, la afición es también algo que te puede pasar como espectadora, ¿no? Las obras de teatro, las películas en el cine, las series de calidad o como lectora también. También te puede pasar con la música o visitando un museo o viendo cualquier obra de arte, que es lo que le pasaba Stendhal, con aquel síndrome que le paralizaba en Florencia. De tanta belleza y tanto arte que le rodeaba. Bueno estoy divagando [se ríe].
Nada, nada, que está interesante la conversación. Sin embargo, creo que en aras del tiempo voy a cambiar de tema.
–Vale, no hay problema.
En el momento en el que ganas el premio Hortensia Roig, destacas en tu discurso que buscas inspirar a las niñas mediante referentes en la ciencia. Entonces, quería preguntarte si has notado grandes cambios en relación a la idea de la niña o la mujer dentro del campo de la ciencia en comparación con cuando eras alumna.
–La verdad es que en la etapa de Primaria los libros de texto incluyen referentes femeninos en el campo de la ciencia y en otros ámbitos. Cosa que cuando yo era pequeña no había. Por eso yo creo que las mujeres de mi generación nos hemos aferrado mucho a las figuras de ficción ¿no? Pippi calzaslargas u otros personajes que veíamos o que leíamos en libros.
Sin embargo, algo que detesto es que, aunque existe más presencia de referentes femeninos en los libros de texto de Primaria, eso no ocurre en Secundaria, ¿no? A raíz de recibir el premio, de investigar un poco más y de hacer varias entrevistas, descubrí un trabajo de una investigadora valenciana que analiza los libros de texto de Secundaria. En él, comenta que solo en un 7,5% de los casos se citan a referentes femeninos en diferentes ámbitos –no solo en la ciencia– lo cual es un porcentaje que, a día de hoy, me resulta preocupante.
También, a raíz de hacer una presentación que hicimos en Madrid la semana pasada, les pregunté a niños y niñas de quinto y sexto –por curiosidad, para hacer un sondeo– que cuáles eran sus referentes. Les pedía que fuese anónimo, que solo pusieran si era niño o si era niña, qué querían ser de mayores y si conocían alguna mujer científica. Me llamó la atención lo poco que ha cambiado esto en relación de cuando yo era pequeña. Se sustituyen los artistas de aquella época y los futbolistas de aquella época, por los que hay hoy en día. Pues ahora es Bellingham, Cristiano Ronaldo, Messi y en música Quevedo, Bad Bunny. En las niñas, Aitana, Shakira, Karol G eran las respuestas que ganaron en un sondeo de unos 100 niños de quinto y sexto.
¿En cuánto a qué querían ser de mayores? Pues lo mismo de siempre; lo mismo de cuando yo era pequeña. En los niños futbolistas –en primer lugar– bomberos o policías. Y en las niñas predominaba el querer ser actriz, bailarina, cantante, peluquera o manicurista. Algo que me sorprende es que surge la figura de veterinaria tanto en niñas como en niños, junto a la posibilidad de ser youtubers en el futuro, ¿no? Así como elementos que me llamaron más la atención.
Sin embargo, lo que más me sorprendió de ese sondeo fue que de niños creo que eran 16 los que conocían a Marie Curie, y setenta y pico no conocían ninguna científica. Ya luego me habló una alumna de Rosario Sánchez, que es una científica que trabaja para luchar contra el cáncer a través de la nanotecnología. Pero me sorprendió mucho porque era muy rotunda la respuesta tan mayoritaria de no conocer a una mujer científica y que, los que conocieran, solo fuese a Marie Curie.
Esto es lo que me hace ver –que no es que sea un estudio; me da pudor siquiera hacer ninguna hipótesis sobre eso– es que en realidad las cosas no han cambiado tanto. Es cierto que existen pequeños gestos y pequeñas incursiones de mujeres en los libros de texto, así como también la mentalidad ha ido cambiando poco a poco. Sin embargo, a la hora de la verdad, las niñas siguen teniendo los mismos referentes de siempre y siguen sin conocer el trabajo de mujeres científicas y sus propósitos. Pero también en niños, porque ningún niño me hablaba de ser científico. Entonces, bueno, es un tema que es complejo responder.
Sí. Y, bueno, ahora –en el momento en el que se hizo la entrevista– aprovechando que es la Semana de la Ciencia y la Innovación en Madrid, ¿qué cosas podemos hacer para promover este campo de la ciencia en los niños, ya que en niños y niñas ya que está tan…
–En auge. Yo creo que, en primer lugar, sería un compromiso que deberíamos asumir todos como sociedad porque esto se puede convertir en la lucha de David contra Goliat. Poco puede hacer un maestro dentro del centro si el resto de la ciudad no lo acompaña. Decía el filósofo José Antonio Marina que “para educar a un niño hace falta la tribu entera” y yo creo que el primer paso sería que padres y docentes revisásemos esos roles asociados al género y los productos que consumen nuestros pequeños –tanto en juegos y juguetes como en series y programas– y que tratásemos de hacer una reflexión. ¿Por qué en vez de comprar esa muñeca o esta cocinita, compramos un juego que también puede interesar a la niña? O un set de química, algo de robótica, unos prismáticos, un giroscopio, que son opciones que pueden revisar.
También pienso que es importante –sobre todo los que vivimos en torno a su urbanos– que llevemos a los niños de manera habitual a espacios naturales. Porque, al crear ese contacto directo con la naturaleza se despierta el interés. Esto puede ayudar a entender a qué se debe un determinado fenómeno atmosférico o porqué este relieve es así; así como también despertar la curiosidad hacia las especies animales y otros reinos y despertar la curiosidad en relación a ellos. Y que, a partir de esto, se generen preguntas y tratar de resolverlas a su lado; de validar la curiosidad que se despierta cuando se visita el entorno natural. Porque es ciencia en estado puro.
Por otro lado, también los recursos que nos ofrece el entorno más inmediato. Visitar museos especializados en ciencia y tecnología, talleres en los que puedan realizar estos eventos de manera más directa, más manipulativa. Visitar fábricas, hacer junto a ellos jabones o un perfume. Buscar otras opciones porque, evidentemente, el que encuentre estimulación dentro de la familia va a ser un respaldo muy fuerte para acercar a la niña a la ciencia, sobre todo a espacios que tienen presencia masculina mayoritariamente o que tradicionalmente ha estado más desempeñado por hombres. Despertar ese sentimiento de querer aprender de otras cosas. Creo que todos tomamos ese compromiso de querer representar el talento femenino dentro del mundo de la ciencia. Que se pueda incluir todo de una manera más equilibrada.
Yo creo que el primer paso sería que padres y docentes revisásemos esos roles asociados al género y los productos que consumen nuestros pequeños –tanto en juegos y juguetes como en series y programas– y que tratásemos de hacer una reflexión ¿por qué en vez de comprar esa muñeca o esta cocinita, compramos un juego que también puede interesar a la niña?
Yo creo que eso es algo fundamental para construir un mundo más justo, más equilibrado, más solidario. Especialmente hoy en día, que hay un componente ético muy fuerte en el que los diferentes puntos de vista nos pueden aportar muchas cosas de cara a regular los temas como la inteligencia artificial. Pero sí que es verdad que, desde diferentes ámbitos, lo ideal es acercar a otros espacios. Primero al entorno más inmediato. En segundo lugar, en casa, aprovechando la situación para hacer con ellos cosas que puedan acercarlos a temas más científicos.
También revisar todo lo que ven, que es un compromiso que debe ser asumido desde diferentes ámbitos, porque si no no se consiguen grandes resultados. Eso es como los padres que no quieren que comprarle a su hijo móvil cuando va a pasar a primero de la ESO y es el único padre que piensa de esa manera. Si el resto de personas no comprenden esa necesidad, no se implican en esta búsqueda. Pues de poco sirve. De algo sirve, pero yo lo veo como algo más a nivel global.
Claro, una labor más conjunta entre todas las partes, porque es que cierto que muchas veces pedimos mucho a los centros educativos. Sin embargo, no son los únicos componentes de la sociedad, es algo más global…
–Claro. En el colegio se pueden hacer muchas cosas, porque quienes nos dedicamos a la enseñanza en el fondo pensamos que es un espacio determinante –especialmente para la población más vulnerable que no encuentra estímulo. La escuela pública tiene perfiles de muchos tipos. Dentro de ellos, niños en riesgo de exclusión social. Entonces, el colegio es un motor de cambio importante y es un lugar donde debe invitarse a juntarse a los niños de manera normal.
Lo ideal en el fondo es que exista también ese respaldo en otras esferas. Todos los agentes sociales asumiésemos ese compromiso. “Es que yo quiero que mi hija sea científica”. Bueno, a lo mejor a tu hija le gusta o a lo mejor no. Tampoco que obligarle o forzarle, pero sí, lo ideal es que tu hija se acerque a tantos ámbitos como pueda y que ella libremente escoja a lo que quiere dedicarse más allá de los referentes o las expectativas que puede tener la sociedad de una niña o de una chica o una mujer. Que pueda elegirlo libremente y que pueda sentirse realizada, que pueda atender ese talento que todos en algún ámbito tenemos, que pueda desempeñarlo y que pueda llegar tan lejos como pueda. Finalmente, si son las ciencias o si son otro ámbito perfecto, pero que sea una decisión libre, motivada por elección y no por obligación o por incapacidad de poder dedicarse a otras porque nadie la ha acercado otros espacios u otros ámbitos; o no ha pensado que podía dedicarse a eso.
Sí es que es así. Al final yo considero que dentro de esta parte vocacional –porque termina siendo vocacional– lo que se debería es buscar la mejor versión de uno mismo y una vez que sabes que es lo que quieres hacer, pues dar lo mejor de ti mismo y luchar hasta donde pueda…
–Sin miramientos de algún tipo. No porque ahora hay un auge en las ciencias mi hija tiene que dedicarse a las ciencias. Que mi hija se dedique a lo que quiera, pero que sienta que puede elegir a dedicarse a lo que ella pueda. Tampoco podemos pecar de optimistas y creer que ahora cualquier niño o niña, con un poco de esfuerzo, va a poder llegar a ser astronauta o no, o sea. Decir, llegar tan lejos como no pueda hasta construir la mejor versión de uno mismo. Sí, bueno. Es verdad que eso es importante porque te hará ser más libre, te hará ser más feliz, serás más realizado, más satisfecho. Irás más en paz. Con tu entorno y con la gente que te rodea.
En el libro aparece una frase que me gusta mucho, que es cuando Diana le dice a Ana que “está para altos vuelos”. En su experiencia como profesora, ¿cómo podemos ayudar a aquel alumno que, aunque tiene mucho talento duda respecto a sus capacidades? ¿Cómo podemos ayudarlo a percatarse de ese potencial que tiene para dar “altos vuelos”?
–Esas escenas en las que Diana le dice a Ana –la protagonista– que está para altos vuelos –que, a veces, se lo dice vocalizándole casi sin sonido como cuando están en el concurso– yo creo que son fundamentales para los niños. Especialmente aquellos que son más débiles, que tienen un concepto pobre de sí mismo que puede estar provocado por un profesor como Zurdo o por otras cuestiones.
Los niños en esta etapa están construyendo su autoestima, su autoconcepto, por lo que es fundamental que les lancemos mensajes que les hagan ver o que les muestren que pueden conseguir cosas. No mentiras ni crearles falsas expectativas, pero tampoco la profecía autocumplida de “es que no valgo para las matemáticas”, como les decía el profesor Zurdo a ellos. Eso no sirve para nada. Yo creo que los niños necesitan el refuerzo positivo, especialmente cuando los profesores notamos que se ha esforzado, que ha mostrado interés y que tiene una actitud que, si la mantiene, seguramente le va a traer muchas más cosas, que va a avanzar mucho más y, sobre todo, en aquellas partes donde vemos que tiene más talento o en aquellas cosas que se le dan mejor.
Entonces el refuerzo positivo y el lanzar esos mensajes a niños en estos momentos en los que construyen su carácter y su autoconcepto son fundamentales. Ellos necesitan de ese feedback del maestro o del adulto, porque, a veces, se sienten bloqueados y se sienten defectuosos. Es lo que le pasa a los protagonistas, que ellos se sienten culpables de ser coleccionistas de ceros y en el fondo la historia habla de que el único culpable que hay ahí es Tomás Zurdo. Al final ellos le dan una gran lección al profesor, trabajando con gran compañerismo, con mucha solidaridad, con mucho respeto y vínculos basados en la amistad verdadera ¿no? Le demuestran de todo lo que son capaces. Con esfuerzo, con instrucción, con esa manera en la que ellos se unen y se relacionan y trabajan en equipo.
En el fondo, una de las lecturas del libro es que los niños, a veces, no se equivocan, pero que, en cambio, se repiten a sí mismos discursos internos, que son dañinos y que son perjudiciales y que crean una imagen de ellos mismos muy distorsionada, muy débil. Entonces, hay que ayudarles, con frases como “estás para altos vuelos” o con refuerzo positivo en aquellos supuestos que creemos que pueden ser un impulso, ¿no? Lo que hace Diana para que continúen adelante. Porque los niños, al final, necesitan de una ayuda. Cuando tú le dices a un niño “hazme un dibujo” y le dices que sus dibujos son maravillosos, lo más probable es que los siguientes que haga sean aún mejores. La motivación, a veces ellos necesitan recibir para sentir que son válidos y que son capaces, para sentirse competentes. Creo que esos mensajes son muy importantes. A mí alguien me dijo de pequeña para altos vuelos. Pero en el fondo el mensaje llega y al final vas luchando de la mano de ese mensaje positivo. Todo está en ese concepto.
Fuente: Magisnet