Galicia precisa de capital humano para desarrollar su futuro
Galicia, desde hace ya demasiado tiempo, necesita de un gran empuje generacional liderado por los jóvenes. Pero, año tras año, la Xunta se ha entregado a querer solventar este problema con el retorno de los hijos y nietos de los gallegos de la diáspora. Un cuentagotas que no ha servido ni sirve para revitalizar la economía de Galicia ni para cubrir los puestos de empleo existentes en la actualidad.
De hecho, con todos los programas que ha diseñado para el retorno de gallegos sólo ha conseguido atraer a 28.000 personas en los últimos cinco años, la mayoría procedentes de países hispanoamericanos. Y eso que estos están pasando ahora por una de sus crisis políticas y económicas más graves de todos los tiempos.
La falta de mano de obra joven y activa ya la han sufrido muchos otros países a lo largo de la historia reciente. Sin embargo, gobiernos de todo signo político han sabido utilizar de forma inteligente y diligente las crisis de otros para reclutar hacia ellos a extranjeros con los que compensar sus desequilibrios. Así, Alemania en los años 90 ya preveía que a la vuelta del nuevo milenio sus necesidades de profesionales de informática iban a superar los 200.000 trabajadores. Desde entonces, se puso manos a la obra y antes de que se finiquitase el siglo XX ya se había puesto a buscar técnicos en informática para cubrir las necesidades de sus industrias y servicios en todos los lugares de la Tierra, incluidos países tan alejados como la India. Más recientemente, los ingleses y los portugueses han ido a la búsqueda de personal sanitario, principalmente médicos y enfermeros, para sus hospitales y centros de salud por todo el continente europeo, España incluida, como muchos sabemos por las demandas que, hasta hace bien poco tiempo, hemos visto anunciadas en todo tipo de medios de comunicación. Muchos gallegos y gallegas han concurrido a estas oportunidades con el fin de disponer de un puesto de trabajo que la sanidad de este país no les ofrecía. Y todavía hace bien poco se podía leer algún anuncio en el que se ofrecían trabajos de puericultor y educador infantil en Suecia.
Tampoco han faltado personas y asociaciones gallegas que, ante la falta de recursos humanos para cubrir los puestos de su ámbito, se han decidido a buscar mano de obra extranjera y así no tener que abandonar su actividad. En 2004, por ejemplo, llegó a Galicia la primera remesa de peruanos que se embarcaron en los pesqueros de toda la zona de la ría de Arousa, lo mismo que, ya algunos años atrás, lo habían hecho muchos caboverdianos en Burela.
En la actualidad, todavía son muchos los puestos de trabajo que no se pueden cubrir en Galicia con personal autóctono. Faltan informáticos, pero también camioneros, chapistas, mecánicos, electricistas, y muchos otros profesionales. Y mientras la Xunta no acabe de ofrecer los puestos formativos necesarios para cubrir todas estas demandas de mano de obra, el máximo responsable del Gobierno autonómico prevé que en el año 2026 sólo se hayan asentado en Galicia 30.000 gallegos procedentes del exterior. Unas cuentas de la lechera, que no valoran ninguno de los escenarios negativos que hasta entonces se van a producir. Uno de ellos, el más intenso, será, la jubilación de muchos de los empleados pertenecientes a la época de los boomers. Un contingente tan grande que va a crear un gran vacío de capital humano en muchas empresas, servicios y las propias administraciones. Unas vacantes a las que se irán sumando nuevos procesos industriales y de servicios que deberán ser cubiertos con formaciones más tecnológicas que, si tampoco disponen de la materia prima, es decir, de los jóvenes que las ejerzan, harán que estos tengan que seguir buscando acomodo en otros lugares. Es decir, emigrando, un destino que parece habérsele inoculado a los gallegos en sus genes gracias la pasividad de sus políticos de antes y de ahora.
José Manuel Suárez Sandomingo