La ira como motor de cambio
La violencia es más un síntoma que un diagnóstico y abordarla sin prestar atención a sus causas sería tanto como intentar curar una gripe atendiendo solo a la tos. Este tipo de conductas son la punta del iceberg, una ínfima parte de toda esa masa de hielo que descansa bajo el océano.
Al final, la violencia — ya sea contra uno mismo (drogas, autolesiones) o contra los demás — hay que entenderla como una expresión del sufrimiento, una respuesta del adolescente a un malestar que no está siendo capaz de gestionar. Las personas que ejercen bullying son también víctimas de una dificultad interna que proyectan en otra persona y, a la hora de abordar ese tipo de comportamientos, tan importante o más que censurarlos y repararlos, es analizar de dónde vienen. Lo primero es preguntarse: ‘¿qué hay detrás?’.
Atreverse a poner límites
Hablar de violencia es hablar de una expresión conductual inadecuada de la rabia y de la ira; dos emociones que, en cambio y por sí mismas, no sólo no son negativas, sino que, en muchas ocasiones, ejercen como motor de cambio.
Detectar que algo nos está dañando, poner límites, abandonar una relación que no funciona o dejar un trabajo son solo algunos ejemplos de cómo la rabia y la ira pueden impulsar cambios positivos en nuestras vidas. Un joven entrenado en autoconocimiento y asertividad va a poder gestionar cualquiera de los procesos que hemos mencionado sin que acaben convirtiéndose en un problema para sí mismo o para los demás. El conflicto llega cuando el o la adolescente no ha desarrollado esas herramientas de autorregulación.
La rueda de las emociones
Por eso, la prevención de la violencia en la adolescencia pasa por la educación emocional, un entrenamiento que debe iniciarse desde la primera infancia. La rueda de las emociones, que recoge las cinco emociones básicas del ser humano, puede resultar muy útil a la hora de diseñar dinámicas que fomenten el autoconocimiento en los más pequeños.
La tristeza, la ira-rabia, el asco, el miedo o la alegría representan algo así con nuestro software y están conectadas con un gran número de elementos que, una vez hemos aprendido a identificar, nos ayudarán a ponerle nombre y a entender lo que sentimos: Si tengo calor en la cara, me duele la tripa y tengo los dientes apretados, ¿cómo me siento?, ¿dónde lo siento?, y, en última instancia, ¿qué es lo que hago con eso?.
El trabajo con el cuerpo
Otro campo muy interesante tiene que ver con el trabajo con el cuerpo. A veces, cuando uno está muy desregulado, no es capaz de calmar lo emocional a través de lo cognitivo y dónde realmente va a encontrar ayuda va a ser en su propio cuerpo, con ejercicios tan sencillos como puede ser andar. Para los niños y las niñas puede ser clave aprender técnicas de respiración adecuadas e interiorizar que las emociones son como olas, que igual que vienen, van.
En consulta, muchas veces les pedimos que caminen; es lo que llamamos ‘Un tiempo fuera’ y les da la posibilidad de marcharse y estar un tiempo a solas para poder respirar porque lo último que se necesita en un momento de ataque de ira es más presión. Una vez nos hemos calmado, entonces sí, podemos tratar de averiguar cuáles han sido los disparadores previos que nos han hecho llegar a esta situación.
Contextos amables de escucha, calma y comprensión
Programas de regulación emocional hay miles, pero lo más importante es que tengan un espacio para expresarse.
Necesitan adultos confiables con los que se sientan cómodos y no tengan miedo o vergüenza a la hora de hablar y vaciar esa olla express en la que podemos convertirnos todos si no nos desahogamos. Las emociones son automáticas y, si no salen por un lado, lo harán por otro.
También aquí la familia juega un papel fundamental. No hay que olvidar que los niños interiorizan lo que les decimos, pero sobre todo lo que hacemos y los adultos de referencia actúan como un modelo de regulación emocional. Es muy importante generar en casa contextos amables en los que haya escucha, calma y compresión.
Recursos adicionales
Y todo esto debe continuar en Secundaria. No tiene sentido que lo emocional pierda tanto espacio justo cuando los niños entran en un momento especialmente vulnerable. Como recursos para esta etapa puede ser muy interesante el libro de Pablo R. Coca (@occimorons) “Esas cosas que nos (pasan) pesan”; o el pequeño ikigai: Cómo encontrar tu camino en la vida. René Merino es otro ilustrador que me encanta.
Para Educación Primaria, hay un libro muy interesante que es ‘El monstruo de colores’ y también usamos un vídeo muy chulo — “Just Breathe” by Julie Bayer Salzman & Josh Salzman”, que está disponible en abierto en youtube—.
Fuente: Faro de Vigo