Sergio Sánchez Fuentes: “La inclusión en la Educación no es algo optativo, es obligatorio”
Personalización, inclusión, adaptación y accesibilidad. Con esas palabras se podría definir el Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA), un modelo que propone una Educación más flexible y versátil en la que ningún alumno, independientemente de su contexto, características o ritmo de estudio, se quede atrás. Una Educación, también, en la que la práctica del conocimiento y su aplicabilidad a la realidad y la sociedad prime por delante de la memorización de conceptos.
Por este modelo apuestan profesionales como Sergio Sánchez Fuentes, doctor en Educación y licenciado en Psicopedagogía por la Universidad de Salamanca, que ha ejercido como profesor y formador en numerosas instituciones académicas tanto españolas como latinoamericanas. A lo largo de su trayectoria ha participado en proyectos de investigación, entre los que destacan aquellos sobre la puesta en práctica del DUA. En él habla en su libro El Diseño Universal para el Aprendizaje.
Descubrimos con él las claves de este modelo y desgranamos algunos de los aspectos en los que el actual sistema educativo debería incidir. Una Educación inclusiva, ¿es una posibilidad real… o una utopía?
Pregunta.– ¿Qué propone el Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA)?
Respuesta.– Pretende ser un eje transversal en la mirada en la que los profesores se sientan a programar sus clases. Parte de la premisa de la flexibilidad y la accesibilidad para diseñar nuestras clases teniendo en cuenta a la mayor variabilidad posible de estudiantes. Se trata de pensar en los distintos tipos de aprendizajes de los alumnos que tenemos en las aulas y, a partir de ahí, diseñar bajo una premisa de diseño universal. Cuanto más flexibilidad y variabilidad tengamos en cuenta al diseñar, menos adaptaciones tendremos que hacer a posteriori.
¿Cómo ayudar a acceder a la educación a aquellos estudiantes con ‘límites’? ¿Cómo hacerla atractiva?
–Para las personas con algún tipo de discapacidad o dificultad la tecnología suele ser un apoyo para flexibilizar todo lo que tiene que ver con la multimedia. Sino, hay que buscar estrategias para que este tipo de alumnos puedan acceder a la clase teniendo en cuenta el principio del engagement o participación, motivación…
Este es el principio que más trabajo le requiere al docente puesto que es el más cambiante. Los principios de representación y expresión pueden perdurar más en el tiempo. Cuando me siento a programar o diseñar mis clases puedo dedicar cinco minutos a repasar lo visto el día anterior. O permitir la comunicación por diferentes vías u ofrecer la multimedia de una forma alternativa por la vía correspondiente. Todo eso un docente lo puede hacer de manera habitual. Ahora, lo que tiene que ver con el principio de la emoción requiere que conozca a sus estudiantes. Hoy en día esto es lo más importante porque es fundamental para que al estudiante le sea atractivo aprender.
¿Cómo gestionar equitativamente las diferencias entre alumnos sin perjudicar o dejar de atender a ninguno de la manera en que lo necesita?
–Ese es un gran reto del sistema educativo. Con el DUA la flexibilización en los métodos nos permite esa variabilidad para adaptarlo a los diferentes ritmos de aprendizaje. Ahí la tecnología ayuda mucho. Yo siempre pongo un ejemplo que tiene que ver con las matemáticas, un problema sencillo de sustracción. Con el uso de la tecnología esa flexibilidad permite ver que si un alumno ha llegado a la multiplicación se le puede añadir una segunda parte al problema que añada la división. Pero a lo mejor un estudiante no ha llegado a las decenas, sigue en las unidades, y el problema se puede adaptar.
Esa flexibilidad nos la da la tecnología, pero esto siempre está condicionado a la disponibilidad de los recursos y que no suponga una barrera porque no se tenga acceso, no se conozca su funcionamiento, no se tenga disponibilidad o se tenga un tipo de discapacidad y el uso no sea adecuado.
El DUA se crea en un entorno muy concreto para desarrollarse. En EEUU, donde la tecnología es algo estandarizado. Hay que hablar del modelo del Diseño Universal del Aprendizaje de una forma contextualizada. Yo, que trabajo mucho en el contexto de Latinoamérica… hablar de tecnología en una región pobre de Ecuador o caribeña de Colombia no es lo mismo que en el centro de Santiago de Chile o en el barrio de Salamanca de Madrid.
Siempre hay que matizar esa premisa inicial de la que parte el DUA en cuanto a la tecnología con el contexto inmediato en el que se desarrolla. Si trabajas en una zona donde los alumnos tienen un alto riesgo de exclusión social porque los padres tienen dificultades… ¿Cómo les vas a pedir que paguen tres dólares por una app de matemáticas con un iPad que vale 500? No tiene sentido.
La tecnología es buena para el aprendizaje, pero no todos tienen el mismo acceso. ¿Cómo paliar ese gap?
–Creo que las Administraciones son las que deberían dar un paso al frente. En la pandemia vimos cómo con el esfuerzo que hicieron en dotar de recursos a los centros y los estudiantes se pudieron seguir las clases de manera virtual o híbrida. La Administración tendría que tomar un papel relevante, no sólo en proporcionar recursos tecnológicos, sino también en formar a los docentes y a los estudiantes sobre cómo utilizarlos pedagógicamente.
Porque claro, yo quiero un iPad para trabajar con medios educativos pero para eso tengo que ver cómo puedo trabajar con un iPad. Hay que dotar de recursos, de formación y tiempo de aprendizaje al profesorado con esa visión pedagógica, y que el personal del centro esté actualizado en cuanto a necesidades tecnológicas para llevar a cabo el mantenimiento y la vigilancia del correcto funcionamiento de los equipos. En los centros nadie dispone de un profesional que pueda solventar problemas relacionados con estos dispositivos. Si un maestro no sabe de informática, no va a poder solucionarlos.
La personalización de la enseñanza, ¿es una utopía o puede ser una realidad?
–Es algo a lo que deberíamos aspirar como país. Nuestro contexto, en el que en la Educación Primaria las aulas tienen aproximadamente una ratio de 25 alumnos por clase, no es malo en líneas generales. Hay muchos países de Latinoamérica con tasas mucho más altas. Pero si tengo en clase cuatro alumnos con necesidades educativas especiales de diversas discapacidades, además de un estudiante con TDH y algún problema de conducta, otros con baja motivación… Llegar a todos en igualdad de condiciones para esa personalización es complicado. Pasaría por la dotación de recursos.
Yo no soy especialista y, por tanto, no me atrevería a aventurar un titular acerca de la personalización, pero es cierto que dotar de recursos y apoyos para, por ejemplo, la co-docencia dentro del aula… el aprendizaje se vería mejorado. Creo que es una utopía alcanzable, pero para la que se necesita tiempo y recursos.
Preocuparse por los alumnos, formarse, reflexionar sobre las condiciones de enseñanza… Estas características responden a un buen profesor. ¿Las distingues en el profesorado español? ¿Qué les falta? ¿Por qué y cómo lograrlo?
–Diría que sí. Muchas de las medidas que plantea el DUA ya las aplican muchos docentes porque se han dado cuenta de que son buenas para la enseñanza y el aprendizaje de sus estudiantes. Cuando un maestro ve que iniciar la clase repasando cinco minutos lo que se ha visto el día anterior para refrescar el conocimiento y plantear lo que se va a ver a continuación beneficia a sus estudiantes, lo pone en práctica. Eso es algo que el DUA sistematiza en una pauta y un indicador concreto pero que cualquier buen docente ya hace.
En muchos casos no viene a reinventar la rueda, solo ordena ciertas actuaciones, como proporcionar alternativas a la formación visual y auditiva a los alumnos con discapacidad visual, dar una explicación o un glosario de términos de los conceptos nuevos que se van a ver en clase por primera vez para que el estudiante los comprenda mejor o destacar las ideas clave importantes… El DUA tampoco es algo para lo que haya que tener tres doctorados y dos másteres, simplemente tiene una base detrás que dice que esas actuaciones que ya hace un buen docente mejoran el aprendizaje. Y el profesor tiene que ejecutar esa manera de trabajar con tus estudiantes.
¿Qué les falta a aquellos docentes desmotivados para mejorar sus clases?
–Uf… Si lo supiera, debería ser ministro. El factor motivacional es fundamental en una profesión tan emocional como la nuestra. Los profesores no somos generadores de código matemático en un ordenador. Nosotros trabajamos con personas, y como tal la empatía, el gusto por enseñar y por ver la mejora en personas, que eso va a revertir en la sociedad, es fundamental. Para mí, empatía, motivación y vocación son tres aspectos fundamentales que deberían estar presentes siempre, también en la selección de los futuros profesionales que van a trabajar en la educación.
En el libro dices que muchos no impulsan medidas para una educación inclusiva por su miedo al cambio… ¿Cómo combatirlo?
–La literatura académica y científica diría que el mayor miedo que el docente tiene a aplicar nuevos modelos es a pensar que no sabe cómo trabajar. Cuando preguntas a los profesores universitarios cuál es la mayor barrera para trabajar con chicos con discapacidad contestan que el profesorado no sabe qué es la discapacidad o cómo trabajar con ella. Yo diría que lo más importante o necesario es el tiempo. Al profesor siempre le falta tiempo para sentarse a reflexionar sobre su propia práctica educativa. No hay espacio en el sistema para que tenga tiempo para hacerlo.
También hay una parte que tiene que ver con el síndrome del trabajador quemado. Las condiciones muchas veces en Secundaria con el tipo de alumnado, la tasa de abandono o la falta de motivación de los estudiantes hacen que sea muy complicado ese desarrollo profesional. Y se necesita más pedagogía y más psicología. El máster de Profesorado que vino a sustituir a la formación anterior pretendía otorgar más herramientas, y ahora mismo habría que… Desde luego, el docente… El que no quiere trabajar nunca va a trabajar, pero en ningún sector.
El problema es que cuando se trabaja con personas que luego van a conformar una sociedad, lo que transmites es importante tanto por la vía verbal como por la no verbal. Esto puede aplicarse a cualquier campo que trabaje con personas, y en la Educación en mayor medida porque pasamos muchas horas. Es que en Primaria somos un referente, porque pasamos mucho tiempo instruyendo a los estudiantes, cosa que muchas veces en casa ni siquiera pasa.
Económicamente, un mejor sueldo siempre ayudaría. Pero cuando lo tuviéramos querríamos uno mejor, porque ya nos habríamos acostumbrado.
Adaptar la educación a cada alumno supone mucho esfuerzo. ¿Algún profesor te ha dicho que no le sale rentable?
–En cualquier conferencia parto siempre de una reflexión: la educación inclusiva no queda a la voluntariedad del docente. Es una obligación, porque así lo marca la Lomloe, la Declaración de los Derechos de las Personas con Discapacidad, los Objetivos de Desarrollo Sostenible… Y esto viene teniendo un recorrido prácticamente desde la Declaración de Salamanca hace más de 25 años. La inclusión no es algo optativo, es obligatorio.
Ahora bien, ¿esto se transmite en las universidades para que los futuros docentes salgan con esa condición? Quiero creer que sí. ¿Cala en todos los maestros o profesores de Secundaria? Siendo realistas, la verdad es que no. Es muy difícil, especialmente en la etapa de Educación Secundaria, porque la formación es más especializada en un ámbito de conocimiento, y por tanto las herramientas de las que se dispone para trabajar con la diversidad son menores que en Primaria. ¿Es una obligación? Por supuesto. ¿Debería exigirse como tal? Por supuesto. ¿Lleva más tiempo?
El DUA en realidad lo que dice es que si diseñas desde el principio pensando en esa mayor variabilidad, como vas a tener que hacer menores adaptaciones a posteriori, realmente no requiere más tiempo.
¿Se están adaptando el currículum y los estudios correctamente a esta Educación inclusiva?
–El currículum es algo normativo que tiene que tener un sistema por ley. Nuestro currículum tiene que tener un principio de flexibilidad y accesibilidad que hasta ahora se estaba teniendo en cuenta con las adaptaciones curriculares. Pero, desde mi punto de vista, el DUA viene a superar el modelo de adaptación curricular. Sin embargo, ¿cómo se está llevando a cabo? Creo que es muy difícil mantener un modelo estándar cuando estamos cambiando constantemente de leyes educativas. Eso es un gran problema. Con las situaciones de aprendizaje en la Lomloe, que deberían estar diseñadas bajo los principios del DUA, es un paso más que supone una tarea extra al docente, y eso hace que exista un rechazo por el tiempo extra que implica ese diseño.
Muchos alumnos se quejan de que la educación es solo aprender de memoria un temario. ¿Crees que con estas medidas el sistema puede volverse más práctico?
–Eso es un poco lo que pretende hacer la nueva ley: no centrarse solo en la adquisición de un contenido de conocimiento teórico sino también en su aplicabilidad en la sociedad. Sería deseable trabajar hacia un modelo donde la aplicabilidad de lo que enseñamos tenga realidad en la sociedad. Si asumimos que una clase es una minisociedad que se va a reproducir en el futuro en una real, tenemos que entender que la diversidad está presente y que tenemos que convivir y trabajar con ella, pero también que lo que enseñemos será el reflejo de lo que luego esos estudiantes hagan como ciudadanos.
La aplicabilidad del conocimiento sería deseable y no está exenta del necesario conocimiento de ciertos saberes que son fundamentales para manejarse en sociedad.
Comentabas que la educación está cambiando y el sistema ya no se basa tanto en la memorización. ¿Por qué se ha tardado tanto en llegar a la conclusión de que el alumno tiene que aprender de una forma más práctica?
–En España la Educación desgraciadamente es algo partidista, y no tener un pacto de Estado para luchar por una educación consensuada y que aúne y represente a todos los ciudadanos hace que tengamos carencias y no progresemos como podríamos hacerlo como país. No tener ese pacto hace que vayamos más atrasados, porque no vamos todos a una. Esto es un factor que acaba quemando mucho a los profesionales.
La Ley debería estar hecha no solo por las personas implicadas, los maestros, los profesores de secundaria… También desde las universidades y facultades de educación, donde los teóricos tienen estudios y formación sobre aquello que implica a la Educación. Hay mucho en juego. Nosotros deberíamos ser los que conformemos esas mesas de debate si se llegara a un consenso. Y, a nivel social, debería verse al profesor como una figura necesaria.
Finlandia tiene gran fama en Educación: hay un reconocimiento social del docente, ya que está formando a los futuros ciudadanos del país. Eso es fundamental en un sistema educativo, y nosotros no lo hacemos.
¿Ves factible la capacidad de decisión de los alumnos en el aprendizaje? ¿Realmente se les está enseñando a conocerse a sí mismos para ser independientes y capaces de tomar una decisión tan importante como la de la manera de evaluarse?
–No, pero porque el sistema no favorece ese tipo de reflexión. Hemos ido cambiando de leyes y modelos, pero la evaluación numérica cuantitativa hace que el docente esté obligado a realizar un tipo concreto de examen para poder rendir las cuentas que la Administración necesita para certificar la educación de los alumnos. Puede que ahora se trabajen más las competencias, que se busque una ciudadanía más completa de manera transversal… pero el 7 en matemáticas te lo tienes que llevar a casa exactamente igual.
¿Hay reticencias en el profesorado a darle voz y voto a los estudiantes? A que ellos tomen partido en los procesos de evaluación.
–Sí, pero también porque partimos de una cultura que fiscaliza mucho la labor. En muchos contextos, especialmente en algunas comunidades, el tema de los rankings, la elección de centro y el condicionamiento que eso supone en función de los resultados hacen que el docente esté expuesto a esa crítica, no por crear mejores ciudadanos sino porque sus alumnos obtengan mejores notas para así captar nuevos clientes.
En tu libro propones medidas para crear una educación más flexible, inclusiva y accesible. ¿Lo ves posible en el sistema y la sociedad actual? ¿Qué tenemos que mejorar?
–Creo que el DUA se puede aplicar, pero hay un factor fundamental: el tiempo. El docente necesitaría tiempo para repensar su metodología, reflexionar sobre su programación, su planificación y su forma de dar clase. Para eso se necesita tiempo y todos sabemos que no es algo de lo que un profesor goce con facilidad. El que viva en una familia de profesionales de la Educación sabe que el domingo es un día laborable en la mayor parte de casos porque por la tarde lo que se hace es trabajar, programar la semana, corregir…
La falta de recursos personales y económicos… que se dote a los centros de personal para bajar a los docentes el número de horas y que puedan dedicarle tiempo a esto… o proporcionarles espacios para poder reflexionar acerca de la práctica educativa… Esto limita la aplicación de esta visión o mirada inclusiva.
Repito: el DUA no reinventa la rueda, cambia la manera en que nos sentamos a mirar cómo vamos a hacer nuestra docencia. No se requieren unos conocimientos exhaustivos. De hecho, los trabajos académicos o científicos en los que se basa el libro nos dicen que no se necesitan excesivos tiempos de formación, sino tiempo para replantear la manera en que programamos nuestras clases.
Fuente: Magisnet