Repetir curso: ¿un “castigo” desmotivador o una “oportunidad” de aprendizaje?
La LOMLOE, también conocida como ley Celaá, lo tiene claro: repetir curso debe ser una medida excepcional. La nueva norma educativa implantó esta polémica condición de promoción el pasado curso 2021-2022 y ahora, al conocerse que las tasas de repetición han vuelto a ser similares a las anteriores a la pandemia de coronavirus, el debate se ha reabierto entre docentes, familias y alumnado.
“Para mí fue un castigo”, cuenta por su parte Jesús. A sus 31 años recuerda como el sistema educativo le falló en uno de los momentos más duros de su vida. El primer curso de la ESO coincidió con una época complicada para el joven y asegura que repetir terminó por hundirle. “Decidí que ya no iba a esforzarme, solo quería salir de ahí”, rememora. Nunca llegó a terminar secundaria, en el instituto no supieron “valorar” su esfuerzo.
La hija de María Capellán tiene ahora 22 años y un futuro prometedor que podría haber cambiado mucho si hubiese repetido. Le quedaron tres de las asignaturas “más fuertes” cuando tenía 14 años y los docentes decidieron que aun así debía pasar de curso. Su madre entró en cólera, pero al año siguiente “las aprobó todas”. “Mamá, si me hubiesen hecho repetir habría perdido la poca motivación que tenía” es una de las frases que más ha escuchado desde entonces.
Sin embargo, no todo es blanco o negro en la repetición de curso, advierten algunos docentes. Para el presidente de la Asociación Profesional de Pedagogos y Psicopedagogos de Galicia (Apega), José Manuel Suárez, “cada caso es un mundo” y, en muchas ocasiones, la repetición es algo “inevitable” en el sistema educativo actual que puede tener efectos positivos. Hay menores que pueden “entender las materias de otra forma” y verse beneficiados en cuanto al “desarrollo madurativo”, opina.
El problema de las tasas de repetición en España
En cualquier caso, lo cierto es que las tasas de repetición en España son una de las mayores de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), un problema del que la institución ha advertido en varias ocasiones al país.
Concretamente, el 8,7% de los estudiantes de la primera etapa de secundaria y el 7,95% de la segunda habían repetido en 2019, cuando las medias eran del 1,9 y del 3%. Los últimos datos comparativos, además, posicionan a España como el territorio con más repetidores en los primeros niveles de secundaria, el tercero con mayor número en los segundos y el octavo con más alumnos repetidores en primaria.
Esta semana se ha conocido también la actualización de la estadística del Ministerio de Educación y Formación Profesional que, aunque evidencia una clara tendencia a la baja a lo largo de los años, muestra cómo se ha registrado un aumento de sus tasas de repetición en el curso 2021-2022 tras el parón de la COVID. Entonces “se pasó la mano” para no complicar más la situación, opina el pedagogo José Manuel Suárez, quien ve natural que hayan vuelto prácticamente a niveles prepandemia.
En el año académico anterior al actual, la tasa de repetición en primaria en toda España se situó en el 2% frente al 1,2% del curso 2020-2021, mientras que en secundaria se ha pasado del 4,2% al 7,6% y en Bachillerato, del 3,4% al 6,9%. Llama la atención especialmente el caso de Murcia, que registra los índices más altos en dos de las tres etapas: en primaria alcanza el 4,9% y en secundaria escala al 11,7%.
Una medida que puede hacer “ver más allá del recreo”
Las causas de estas cifras llevan discutiéndose años, y algunos expertos hablan incluso de una “cultura de la repetición” emanada de fallos como la precaria atención a la diversidad, las dificultades socioeconómicas y culturales de las familias como los divorcios y las separaciones, que se dejan sin abordar, y el nivel más alto que se le pide a los alumnos en comparación con otros países de la OCDE.
Suceda por el motivo que suceda, que en muchas ocasiones es multifactorial. El presidente de Apega, José Manuel Suárez, sugiere que se trata de una medida “inevitable” hoy en día. Para el pedagogo lo ideal sería que la escuela permitiera a cada niño desarrollar sus capacidades, sus “intereses especiales” y lo que necesite, en lugar de pedirle “más de lo que puede dar”. Pero el sistema educativo en la práctica es “rígido” y esa utopía, dice, aún no es posible. “Siempre va a haber repeticiones”, insiste.
Repetir incluso puede tener su lado positivo en determinadas circunstancias. Cambiar de compañeros, por ejemplo, puede ayudar “a ver más allá del recreo y centrarse en el estudio“, añade Suárez.
“A veces un niño cuando se encuentra de nuevas en un grupo y ve que no está al nivel, se siente un apartado. Si se le dan las posibilidades y los recursos para que lo alcance, para él va a ser una gran satisfacción personal“, comparte también el director del CEIP Santa Teresa de Salamanca, Javier Albalat, quien hace hincapié en la necesidad de valorar cada caso y solo optar por la repetición “si de verdad le va a valer para algo” al alumno, independientemente de su edad o de la etapa.
Todas las personas poseen un ritmo de maduración diferente que no tiene por qué estar ligado a un año determinado, por lo que el pedagogo de Apega afirma que repetir puede ser beneficioso para alguien cuya “capacidad madurativa” sea más acorde con una de menor edad en la organización del sistema educativo. Cursar de nuevo un nivel, además, puede hacer que los docentes determinen mejor el origen de las dificultades del alumno, ya sean familiares o de falta de recursos, y abordarlas.
Familias, exalumnos y ONG: “Pierden la motivación”
Hay quienes, sin embargo, no son capaces de mencionar ningún posible efecto positivo de repetir curso. Así lo entiende María Capellán, madre y presidenta de la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnado (Ceapa) para quien hacer el mismo curso significa un grave golpe a la autoestima y a la motivación. “Pierden el grupo de referencia y se les cataloga de torpes, vagos y tontos”, expresa.
Coincide con esta opinión el último informe de Save the Children sobre la repetición de curso en España. Este estudio asegura que, no solo tiene un efecto “nulo” sobre el aprendizaje, sino que puede perjudicar al alumnado más desfavorecido o más perjudicado por determinadas circunstancias. “Puede tener efectos positivos en el mismo año, pero se disipan y se vuelven negativos al avanzar la escolarización”, afirma la ONG.
Jesús, por ejemplo, sufrió esas etiquetas cuando cursaba primero de la ESO y transitaba por un difícil momento personal. Suspendió diez asignaturas de las que, tras un gran esfuerzo, recuperó todas menos tres. Aun así repitió curso, y lo recuerda como uno de los peores momentos. “He aprendido mucho y quizás con lo que sé ahora me lo hubiese tomado de otra manera, pero cuando eres joven sientes que solo lo hacen para molestarte“, cuenta a RTVE.es.
Por aquel entonces repetir curso llevó a Jesús a tomar la determinación de que no se esforzaría más. De hecho, volvió a repetir en segundo de secundaria y terminó abandonando el instituto. “Cuando entré en el Grado Medio me encontré de nuevo con gente de mi edad y eso me motivó muchísimo”, recuerda. Ahora tiene un trabajo estable y el pasado ya no duele, pero, dice, le habría ayudado sentirse valorado en su adolescencia.
Por casos como ese, los docentes entrevistados insisten en que la repetición por sí misma no es ni buena ni mala, sino que depende del alumno y sus circunstancias. Su contexto y dificultades deben analizarse concienzudamente antes de tomar la decisión. Si esta finalmente llega, apunta Albalat, debe ser apoyada por todos los agentes educativos, incluidas las familias. “Hay que ver más allá del aprobado”, mirar por el bienestar del niño y entender que, tras una acertada repetición, “la vida sigue y se recupera un ritmo normal”.