Ponerles límites sin volverles ‘marionetas’
Los límites no solo son positivos, sino que son necesarios para el correcto desarrollo de cualquier niño. Cuando nacemos, de forma inherente a nuestra naturaleza, estamos codificados como seres sociales. Esto conlleva que, para vivir en comunidad de acuerdo a un grupo social, deben existir limitaciones acordadas en esa sociedad.
Ir descalzo por medio del Amazonas en una tribu autóctona de esa zona es de lo más natural pero, ¿puedes ir descalzo por la calle en una ciudad de nuestro país? ¿Quién acuerda que esto sea así? El grupo social. ¿Y en base a qué? En base al beneficio que reportan esas decisiones tanto a la comunidad como al individuo que en ese entorno se desarrolla.
Quiero recordar una vez más que cuando aprendemos, no lo hacemos para “ser felices”, sino para adaptarnos biológicamente al entorno y sobrevivir con nuestros recursos personales. Sabiendo que la primera socialización se da en la familia, es responsabilidad de la misma ayudar al desarrollo íntegro de los niños que en ella crecen.
Para ello, la familia establece límites de acuerdo al desarrollo cognitivo con el que cuentan nuestros hijos e hijas durante la infancia y la adolescencia habiendo aprendido previamente de la experiencia que conlleva ser adulto.
Los límites muestran el sendero a los niños y les ofrecen seguridad durante su fase de desarrollo. La incertidumbre es mala compañera de viaje para los pequeños. Entre otros, algunos estudios subrayan que este estado no se vivencia como agradable ni siquiera para el juego hasta casi los 6 años y eso explica por qué tus hijos adoran ver una y otra vez la misma serie de televisión o jugar una y otra vez con el tobogán en el parque cuando hay cinco atracciones más diferentes que pueden ser divertidas.
Autoritarios vs respetuosos
Muchos adultos creen que el establecimiento de límites y normas va de la mano con la falta de libertad ofrecida a los menores para la toma de decisiones. Pero esto no es así pues hemos de diferenciar entre límites autoritarios en los que el objetivo perseguido es controlar la conducta infantil y límites respetuosos, en los que buscamos proteger y cuidar.
Si yo le ofrezco límites respetuosos a mis hijos, les marco el camino por el que transitar, pero con posibilidad de tomar decisiones dentro de los mismos sin cercar a una sola la posible actuación.
Los límites desde este enfoque abren un campo y dentro de ese campo, ellos tienen libertad. Incluso dentro del mismo, pueden mostrar desacuerdo.
Cuestión aparte es el establecimiento de límites autoritarios en los que busco controlar sin razón.
Siempre en positivo: valida su perspectiva
Si sabemos que el desarrollo cognitivo durante la infancia todavía está en vías de crecimiento, como familias entendemos que sus consideraciones pueden ofrecer sesgos respecto a la lectura que hacen de la realidad sin llegar a invalidar su perspectiva.
Para situarnos: imagina que tú tienes una visión total de 360º y que tu hijo tiene una visión de 90º utilizando al mismo tiempo unas gafas que no le permiten leer los colores que se presentan en la poca amplitud que él puede ver. Tú le describes todo lo que ves y sabes que la información que él te hace llegar está sesgada por su falta de conocimiento sobre todo lo que os rodea a ambos, pero le escuchas y validas su apreciación porque entiendes perfectamente que él no ve lo que tú ves.
Un “pórtate bien” es demasiado ambiguo
Una forma idónea de ofrecer límites es explicar el por qué lo hacemos y el mantenernos firmes respecto a los mismos sin perder la tranquilidad ni la amabilidad para con nuestros niños. No se debe ceder ante un límite antes marcado pero sí que se pueden dar alternativas y sobre todo, emitir el mensaje siempre en positivo y de forma concreta. Así, en lugar de decir frases como “no grites”, va a ser mejor un “hablemos bajito”. Y es que un “pórtate bien” es tan ambiguo que lleva de nuevo a desconocer por parte de los niños qué se puede o no se puede hacer.
Cuando somos adultos, tanto nuestra experiencia como nuestro desarrollo cognitivo hacen permisible que podamos no estar de acuerdo con los límites establecidos. Ya no dependemos de otros y el hecho de tener integradas las normas posibilita que podamos incluso traspasarlas entendiendo que las consecuencias serán responsabilidad nuestra.
Pero para llegar a ese punto en el que como seres autónomos podemos decidir, hemos necesitado de nuestra familia. Ha sido ella quien ha ayudado a forjar lo que somos y quien nos ha permitido conocer de forma segura lo que el mundo nos tenía por enseñar.