¿Merece la pena ser director de colegio?
“¡Buf!” La onomatopeya sale sola cuando preguntamos si merece o no la pena ser director de colegio. Un “ascenso” del que, escuchando a colegas de la profesión y miembros de sindicatos, parecen rehuir buena parte de los docentes autonómicos.
La excesiva burocracia, la carga horaria, y los potenciales problemas con las familias son tres de los motivos que se repiten con mayor frecuencia a la hora de rechazar la posibilidad del puesto frente al sueldo: no parece, primordialmente, una cuestión de dinero.
En este sentido, vemos que la remuneración del puesto de director en España se establece como un complemento al propio salario de profesor y que varía en función del tipo y del tamaño del centro.
Así y en el caso concreto de Galicia, el director de un instituto puede sumar entre 737 y 520 euros extras a su sueldo habitual como docente de Secundaria, mientras que el de un centro de educación Infantil o Primaria, por su parte, percibirá una retribución de entre 300 y 604 euros.
Un proyecto pedagógico con mejoras para el alumnado
“La verdad es que no creo que nadie vaya a asumir la dirección de un centro por el complemento económico. No compensa la carga horaria y de trabajo y responsabilidad que supone. Quienes dan el paso lo hacen porque ven la posibilidad de sacar adelante un proyecto que traiga mejoras para el centro y el alumnado”, explica en esta línea Eva L.Tarrío, que sí quiso ponerse al frente de la dirección del IES vigués Valadares, con 564 alumnos en ESO y Bachillerato, en la que continúa actualmente.
Cuenta que lo hizo porque había proyecto y porque había equipo: “Teníamos un grupo de gente con ganas de hacer cosas e implementar mejoras tanto a nivel pedagógico como de espacios. Siempre con la mirada puesta en el alumnado”.
Al ser preguntada por qué parecen ser tantos los docentes que no quieren ni oír hablar del puesto, Tarrío apunta como principales motivos a la necesidad de estar siempre conectado, a una carga horaria mucho mayor y a un incremento del trabajo burocrático.
“Cada día va a más y, aunque haya un auxiliar administrativo, resulta inevitable que todo eso te quite tiempo para centrarte en lo realmente importante como son todas aquellas cuestiones que tienen que ver con el alumnado y la organización del centro”, describe la directora del IES Valadares, que reivindica también el papel de la jefatura de estudios, actualmente “infravalorada”: “También se asume una gran carga de trabajo y una responsabilidad muy importante, pero, en cambio, la retribución es mucho menor que la del director”.
Un equipo con ganas de hacer cosas y remar juntos
“El puesto estaba vacante y yo tenía otro destino. Me pareció una buena forma de quedarme en el centro y hubo un grupo de gente muy buena que se animó a hacer equipo conmigo e intentar mejorar las cosas”. Además del económico, la comisión de servicios puede ser otro de los incentivos a la hora de animarse a asumir el cargo.
Desde que Marco Veiga decidió ponerse al frente del IES Castelao, con 800 alumnos y dos auxiliares administrativos, han pasado ocho años de trabajo duro y no pocos obstáculos. Ahora, nos cuenta, va a dejarlo.
“No me arrepiento para nada, es más, estoy muy contento de haber sido director. Lo más importante es el equipo y yo he tenido a los mejores”, responde para pasar a aclarar: “Simplemente, es un puesto que genera desgaste: empiezas con muchas fuerzas, pero poco a poco te vas a encontrando con muchos obstáculos entre la administración, el alumnado, el profesorado y las familias y eso te afecta, tienes que valorar si te compensa o no. A veces hay que descansar y además me motiva mucho volver a dar más horas de clase”, dice Veiga, que es profesor de matemáticas.
Insiste, no obstante, en que la del director es una labor bonita: “Ver que estás ayudando al alumnado, a todos y sobre todo a aquellos que tienen menos posibilidades, porque de eso trata la educación pública, de lograr la igualdad… Pues ver que tú estás poniendo tu granito de arena e invirtiendo toda tu energía y remando con el resto del claustro para lograrlo sin optar por soluciones fáciles, resulta muy gratificante. Al igual que comprobar que el centro funciona: este año vamos a tener que baremar en todos los cursos y eso significa que el IES lo está haciendo bien y que el alumnado quiere formarse aquí”.
Antes de despedirnos de Marco Veiga, nos gustaría saber si, en su opinión, hay margen de mejora para reducir el desgaste en las direcciones de los centros escolares y qué decisiones podrían tomarse para lograrlo.
“Supongo que sería un conjunto de cosas: tendría que haber un mayor apoyo por parte de todo el mundo y una mayor respuesta de la administración cuando se piden más recursos, por ejemplo, humanos. Sobre todo, haría falta una mayor planificación y previsión, que los cambios no lleguen de un día para otro, con tanta premura, sino que puedan implementarse de forma ordenada y planificada”, responde el docente, que no está en contra del aumento de la burocracia si sirve para implementar protocolos que permitan hacer las cosas mejor: “Si hay que hacerlo, hay que hacerlo. Lo que no tiene sentido es la burocracia que no sirve para nada”.
Compartir lo adquirido en la mochila de la vida laboral
Sonríe Benito Gil Martínez, al frente del CEIP García Barbón (469 alumnos de Infantil y Primaria) cuando le llamamos para contarle el tema que tenemos entre manos: “¡Esa pregunta sí que es buena!”, dice antes de confirmar lo que a estas alturas parece un hecho y añadir, a motivos como la carga laboral y las horas de dedicación, el del sentido de la responsabilidad: “Gestionas muchas áreas y eres el último responsable de que todas funcionen. Si algo va mal, eres la persona a la que todo el mundo acude: familia, profesorado, instituciones…”.
Con respecto a las tareas burocráticas, también en el CEIP García Barbón cuentan con auxiliares administrativos que reducen la carga de trabajo en este sentido, pero, al final, hay muchas tareas de este tipo que siguen teniendo que pasar por la dirección.Con todo, Gil explica que hay cambios que pueden agilizar mucho los procesos y que de hecho lo están haciendo como la implementación de algo tan sencillo como la propia firma digital.
Cuenta que decidió presentar proyecto para la dirección porque le apetecía poner en práctica su visión pedagógica:“Yo creo que sí tiene muchas cosas buenas. A lo largo de tu carrera como docente pasas por distintos colegios y conoces de cerca distintos modelos educativos. Eso te permite ir construyendo tu propia visión y ser director te brinda la oportunidad de ponerla en práctica respaldado por tus compañeros, porque sin ese respaldo no puedes hacer nada”.
“Liderar un cambio pedagógico compartiendo toda la experiencia que has acumulado en la mochila sobre las cosas que funcionan y aquellas otras que se pueden mejorar es muy bonito”, apostilla aunque, para él, una de las mejores cosas del cargo es que no le impide seguir disfrutando del aula: “Aunque sea director puedo seguir dando clase, que al final es la parte que más me gusta”.