Al César lo que es del César y a la Administración lo que es de ella
El otro día salió publicado un artículo sobre un programa social dedicado a la inserción de jóvenes tutelados que dentro de pocos días va a cumplir 25 años de actividad. Hasta aquí nada nuevo, pero lo que no me agradó comprobar fue que se la atribuyera la creación del programa a la entidad social que simplemente lo está ejecutando. Algo que puedo afirmar con toda rotundidad ya que fui yo el responsable de la creación del Programa Mentor como pedagogo de la extinta Consellería de Familia, Promoción do Emprego, Muller e Xuventude. Y no sólo eso, sino que, en 1998, cuando este inició su andadura, se consiguió que su senda fuese seguida por otros muchos programas que, como setas en otoño, adoptaron sus señas de identidad para ser implantados en otras comunidades españolas, y a las poco tiempo después se acabaron uniéndose casi todas las restantes.
El eje principal de este programa es orientar a los jóvenes tutelados sobre las nuevas perspectivas que se les abren cuando finalice su tutela pública y tengan que vivir de forma independiente, ya que, en la mayoría de las ocasiones, las expectativas de un regreso a su núcleo familiar son casi nulas . Las claves para su autonomía las consiguen gracias al apoyo de una serie de profesionales en inserción sociolaboral, que les ayudan a ir practicando y desarrollando toda una serie de conocimientos imprescindibles para su vida independiente. Entre estos se encuentran actividades tan esenciales como saber comprar; relacionarse y compartir las tareas con otros jóvenes en sus hogares de convivencia; ahorrar algún dinero para cuando no dispongan de ingresos o buscar trabajo e incorporarse a un empleo con garantías de permanecer en él el mayor tiempo posible: la vida misma.
Veinticinco años son muchos años para cualquier programa social, por eso, para mí, es un gran orgullo, tanto a nivel personal como profesional, el haberlo creado y que ya desde sus inicios haya sido bien valorado por todos los políticos gobernantes de aquellos momentos, a la vez que por la propia Unión Europea -parte cofinanciadora del mismo junto a la Xunta de Galicia- al ponderarlo como un proyecto pionero en su área.
Durante mi trayectoria profesional como pedagogo en la Xunta de Galicia he creado muchos otros programas que, igualmente, han recibido la aprobación de mis jefes y compañeros, como es el caso del programa de Educadores Familiares. Un programa que hoy está integrado en casi todos los ayuntamientos gallegos y desde el que se atienden a aquellas familias cuyos roles parentales tienen importantes fisuras. También he sido el promotor del Teléfono de la Infancia (inicialmente denominado Teléfono del Menor). Creado en 1994, cuando todavía no existía ningún teléfono público gratuito liderado por una Administración que le pudiese prestar asistencia a los problemas de malos tratos a la infancia y la juventud. Un teléfono que, en la actualidad, se ha convertido en toda una referencia global tras ser implantado por la Comisión Europea como un medio de denuncia de una situaciones anómalas sobre los menores y al que se puede llamar desde cualquier punto de Europa con tan solo marcar el número 116 111.
Podría seguir enumerando otros muchos programas que he realizado y que hoy forman parte del sistema de protección gallego y que son ejecutados por personal de la Administración autónoma de Galicia o por entidades sociales colaboradoras de esta. Pero como advierto en el título de este artículo, a cada una de las partes hay que darle el valor que tiene su trabajo. Ya que muchas veces, la gente no ve a la Administración como gestora de proyectos y solo la percibe como subvencionadora de los que le proponen desde la sociedad. Algo que no es cierto, como creo que ha quedado demostrado con estos escasos botones de muestra. Por eso, y sin quitarle valor a lo que hacen otros, creo que es importante ver a los profesionales de cualquier Administración como decisivos a la hora de implantar programas útiles para toda la ciudadanía. Pues, como le dije en una ocasión a un profesor universitario cuando me preguntó en que metodología nos basábamos en la Administración para crear un programa, mi respuesta fue tan concreta como decisiva: en la de la necesidad social. Es decir, los programas se crean para dar respuesta a los problemas sociales, aunque muchas veces el problema principal no es otro que la falta de medios económicos para ponerlos en marcha.
José Manuel Suárez Sandomingo