Suicidio en adolescentes: ¿cuáles son los factores de riesgo?
Con la vista puesta en los datos, desde el 2019, los casos de ansiedad o depresión en menores se multiplicaron por tres. El suicidio, por su parte, creció hasta un 59 %, según las conclusiones aportadas por el Grupo de Trabajo Multidisciplinar sobre Salud Mental en la Infancia y en la Adolescencia, de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (Aepep). La Organización Mundial de la Salud señala que el suicidio «es un problema de salud pública importante pero a menudo descuidado», que se traduce en una muerte cada 40 segundos. Lo trágico del asunto es que muchos son «prevenibles con las intervenciones oportunas».
La realidad es cruda. En España, los menores fallecen, sobre todo, por causas externas, en la mayoría de los casos o bien es un accidente, o bien es un suicidio. Su salud mental es uno de los peligros a los que se enfrentan y el confinamiento no hizo más que empeorarla. Parece que mientras se atendía una pandemia, otra se descuidaba. Tal y como se refleja en el informe Crecer Saludable(mente), de Save The Children, entre el 2017 y el 2021, los trastornos mentales aumentaron del 1 al 4 % en menores de entre cuatro y catorce años, y del 2,5 al 7 % en el caso de los trastornos de conducta.
Desde el grupo de trabajo de la Aeped, explican que durante el 2020, «se suicidaron en España catorce niños menores de 15 años, el doble que el año anterior, y entre los jóvenes de 15 a 29, el suicidio es ya la segunda causa de fallecimiento, solo superada por los tumores malignos». La pandemia fue un momento de incertidumbre, preocupación, estrés y «muchísimo miedo al futuro», explica Carina Fernández, psicóloga coordinadora de Atención Integral en Feafes Galicia.
Los jóvenes también vieron coartadas sus relaciones sociales, algo fundamental en pleno desarrollo de la personalidad. Es más, el cambio socioafectivo más importante entre la niñez y esta nueva etapa se basa en pasar página de la dependencia emocional de la familia y trasladarla a los amigos. La amistad supone uno de los escenarios fundamentales para desarrollar la autonomía y definir la identidad de cada uno. «No pudieron verse en persona, tuvo que ser todo a través de las redes con los peligros que eso conlleva. Abandonaron actividades que les gustan de manera obligatoria y cambió su rutina o su forma de vida», añade Fernández. Que ni hablar queda de aquellos que perdieron a seres queridos. Esto no quiere decir que los adultos no hayan sufrido, sino que los menores son más vulnerables: «Los adolescentes están desarrollando su forma de ser, y al contrario de los mayores, todavía no tienen suficientes herramientas para hacer frente a la adversidad», precisa la psicóloga de Feafes.
El ritmo de vida también les afecta. Para Alejandro de la Torre-Luque, profesor de la Facultad de Medicina del área de Psiquiatría de la Universidad Complutense de Madrid, esto es un enorme problema que se traslada a los más pequeños de la casa: «Estamos sumidos en una sociedad que cada vez pretende ir más rápido y centrada en las emociones positivas y en la felicidad, mientras que considera que las emociones negativas implican que no se están enfrentando bien a una situación», detalla. Por otra parte, los hábitos también han cambiado. Se dedica más tiempo al trabajo y menos al tiempo en familia.
En suma, los niños ni se relacionan igual, ni juegan a lo mismo. «Los adultos ya no les prestamos tanta atención, los dos padres van a trabajar, la vida es mucho más rápida y estresante, y además, entran en juego las redes sociales», apunta Carina Fernández.
Síntomas de una depresión en niños
- Tristeza y llanto
- Pérdida de interés con lo que antes disfrutaba (anhedonia)
- Dificultad para concentrarse y problemas de memoria
- Preocupaciones constantes
- Sentimientos de inutilidad y culpa
- Irritabilidad
- Cambios de conducta como dejar de comer o hablar
- Cuadros somáticos como dolores de cabeza o molestias abdominales.
A su vez, los adolescentes también pueden presentar cambios en el carácter, rebeldía, desobediencia, irritabilidad e, incluso, el comienzo de conductas de riesgo como el consumo de drogas y alcohol.
Las redes sociales: un foco de comparación sin control
Precisamente, plataformas como Instagram o Tik Tok, con cifras de éxito entre los más jóvenes, parecen ser parte del problema. Tanto por la comparación que pueden hacer con lo que parece ser y no es, como por el acceso a información perjudicial y, sobre todo, por el lavado de cara del acoso. Antes de la aparición de las redes sociales, cuando aparecían episodios de bullying, se quedaban en la escuela. Ahora, les persigue: «Antaño, el hogar era un lugar de protección. Sin embargo, en la actualidad, el acoso continúa en casa. Se sienten observados constantemente. Tienen una sensación de inmediatez y las redes influyen en muchos aspectos: cómo visten, el rendimiento escolar, en cómo se relacionan, si uno es popular o en su aspecto físico», precisa Carina Fernández, de Feafes.
Francisco Villar, psicólogo infantil y juvenil y coordinador del programa de atención a la conducta suicida del menor en Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, habla de la relación existente entre pantallas y el incremento de suicidios: «El móvil no ha inventado los abusos sexuales, los ha complicado; el móvil no ha inventado el bullying, lo ha complicado por 200.000», explica el experto. Para él, las intimidaciones no solo traspasan el muro del colegio, sino los límites de una ciudad. Así, el joven siente que la humillación se multiplica. No es la única crítica hacia su uso. De hecho, son muchos los profesionales que se muestran en contra de un tecleo incontrolado. «En principio, las redes sociales son positivas porque favorecen la comunicación. Sin embargo, tienen sus riesgos como puede ser el efecto imitación, algo que se registra ante determinadas autolesiones», precisa Daniel López, psicólogo general sanitario y colaborador en Papageno, una plataforma para profesionales involucrados en la prevención del suicidio.
La Fundación Anar también consideró el riesgo potencial de la tecnología en su Estudio sobre Conducta Suicida y Salud Mental en la Infancia y la Adolescencia en España (2012-2022), en el que concluye que estos dispositivos están detrás del 45, 7 % de los casos que recibieron con intento o ideación suicida. «En primer lugar, los jóvenes utilizan las redes sociales sin supervisión o control parental. Después, los contenidos que encuentran pueden ser nocivos y para ellos son de referencia. No tienen perspectiva de riesgo, ni de madurez para filtrar», concluye Diana Díaz, directora de las Líneas de Ayuda ANAR.
El acoso escolar, detrás de muchos casos
Los factores de riesgo son muchos y se presentan en distintas formas. «En los casos de suicidio en personas jóvenes, es cierto que el bullying está detrás de muchos de ellos. Al mismo tiempo, en esta etapa se construye la personalidad y empiezan a revelarse aquellos trastornos que continuarán hasta la edad adulta. De igual forma, nos podemos encontrar con personas que han sufrido abusos físicos o sexuales, porque los eventos traumáticos en la infancia pueden provocar que en la edad avanzada se de desarrollen este tipo de conductas», cuenta Daniel López. En suma, el experto recuerda que las personas que pertenecen al colectivo Lgtbiq, así como aquellos menores pertenecientes a familias desestructuradas o en procesos adictivos, tienen un mayor riesgo.
No solo esto, sino que la educación importa. López critica la esencia de dos modelos: el autoritario y el permisivo. «Este último es el más común hoy en día, se les permite vivir sin normas y se les facilita todo. La sobreprotección les quita herramientas para poder enfrentarse en la vida a los problemas que el entorno les provoca», señala el psicólogo sanitario. La pescadilla que parece morderse la cola.