“¿Ha de empezar mi hijo 1º de Primaria sabiendo leer y escribir?” La respuesta es fácil: no
El cómo y el cuándo introducimos a los niños en la lectoescritura no es un tema ni mucho menos baladí y está sobradamente documentado que influye en el modo en el que manifiestan sus síntomas trastornos como la dislexia.
Las torres más altas se construyen despacio y con una buena base. Aunque algunas familias y profesionales creen que la lectoescritura ha de ser un objetivo a cumplir en Educación Infantil, lo cierto es que tanto la legislación educativa como la investigación científica les contradicen y señalan, por el contrario, a la primera etapa de Primaria como el momento más idóneo.
Y estaremos todos de acuerdo en que “aproximar” no es sinónimo de “iniciar” y, ni mucho menos de “terminar”. De hecho, este término está haciendo referencia a los conocidos como “prerrequisitos de la lectura”; dicho de otro modo, al conjunto de condiciones previas que posibilitarán el éxito a la hora de aprender a leer y a escribir.
La conciencia fonológica
Entre los prerrequisitos básicos que fundamentan la habilidad lectora, se encuentra la conciencia fonológica, una habilidad oral — y subrayo la palabra oral— clave en el desarrollo de nuestros niños y niñas, que se relaciona con los sonidos (fonemas); y no con las letras (grafemas). Es decir: resulta fundamental haber aprendido a relacionar sonidos antes de empezar a leer y a escribir:
– En un primer momento, a los tres añitos aproximadamente, nuestros niños aprenderán a separar por palabras las diferentes frases, siempre en la oralidad (la – niña – es – bonita). Esto es la conciencia léxica.
– A los cuatro, lo que tendrán que empezar a dominar es la conciencia silábica: separar oralmente palabras en sílabas (ni-ña; bo-ni-ta).
– A partir de los cinco, entonces sí: empezarán a separar las palabras orales en fonemas (conciencia fonémica) e introducirán, ahora y no antes, el principio alfabético (n-i-ñ-a). Ojo, esto no significa que tengan que saber leer con cinco años, sino que habrá llegado el momento de trabajar las correspondencias entre grafema y fonema, basando esa práctica en el sonido que emiten las letras y no en su nombre.
Todo este proceso requerirá de instrucción explícita como señalan numerosas investigaciones (Ehri et al., 2020; Piasta y Hudson, 2022) pues esa conciencia fonológica no es un proceso que se desarrolle automáticamente y será la base de la adquisición alfabética que fundamentará la lectoescritura.
Soy consciente de que existen muchas familias a las que les preocupa que sus hijos e hijos lleguen a 1º de Educación Primaria sin saber leer. A todas ellas, me gustaría transmitirles un mensaje de tranquilidad: ahora tienen que aprender a relacionar sonidos y será en esa primera etapa de Educación Primaria cuando, con una conciencia de los sonidos bien adquirida y un principio de correspondencia entre sonidos y letras, puedan aprender a leer de forma más fluida.
De hecho, saltarnos etapas, aunque sea con la mejor de nuestras intenciones, puede resultar contraproducente y es aquí cuando aplicamos aquello de “antes no es mejor”. Forzarlos a leer con tres añitos sin fundamentar la conciencia léxica, silábica y fonémica (lo que conocemos como conciencia fonológica), conlleva dificultades a posteriori en el ámbito, no solo académico, sino de desarrollo de habilidades instrumentales para el día a día. Es frecuente observar en las aulas a niños de 8, 9 y 10 años que, por ejemplo, segmentan mal las palabras en una frase escrita pues en ellos hay fallas a nivel de conciencia léxica (“Elseñor questaba allí es alto”).
Además, numerosas investigaciones han demostrado cómo la adquisición de una buena conciencia fonológica en la etapa de Infantil nos ayudará a minimizar la problemática aparecida a posteriori de trastornos del neurodesarrollo como la dislexia (Catts y Hogan, 2021).
“Ni tanto, ni tan poco”
Aunque la idea de que la lectoescritura ha de adquirirse durante la etapa de Infantil es errada, igual de perjudicial puede resultar aquella otra — ahora al alza— que nos anima a dejarles acercarse a la lectura “por descubrimiento”. Es ese: “Déjales que experimenten y aprendan a leer por sí mismos” el que nos está dejando a niños y niñas de 8 y 9 años que aún no saben hacerlo, con toda la gravedad que el asunto conlleva.
Antes he dicho que las torres más altas se construyen despacio, con una buena base; pero lo que debe estar también claro es que hay que construirlas. El conocido como ‘descubrimiento con guía mínima’, basado en corrientes constructivistas, no tiene sentido en el caso de habilidades básicas como la lectoescritura y así se ha corroborado también por parte de la ciencia (Grigorenko et al, 2020).
Sabemos que el cerebro de todo ser humano está preparado para el lenguaje oral de forma innata pero no así para el escrito. Este último es un proceso artificial, inventado. En nuestro cerebro numerosos conjuntos de neuronas deben reformularse en torno a su funcionalidad para permitir la lectoescritura y este procesamiento hay que instruirlo de forma directa y explícita sin dejar lugar al error en la construcción correcta de esa habilidad que no consiste en adivinar, sino en decodificar.