La educación en la era de las máquinas pensantes
En el año 1951, Isaac Asimov escribió un artículo titulado Teaching Machines, donde proponía la idea de utilizar máquinas para enseñar a los estudiantes. Según Asimov, estas máquinas serían capaces de adaptarse a las necesidades individuales de cada estudiante y de proporcionar una enseñanza personalizada. De este modo los estudiantes podían avanzar a su propio ritmo, en función de sus hábitos y capacidades, lo que representaba un cambio profundo en el rol del profesor, que pasaba a ser la fuente única de conocimientos a un dinamizador y orientador. Posteriormente en su saga Fundación, Asimov asociaba al profesor el papel de definir lo que llamaba “trayectorias de aprendizaje» que, convenientemente programadas, permitían la participación del profesor en el proceso.
Aunque Asimov no vivió para verlo, su visión, en gran medida ya es una realidad. El último ejemplo de esto es ChatGPT, un modelo de lenguaje desarrollado por OpenAI que es capaz de generar respuestas a preguntas de manera natural y establecer relaciones plausibles entre ámbitos diversos del conocimiento. ChatGPT puede ser empleado por los estudiantes para contextualizar y extender el contenido de una materia, identificar nuevas fuentes de información, resolver cada día un número mayor de las tareas y ejercicios de evaluación e incluso para programar.
Los grandes modelos de lenguaje (LLM), como GPT, son sistemas de asociación de palabras conforme a unos parámetros contextuales que tratan de maximizar la verosimilitud y coherencia semántica lo cual, a una escala de complejidad suficiente, produce los resultados sorprendentes que están conmocionando a toda la sociedad en los últimos meses. Es importante incidir aquí en qué verosimilitud no es igual a veracidad, de ahí que muchas veces, con una redacción impecable el sistema ofrezca contenidos sin sentido lógico. Pero esto cambiará. Se están planteando paradigmas que permitan integrar dominios de conocimiento verificados e incluso sistemas de creencias y razonamientos. Podría darse el caso de que pronto proliferarán tecnologías como GPT, pero adaptadas a marcos filosóficos o ideológicos diversos.
ChatGPT, es el instrumento de aprendizaje más reciente y deslumbrante, pero no es el único. Hay otros avances tecnológicos con un gran impacto en la educación, como el acceso a clases de cualquier materia a través de plataformas como YouTube, Cloudera, Udemy u otras. En este contexto los estudiantes pueden acceder a una gran cantidad de recursos educativos en línea. Se puede asistir a la clase magistral de un premio Nobel o disfrutar de contenidos de gran calidad didáctica, con una posproducción propia de estudios de cine y una capacidad para transmitir de forma visual conceptos complejos que no tiene comparación con nada en el pasado.
¿Significa esto el fin del profesor? En absoluto. Un ejemplo de lo que nos espera en el ámbito de la Educación lo encontramos en el ajedrez. En 1997 un programa de IBM logró vencer al campeón del mundo de la época. No obstante, y en contra de lo que pudiera pensarse, el ajedrez vive una auténtica era dorada, con más jugadores que nunca, precisamente por las ventajas que aporta la tecnología para jugar desde cualquier lugar con personas de todo el mundo y, lo que aún es más interesante, con cada vez más profesionales en este ámbito que se están ganando la vida a través de la divulgación y la enseñanza. ¿Qué es lo que comparten todos estos expertos que han tenido éxito en hacer de la enseñanza del ajedrez su forma de vida? Una combinación de rigurosidad, asentada en la propia capacidad evaluativa de los programas, con un marco conceptual que permite explicar el porqué de las diferentes decisiones en un plano de pensamiento estrictamente humano. También, la clasificación en lecciones con contenidos temáticos de diferentes situaciones durante el juego que, nuevamente, se seleccionan y organizan con la ayuda de la IA. Por último, todos ellos están pegados a la actualidad, que interpretan siguiendo su marco conceptual de compresión del juego.
Cuando en lugar de la cuestión del docente nos centramos en el papel que deberán jugar las universidades en las próximas décadas hay ciertos paralelismos. La universidad entendida como el lugar en el que se imparte el contenido de unos materiales siguiendo un programa no tiene nada que ofrecer. Sin embargo, hay factores que la pueden hacer indispensable también en esta nueva era:
- Contacto con el mundo real: la universidad debe tener vínculos con la sociedad y la industria para comprender sus necesidades y poder vincular los contenidos aprendidos a su aplicación práctica en el mundo real.
- Elevación del nivel de competencia de los alumnos: las capacidades de los estudiantes están amplificadas por la tecnología y la exigencia debe aumentar en consonancia. Hay que introducir en el procedimiento de evaluación el desempeño de actuaciones más sofisticadas dando rienda suelta al empleo de las nuevas tecnologías.
- Creación de redes basadas en relaciones humanas: la colaboración entre personas seguirá siendo fundamental y se debe favorecer el trabajo colectivo.
- Formación vitalicia: las universidades deben tener programas para alumnos de 20, 30 y 80 años, porque nunca el mundo había cambiado tan rápida y profundamente como lo hace ahora.
- Enseñar a aprender: la universidad debe seguir fiel a su misión de formar ciudadanos libres con un pensamiento crítico, y para ello tendrá que ayudar a que estos puedan ir asumiendo y aprovechando las nuevas herramientas.
Estamos absortos ante el cambio que está induciendo la IA en nuestras vidas, en el futuro de la educación, del trabajo, del tiempo libre e incluso en su impacto en el planeta, pero esto solo acaba de empezar y nadie sabe con exactitud hacía dónde vamos. Lo que sí tenemos claro es que nada volverá a ser lo mismo, y en estas circunstancias puede que el conocimiento no sea garantía de nada, pero si sabemos que es la única forma seguir siendo humanos, y esto convierte a la educación en la primera piedra para construir un futuro que ya está aquí.
José Luis Flórez es CEO de Dive. Doctor en Economía y matemático, experto en IA.