Niños influencers: ¿sueño o realidad?
Los más pequeños de la casa son los primeros en hacer las listas de sus regalos. Los anuncios televisivos, los catálogos y los escaparates son los medios idóneos que intentan buscar su atención. El psicólogo relacional Enric Soler comenta que los expertos en marketing saben que, cuanto más fuerte sea la identificación del espectador con el personaje del anuncio publicitario, más credibilidad tendrá el mensaje.
El psicólogo cree que los hijos de los millennials se inicia en el 2010, coincidiendo con la aparición del primer iPad. Es la primera generación 100 % digital y completamente ajena de todo lo que sea analógico. Su filosofía está basada en que nadie es demasiado pequeño para provocar un cambio. Será una generación hiperconectada y con adicción a las novedades.
Sin embargo, Soler cree que los niños no tienen por qué quedarse apartados del ámbito de la publicidad. La cuestión que expone es: ¿quién debe pagar el producto anunciado?, ¿quién es el receptor de la actuación publicitaria? Observa que si los padres piensan en sacar un rendimiento económico continuado de la imagen de su hijo, hasta el punto de que su vida queda alterada, lo que pueden estar haciendo, sin darse cuenta, es crear una personalizad puramente narcisista en su hijo.
Los jóvenes
Muchas veces son los progenitores quienes animan y favorecen esta actividad. Sin embargo, Soler argumenta que si los hijos tienen una edad, pueden pedirlo ellos mismos, ya que venimos de una cultura de la celebridad, donde siempre alguien ha influido en los determinados comportamientos de las personas.
El problema arraiga en que la vida del influencer no es lo que enseña ni tampoco lo que se aprecia por redes sociales. el profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación Lalueza cree que puede tratarse de conseguir una vida equilibrada donde existan dos polos opuestos y extremos. Muy poco beneficioso.
Riesgos para los niños
Soler asegura que nos falta cultura de la privacidad. Reflexiona que los millennials aún no son capaces de conseguir ciertas habilidades para defenderse a ellos mismos, lo que complica que estén al corriente de la privacidad de sus propios hijos.
Los riesgos a los que pueden verse sometidos los menores son muchos, y graves: perder la noción de privacidad, confusión de identidad por no poder distinguir la vida personal de la imagen proyectada digitalmente, obsesión por ser aceptados por los demás hasta el punto de dejar de ser ellos mismos.
Lalueza coincide en que es necesario garantizar que los niños influencers disfrutan de todo lo que pueda aportarles la celebridad, pero siendo conscientes de que puede desvanecerse en cualquier momento y sin desatender otros aspectos fundamentales.