Hay algo aún más importante que la autoestima
Considerado el mayor referente del estudio de la inteligencia humana en nuestros días, Robert Sternberg defiende que el factor clave a la hora de adquirir pericia no reside en una habilidad innata, sino en un compromiso decidido.
Lejos de ser inamovibles, nuestras capacidades cognitivas cambian y evolucionan. Por eso, siempre que puedo insisto en que, aunque el fomento de la autoestima en nuestros niños y niñas resulta fundamental, existe algo aún más importante.
Me refiero a la mentalidad de crecimiento, enunciada en su momento por la psicóloga estadounidense Carol Dweck. Esta concepción se opone a esa otra mentalidad conocida como ‘fija’ y que nos hace pensar que nuestras cualidades son innatas y, por tanto, inalterables. Escuchamos en innumerables ocasiones decir a niños frases como “Yo SOY un fracasado” cuando en realidad la emisión correcta sería “Yo fracaso” (como acción).
Frente a este tipo de personas, que atribuyen todos sus logros a cualidades adquiridas genéticamente, las personas con mentalidad de crecimiento entienden que nuestro cerebro está en constante cambio; no dudan en que todo lo que somos ahora, puede cambiar mañana; y, en consecuencia, otorgan una enorme importancia al esfuerzo al tiempo que adoran los grandes retos.
Hablamos de individuos a los que no les preocupa cuán difícil pueda parecerles una actividad: siempre van a querer intentarlo. No les importa el fracaso porque, para ellas, el fracaso es una acción, no una identidad.
A diferencia de las personas con mentalidad fija, las personas con mentalidad de crecimiento saben que pueden cambiar constantemente y que sus habilidades no les definen a largo plazo, pero también son muy buenos conocedores de sí mismos y de sus fortalezas y debilidades porque son conscientes que para crecer también es importante saber en qué punto del camino estamos. Conocernos nos permite evolucionar.
¿Cómo fomentarlo?
La mentalidad de crecimiento se puede alcanzar en cualquier momento vital, si bien es cierto que, a medida que crecemos, nuestra plasticidad neuronal va decreciendo, por lo que cuanto antes empecemos, mejor.
En este sentido, dos son las claves que nos van a ayudar a fomentar la mentalidad de crecimiento en nuestros peques.
–No penalizar nunca el error. Debemos tratar de transmitir la idea de que el error no solo es una parte indispensable de la vida, sino que supone, además, una extraordinaria oportunidad para seguir aprendiendo. Ver el error como algo positivo es clave en educación para construir una personalidad donde el foco resida en aquello que debemos mejorar sin desvalorizar lo que sí hacemos bien.
–Valorar el esfuerzo y el trabajo de nuestros hijos o hijas por encima de cualquier resultado. El proceso siempre ha de ir por encima del producto. Así, en lugar de decir: ‘¡Oye! ¡Qué bien se te dan las mates que has sacado un 9!’, lo que diremos es: ‘¡Vaya!¡Cuánto has trabajado y prueba de ello es ese 9 que has sacado!
En el caso de que nuestros hijos o hijas cuenten con dificultades en un ámbito concreto del aprendizaje, vamos a focalizar aún con más ahínco en el esfuerzo. Vemos con ellos qué ha pasado y cómo podemos seguir mejorando el resultado, pero les dejamos claro nuestro “tremendo orgullo” por el tiempo, el esfuerzo y el trabajo que han empleado para sacar adelante la tarea.
La herramienta más importante
Antes de despedirme, me apetece mucho compartir con vosotros los resultados de un estudio muy interesante de la Universidad de Columbia, en el que se observó que las personas previamente categorizadas por un test como fijistas permanecían mucho más activas cognitivamente cuando se elogiaba sus habilidades que cuando se las corregía.
Aquellas que habían demostrado tener una mentalidad de crecimiento, por su parte, manifestaban niveles mucho mayores de atención cuando se les enseñaba cómo mejorar a la hora de llevar a cabo una acción en la que previamente habían cometido errores. Es decir, ponían más el foco en cómo corregir los fallos que en el halago sobre todo aquello que habían hecho bien.
Hablemos a nuestros peques de la herramienta más poderosa de la que disponen para crecer y para alcanzar lo que se proponen: su cerebro. Expliquémoslo siempre que podamos, en términos sencillos para que lo entiendan, pero expliquémoslo. No son pocos los estudios llevados a cabo en el ámbito neurocientífico que concluyen que conocer nuestro cerebro nos permite mejorar nuestra praxis; y el desempeño a través de la mentalidad de crecimiento no iba a ser menos.
Es fundamental que demos ese impulso a nuestros niños y niñas, que sean conscientes de que son ellos quienes eligen su propio camino y de que, con esfuerzo, quizás pueden lograr lo que se propongan ¿Qué otra cosa, si no, es la educación?
No se trata de una positividad tóxica esta en la que empoderamos a la infancia, sino de una actitud en la que los límites son desconocidos y por tanto, ¿quién nos dice que infranqueables?
Aprovecho también que llegan las fiestas para desearos una Feliz Navidad repleta de abrazos con vuestros peques, un gesto que libera oxitocina y reduce los niveles de cortisol en nuestro cerebro, ayudándonos a sentir bien y a ser más bondadosos con los demás.