Por qué leer álbumes ilustrados
Probablemente no sea necesario recopilar razones por las que leer. Leemos porque es un momento de paz, porque nos permite soñar despiertos, evadirnos, divagar, sorprendernos. Leemos porque nos divierte y porque saciamos nuestra necesidad innata de comprender. Y es la infancia el momento ideal para fomentar el amor por los libros y que sean nuestros hijos e hijas quienes encuentren sus propios motivos para leer. O para que les leamos. Hoy es fácil. El mercado editorial está plagado de álbumes ilustrados con los que animar a los futuros lectores. Después serán ellos mismos los que lean y busquen su propio camino como lector, pero en los primeros años hay un buen número de razones por las que leer a nuestros hijos.
Le preguntamos a Román Belmonte, docente y autor del blog especializado en literatura infantil y juvenil Donde viven los monstruos, por qué leer un álbum ilustrado. Responde que aunque esgrimiría un montón de razones, el principal motivo es que “las literaturas gráficas se relacionan mucho con nuestras formas de comunicación actuales donde la imagen y lo icónico son muy importantes”. Y es que, podríamos definir el álbum ilustrado como aquel libro que contiene texto e ilustraciones, siendo éstas una parte igual de importante que el texto ya que lo complementan, aportan información extra y, en definitiva, tienen un gran poder narrativo. Sobre esto Belmonte considera que el álbum ilustrado es “un tipo de lectura enriquecida”, ya que articula dos tipos de lenguajes, el textual y el gráfico, y, además, “contribuye a desarrollar y desbordar la mirada estética y artística de los lectores”.
Otro aspecto destacable del álbum ilustrado es que un álbum puede suele ser compartido por lectores de distintas edades: el adulto, que lee, y el niño, que escucha. Pero no sólo el público infantil sucumbe ante el álbum ilustrado. Los lectores jóvenes y los adultos también disfrutan de este formato: hay álbumes ilustrados con historias fascinantes e ilustraciones de gran calidad que no entienden de barreras de edad pero es que, además, se trata de un tipo de libro de consumo rápido, lo que encaja a la perfección con el ritmo de vida actual.
¿Un recurso pedagógico?
Determinados álbumes ilustrados se han convertido ya en un icono pedagógico para familias, mediadores y docentes. El monstruo de colores, Elmer o ¿Hay algo más aburrido que ser una princesa rosa? son algunos de los títulos más populares por su valor como recurso educativo. Pero, ¿se debe pensar en el álbum ilustrado como un recurso que siempre deba enseñar algo? Ana Garralón, profesora, traductora y crítica literaria, especializada en literatura infantil y juvenil, considera que no se puede leer la literatura como si fuera un “manual de instrucciones para la vida”. La experta explicaba en un extenso artículo publicado en su blog (anatarambana.blogspot.com) que si bien “las emociones en la literatura eran algo íntimo y personal, una actividad privada de la que no necesitábamos hablar, ahora se obliga a hacerla pública, observable y cuantificable”. También aborda la cuestión de construir la emoción literaria desde la no literalidad. Es decir, no darlo todo masticado y buscando un fin sino dejar que la lectura haga su magia.
Román Belmonte, muy en la línea de Garralón, cuenta que como docente cada vez es menos partidario del aspecto utilitario de los libros, sobre todo porque opina que así “le hacemos perder, tanto la identidad, como su carácter lúdico”. No obstante, también señala que el álbum, como libro que es, es una extensión del mundo y evidentemente participa en mayor o menor medida de él, algo que siempre enriquece el conocimiento particular que impregna a cada lector. Y menciona el álbum informativo o de conocimientos, “un subtipo de álbumes que, además de presentarse en este formato de literatura gráfica, tiene un carácter más académico y educativo que sí puede constituir por sí mismo un recurso muy potente en lo que al proceso de enseñanza aprendizaje se refiere”.
El reto para los mediadores es encontrar un álbum ilustrado en un mercado inundado de novedades. La clave de esta cuestión está para Román Belmonte en huir de la palabra «para». “No creo que ningún libro deba servir a una causa, algo a lo que está contribuyendo esa saturación del mercado que necesita sacar a la luz constantemente nuevos productos para unos consumidores potenciales -familias y docentes- que más que inculcar la lectura ociosa, quieren enseñar y «domesticar» a sus hijos y alumnos. Todavía quedan muchas buenas historias que escribir e ilustrar, sobre todo aquellas donde la imaginación no tiene límites y lo subversivo es el santo y seña”, concluye.
5 ideas para seleccionar un álbum ilustrado
No siempre es fácil escoger un libro infantil. Os damos algunas ideas para que seleccionar un álbum ilustrado no sea una misión imposible:
- Primar lo artístico y lúdico frente a lo pedagógico. Un libro infantil debe despertar las ganas de leer por leer, de enfrentarse a la lectura por el placer que despiertan un texto y unas imágenes y no tanto por lo que se pueda aprender con ellos.
- Huir de las modas. Como pasa con todo en la vida, que una cosa sea tendencia no significa que sea buena o que sea la mejor alternativa. En la literatura infantil, como pasa en otros ámbitos culturales, las modas, cuando se convierten en un boom, suelen dar pie a títulos en los que prima más la búsqueda de un nicho de mercado seguro que la calidad de la creación.
- Respetar los gustos del receptor. Es importante dejar a los niños y niñas elegir sus lecturas. Al menos una parte de ellas. Puede que se equivoquen en esas elecciones, pero esos desengaños también son fuente de aprendizajes.
- Dejarse recomendar. En las bibliotecas y librerías infantiles hay grandes expertos en literatura infantil. Déjate asesorar por ellos. La calidad de la recomendación está asegurada.