¿Por qué les damos puntos por todo?
Punto y aparte en el marcador. Es una sugerencia, tomar en solfa lo que llaman el «refuerzo positivo» (sea pegatina, +, chuche o juguete), la forma de educar con un aire a Pavlov a la que nos apuntó Supernnany, llenándonos la casa de gomets. Tenían su encanto los adhesivos de colorines que llamábamos comets… hasta que se revelaron ubicuos, crecieron y se multiplicaron por papeles, sillas, mesas… Y advertimos que despegarse de ellos es tan difícil como acertar en educación. Aprender tiene sus más y sus menos, ¿pero es bueno y natural tanto palo y zanahoria, premio o castigo, positivo o negativo? Que el tráfico fluya con seguridad ahí fuera, pero el sistema de puntos no parece la manera de conducirse ni en el colegio ni en casa. El marcador está que quema. Los niños son esponjas, decimos. ¿Qué deberían absorber? ¿Qué les decimos cuando les damos un zomling por aprobar a los 8 o medio palote por vestirse solito a los 2 años?
MENOS GOMET, MÁS EJEMPLO
Punto por punto. «Los negativos no son nunca positivos», hace ver José Manuel Suárez Sandomingo, presidente de la Asociación de Pedagogos de Galicia. «Los negativos juegan en contra del que los pone y del que los recibe», porque el negativo mina, genera inseguridad y, a la larga, o sumisión o rebeldía. La resta del día a día, apunta el experto, no es una suma que resista el tiempo.
«Si tuviera que señalar una única herramienta determinante en la educación de un niño, no tendría ninguna duda en elegir la capacidad de reforzar sus conductas positivas -afirma el neuropsicólogo Álvaro Bilbao, autor de El cerebro del niño explicado a los padres-. Pero el tipo de recompensas que elegimos es muy importante. El peligro de utilizar recompensas materiales, en vez de emocionales, va más allá de que no son eficaces. Si cuando tu hijo te obedece, juegas con él o se lo agradeces, lo estás educando en valores». Si, en cambio, cuando se porta bien le compras una pegatina, un muñeco o unos gusanitos «entenderá que tener cosas es algo realmente valioso», explica.
Lejos de la bipolaridad castigo-premio se sitúa Catherine L’Ecuyer. «Los trucos concretos no pueden obviar los mecanismos complejos que existen tras la obediencia, la motivación o la autoridad. La obediencia -apunta la autora de Educar en el asombro- es consecuencia de la confianza, no el resultado de la coacción que conllevan premios y castigos. Los trucos concretos pertenecen a lo que yo llamo ‘la industria del consejo empaquetado’».
Empezamos por un gomet en la nariz de un payaso y acabamos con sopa de gomets y una guerra de puntos. Cuantos más gomets das, ¡más necesitan! Y si no hay reservas, berrinche al canto. «Siempre es más feliz quien menos necesita, quien menos necesidades se crea», observa Suárez Sandomingo. «No hace falta un happy face para valorar un dibujo. Decirle al niño «Has pintado una casa roja», destacar lo que ha hecho, es suficiente. Qué mejor que eso, que valorar en sí mismo lo que ha hecho», dice Bibiana Infante, entrenadora en Disciplina Positiva.
El positivo y el negativo son educación a corto plazo, recalcan los expertos. «El negativo, por supuesto…, pero el positivo también. Fomenta el materialismo. Hace que los niños se acaben volviendo más materialistas y chantajistas. Es esto de ‘Lo hago si me compras algo’. El negativo y el positivo no ayudan a desarrollar ninguna habilidad de vida», asevera la psicóloga.
Hay diferentes manera de motivar o alentar a un niño, advierten, y el error enseña más que el acierto. «Cuando un niño se equivoca bajo el aliento sigue existiendo el aliento. Se trata de decir: ‘Yo sé que te has equivocado, pero también sé que sabes hacerlo muy bien», guía Infante.
¿Cuál es el mejor refuerzo positivo para ellos? «Un buen modelo», coinciden los expertos. Enseñar con el ejemplo. Este es el reto. La manera de enseñar a sumar.
Fuente: La Voz de Galicia