«Es mejor separarlos para que se enfrenten a las cosas por sí mismos»
Sacarlos de su zona de confort y obligarlos a adaptarse al grupo son dos de las claves por las que José Manuel Suárez Sandomingo, presidente de la Asociación de Pedagogos de Galicia, considera que lo mejor es que cada hermano vaya en su propia clase. Solo así, asegura, los niños aprenden a no cobijarse «en lo que ya conocen, en lo que ya hicieron y en lo que el otro le puede ayudar» por mucho que los padres suelan preferir juntarlos «por intereses propios». La polémica está servida.
-La pregunta del millón. ¿Mejor juntos o separados?
-La pauta general es que estén separados. Así cada uno va a declinar su propia personalidad y no estar cobijándose o defendiendo al otro inutilizándolo de alguna manera, y haciendo que él tome las decisiones o haciendo que él no las tome. Eso es lo principal, que el chaval haga las cosas por sí mismo. Ahora que esta es la regla general.
-¿Y qué excepciones puede haber a la norma?
-Por ejemplo, si un niño tiene algún tipo de minusvalía o algún miedo o situación preocupante, tener una persona de referencia al lado no va a ser un estorbo, sino una ayuda. O que padezca una enfermedad pasajera, que tenga que tomar cierta medicación o acordarse de que tiene que tener algún tipo de ritmo especial. Pero son circunstancias muy particulares.
-¿No sería más natural que compartiesen clase siguiendo con la inercia de dos hermanos que comparten casa y comparten vida?
-Se producen dos cosas. Por simpatía, proximidad, afinidad y cultura de casa hay una búsqueda de forzar la situación para hacer siempre las mismas cosas de la misma manera a la que están acostumbrados. Si no tienen esa inercia y esa situación dentro de la clase, tienen que adaptarse al grupo. Y a su vez, emprender las acciones que ellos creen que más les van a motivar sin escudarse en lo que ya conocen, en lo que ya hicieron, en lo que el otro le puede ayudar, sino que tienen que abrirse al grupo y trabajar con él, que es lo que la sociedad pide siempre, que la gente se abra a los demás.
-Es una cuestión integradora.
-Sí. La idea es que el niño se abra, porque si no, de alguna manera, siempre tienden a cerrarse. Y luego al revés, es decir, hay niños que al sentirse con la misma afinidad e ideas de las cosas, a veces se enfrentan al grupo como pares reforzándose el uno al otro y llamando la atención del grupo hacia ellos. También puede haber esa maldad, e incluso una peor: Que ellos formen grupo y, como se saben las cosas de antemano, hacer las peleas entre ellos. Siempre hay que romper la dinámica de lo obvio, de lo que ya conocen, porque si no en ese círculo cerrado van a tender siempre a lo que a ellos les interesa, no a negociar con el resto.
-Pero también podría darse la situación de que dos hermanos que van en la misma clase se relacionen sin problema con los demás, ¿o no?
-Sí, sí, por supuesto. Pero siempre va a haber, por naturaleza, por educación, por disfrutar de los mismos genes, porque la cultura de casa les impone determinadas reglas… , siempre va a haber algo que ellos ya tienen estructurado y, por tanto, premeditado. Cuando tú entras en un grupo nuevo tienes que evaluar lo que los otros hacen y cómo los otros se comportan para tú entrar en sus dinámicas. De la otra manera, si a ti no te interesan sus dinámicas generales, te aíslas y dices: ‘Si yo estoy bien jugando a esto, los demás que jueguen a lo que quieran’. Y ya está.
-En el caso de los gemelos, que tienen un vínculo especial, no es que lo tengan premeditado, es que muchas veces responden igual instintivamente.
-Claro. Pero aquí es muy importante la experiencia. Aunque tú hagas la misma cosa dos días diferentes, no te va a salir igual. Y aunque los dos niños sean iguales y hagan lo mismo, no les va a salir igual si lo hacen en dos clases diferentes. ¿Por qué? Porque las dinámicas del grupo son diferentes. Y donde los demás tienen su propia interpretación de la realidad, también les hace hacer cosas nuevas. De lo que se trata en la educación es de integrar socialmente al niño. Y eso tiene que ser una ejecución personal, no estar amparado en nada ni en nadie.
-Pero esto que ahora parece tan claro no siempre lo fue. Los colegios fueron cambiando sus políticas. Hoy muchos les dan la opción a los padres cuando hay más de una clase.
-He estado leyendo un caso que salió en La Voz de unos mellizos a los que separaron en un colegio de Narón. Ahora los padres dicen que los niños tienen cinco años y que no han sufrido ningún problema en estar separados. Primera parte. Ahora viene la segunda parte. Porque claro, como padres eso nos obliga a nosotros a hablar con diferentes tutores, a tener que hacer más pausas en el trabajo, y se nos plantea una dificultad. Ah, entonces al final no es por los niños solamente, también tienes intereses propios.
-Son los padres quienes suelen preferir que vayan juntos, ¿no?
-Claro, porque de alguna manera es la forma de que uno controle al otro, de que se protejan, y eso les da tranquilidad.
-Pero luego acabamos con diez grupos de WhatsApp, cumpleaños multitudinarios y agendas multiplicadas.
-Ya, pero mira… Eso digamos que cada uno soluciona los problemas como quiere o como puede. Quien quiere estar a todo, en todos lados, debe saber que es imposible. ¿Para qué estoy en los grupos de WhatsApp? ¿Yo tengo que tener control de lo que traen mis hijos y de que no se olviden de nada para no tener que recurrir a los otros? Yo tengo que incidir en los míos, no buscarles la solución en los demás.
-Nos guste o no es casi un ritual.
-Sí, pero son pirámides que se rompen. El tema es que surge una novedad y todo el mundo se apunta y mira a ver quién está. Luego cuando empieza a ver que el niño fracasa, las cosas cambian. Tú escuchas a las madres y te dicen: ‘Es que el niño llega a casa y todo tiene que seguir un ritmo muy dinámico. Ahora tienes que merendar, ahora tienes que cenar, ahora tienes que ducharte… Y el padre es: ‘Mientras no acabes de estudiar, no haces otra cosa’. Entonces el niño empieza a mejorar. Claro, porque hay que estar a lo que hay que estar, no estar a veinte cosas. Así no se puede.
-Hay que centrarse en lo esencial.
-Tú al final del día tienes que dar un resultado en el trabajo, ¿verdad? Pues el niño también. Él está para estudiar. Todo lo demás, entre comillas, es accesorio. ¿Por qué? Pues tiene que alimentarse, normal. Tiene que dormir, normal. Pero que le metas veinte actividades, y quien dice veinte dice dos, es por tu tranquilidad de tenerlo bajo el control de otra persona y porque tú también quieres que aprenda otras cosas. Pero tienes que pensar que lo primero son sus estudios y que, después, lo que le vayas dando, es a mayores y cuando lo otro va bien.
-¿En base a qué los expertos decís que es mejor separarlos? ¿Hay algún estudio al respecto?
-No hacen falta grandes estudios, la coincidencia es grande porque todos pasamos por las mismas experiencias. Ves los niños que se aíslan porque ya van a sentarse en el mismo pupitre, ya se copian unos a otros, etcétera. El estar con otro te obliga a buscar la empatía, y no debemos olvidar que debajo de todo esto está la personalidad de cada niño. Al ir juntos cabe el riesgo de que asocien a un hermano con el otro, como si fuesen uno solo. Y los niños tienen que orientarse por sí mismos en base a su propia experiencia y a su propia personalidad. No podemos ir siempre por la línea recta que nos marcan, porque luego la vida es diferente, sinuosa, llena de curvas. De todo menos recta.
-¿Y si lo tenemos tan claro por qué nos siguen dejando elegir en muchos coles?
-Por lo de siempre, porque la gente no quiere problemas, pero no porque sea más válido. Todas las comunidades están al unísono con esto. Luego hay casos de padres que van incluso al juzgado.
-¿Y si son tres hermanos y dos se van a una clase y otro a otra?
-Si son trillizos y hay dos que son más líderes, hay que dejar separados a los líderes y que el más tranquilo vaya con uno de ellos.
-¿Y no resulta un poco extraño dejar a uno separado?
-Pues imagínate unos sextillizos en cualquier sitio, porque no hay casi ningún colegio en Galicia que tenga seis grupos del mismo nivel. Siempre tendrán que meterlos en centros diferentes o, si no, coincidir algunos en clase.
-¿Y si en el centro solo hay un grupo y no los pueden separar?
-Aunque solo hubiese un grupo y tuviesen que ir juntos, el profesor siempre puede separarlos en clase, encargarles trabajos en grupos diferentes, ver qué afinidades tienen con cada grupo de clase que se forme. Al más activo meterlo en un grupo más pasivo, o viceversa. Incluso al más líder juntarlo con otro líder para que se disputen sus roles. Hay muchas cosas que se pueden hacer.
Fuente: La Voz de Galicia