¿A qué juegas nuestros hijos en las redes sociales?
Ante las últimas noticias emitidas por los medios de comunicación respecto al acceso de los menores a determinados tipos de videojuegos y juegos de rol que se han hecho populares entre los menores, la Asociación profesional de pedagogos y psicopedagogos de Galicia siente la necesidad de poner en alerta a los centros educativos y sus familias, y aconsejarle sobre cómo actuar en estos caos.
El potencial peligro de estos juegos multimedia se encuentra en que atentan directamente contra la vida de nuestros de los menores. El último de ellos y más conocido por sus impactantes suicidios ha sido el denominado Ballena Azul. El juego consiste básicamente en superar sus 50 niveles a través de pruebas de creciente dificultad y peligrosidad, que van desde no poder hablar con nadie durante todo un día hasta otros más problemáticos como puede ser el de tener que hacerse un corte en un brazo con una navaja o pincharse repetidamente con una aguja. El máximo nivel al que debe enfrentarse el participante es el tener que superar su prueba final el suicidio multimedia, consistente en grabarse mientras se va consumiendo su vida poco a poco ante otras personas que lo pueden ver por medio de las redes sociales.
A pesar de ser el más conocido, este no es el único videojuego programado con este tipo de cometidos. Otros juegos mantienen igualmente retos virales que sin ser tan agresivos perjudican gravemente la vida de los menores causándoles daños físicos y psíquicos irreparables. En este ámbito se encuentran aquellos que suponen, por ejemplo, el desafío de la sal y el hielo, por el que se pide a los niños/as y jóvenes que se froten la piel con hielo y sal hasta alcanzar una temperatura corporal 27 grados bajo cero, lo que les causa quemaduras de tercer grado y cicatrices de por vida, además de un alto riesgo de exponerse a sufrir infecciones.
Otro de los juegos de los que queremos alertar desde Apega a los padres y educadores es el denominado juego del abecedario del diablo, en el que los niños y niñas deben recitar el abecedario de la A a la Z, pronunciando un vocablo que empiece por cada una de las letras, al mismo tiempo que reciben de otro compañero un gran pellizco sobre una parte del cuerpo, generalmente las manos, que le deja heridas abiertas. En su versión más extrema, su agresivo cómplice puede utilizar objetos punzantes que le causen lesiones físicas.
Otro de los juegos multimedia que se encuentran por la red es el juego de la asfixia o choking game, y que atrae sobre todo a los niños más pequeños. Su modus operandi es que los niños/as deben aguantar la respiración hasta quedarse morados y/o inconscientes mientras sus compañeros lo retransmiten por las redes sociales. Lo mismo ocurre con el juego de las 100 camisetas, consistente en colocarse una camiseta encima de otra hasta llegar a las 100, una situación que acabará provocando situaciones la asfixia, ataques de pánico y ansiedad del participante por su sensación de ahogo y su incapacidad de quitárselas de forma rápida.
La última finalidad de todos estos y otros similares no es otra que la incorporación y aceptación del menor dentro del grupo de iguales, por medio de rituales a los que muchos de nuestros hijos/as se pueden ver obligados a someterse.
En contra de los que muchos piensan, estos juegos no son fenómenos aislados ni puntuales, sino otro modo de concebir el dominio y la sumisión de los débiles por parte de los abusadores. Hechos ante los que ni los educadores ni los padres ni tampoco la sociedad pueden permanecer impasibles
Por ello, desde Apega, invitamos a padres y educadores a que se mantengan en situación de alerta ante cualquier indicio que pueda ser indicativo de estos comportamientos entre sus hijos y menores, para lo que les ofrecemos algunos de indicadores que pueden determinar que algo extraño les está ocurriendo:
- Aparición de señales físicas en su cuerpo, como quemaduras, cortes, pinchazos, hematomas, rojeces en la piel, pequeñas heridas sobre todo en las extremidades superiores,… que no puedan ser explicadas por las actividades de la vida que llevan.
- Ocultación infundada de partes de su cuerpo.
- Ataques de una irritabilidad desmesurada y anormal.
- Cambios frecuentes de humor sin causa aparente.
- Agresividad excesiva respecto a su personalidad normal.
- Ansiedad y ataques de pánico.
- Introversión excesiva.
- Mayor recelo a mostrar aspectos de su intimidad.
Si en algún momento detectan que su hijo/a o alumno/a mantiene uno o varios de estos síntomas, ponga el caso en conocimiento de profesionales, e incluso de las autoridades, para comprobar si pudiera estar siendo sometido a alguna tipo de tortura. Sólo actuando conjuntamente podremos evitar males mayores.