Entre la agresividad y la disfuncionalidad educativa
Cuando ocurre un hecho tan impactante y trágico como el de ayer en un instituto barcelonés en que un muchacho de 13 años agrede premeditadamente a sus profesores y compañeros toda la sociedad se pregunta el porqué. A priori es difícil evaluarla, porque, como siempre decimos, cada persona es un mundo. Pero también todos tenemos un conjunto de acciones y reacciones más previsibles que permiten argumentar o conjeturar nuestras conductas.
La primera atañe a la personalidad, es decir, hay sujetos que son propensos a reaccionar ante una situación que observan como negativa con agresividad. Todos conocemos a alguna, y las vemos como impulsivas e imprevisibles, que igual atacan a familiares como a personas ajenas. La segunda tiene que ver con conductas basadas en una educación familiar disfuncional: padres que se conducen con sus hijos de forma autoritaria, y que, ante cualquier manifestación no acorde a lo que esperan de ellos, reaccionan castigándoles, vejándoles o a golpes. Así, el hijo actuará con los demás con las mismas herramientas.
Y, en tercer lugar, está la combinación de ambas. El adolescente que no ha aprendido a manejar las situaciones de su vida mas que por medio de un modelo provocador, que, además, tiene propensión a la agresividad, y que, por último, cree que ha de mostrar ante su grupo que no le pasa ni una ni a tirios ni a troyanos, y que acabará por cometer actos de imprevisibles consecuencias.
Según sus compañeros, él ya les había advertido de sus intenciones, algo que ahora puede percibirse como una estrategia de búsqueda de una deseada notoriedad. Naturalmente, ellos no hicieron caso, porque están muy habituados a que las bravuconadas no pasen de eso. Al chico le llegará ahora el momento de la verdad, saber qué le motivó a cometer tal desatino, y eso solo se podrá determinar a través de las pruebas psicológicas y forenses de los especialistas.
Fuente: La Voz de Galicia