Buenas Prácticas para la Prevención de la Violencia Juvenil
En los próximos años, las sociedades europeas van a ver rápidos cambios demográficos. El envejecimiento de la población afectará a sus estructuras y funcionamiento. Eso condicionará, a su vez, el tamaño de las poblaciones jóvenes, las relaciones intergeneracionales, las estructuras familiares y los mercados laborales. La previsible disminución de la población adolescente conllevará la asunción de importantes retos relacionados con la esperanza y las condiciones de vida de los jóvenes, así como con sus comportamientos violentos, delictivos o antisociales. La crisis económica implica cambios sustanciales en las decisiones de los gobiernos en materia de gestión y control de los problemas sociales y expone a individuos, familias, comunidades y poblaciones enteras a considerables riesgos económicos. Por su parte, el rápido avance y la difusión de las nuevas tecnologías de la comunicación afecta a las formas de relación social e influye en los patrones de conducta –con ellos, los violentos y delictivos en general y entre los jóvenes en particular.
Aunque las tasas de delincuencia juvenil no muestran una tendencia uniforme a nivel europeo, algunos estudios de autoinforme (que interrogan a los jóvenes sobre sus experiencias como autores y víctimas de la violencia) muestran que el desarrollo de la desviación y la violencia juvenil encuentra un espacio entre las grandes tendencias sociales europeas.