Boletín ISS 180: Marzo – Abril 2014
Que uno contemple a los padres biológicos o a los padres adoptivos, el lugar otorgado a cada uno de ellos a lo largo del proceso de adopción, y más allá, aun plantea cuestionamientos. Invisibles por mucho tiempo, los padres biológicos solo empezaron a existir en el sistema de adopción mucho después de que se hubiera incorporado a las madres biológicas en el ahora conocido triángulo adoptivo. Efectivamente, durante muchos años, toda la atención giraba en torno a la construcción de la familia adoptiva, dejando así solo poco, a veces ningún, lugar al pasado del niño. Aunque hizo falta tiempo para interesarse a lo vivido por las madres biológicas, el destino de los padres necesitó aun más tiempo, como lo recalca Gary Clapton.
Los artículos presentados a continuación coinciden todos en, al menos, un punto: siempre solo es en un segundo tiempo que uno se acuerda que un niño nace de una madre y de un padre, y que este último tiene el derecho a ser escuchado, comprendido y acompañado en el proceso de acogimiento del niño. ¿Porqué haber ignorado tanto tiempo este punto de vista, desde luego diferente del de la madre pero, sin embargo, esencial? ¿Vendría del hecho de que, desde el nacimiento de un niño, el padre y la madre no están en igualdad de condiciones? Mientras es posible tener certeza en cuanto a la madre biológica de un niño, dudas pueden abarcar el lugar del padre: ¿ha sido puesto al tanto de la existencia del niño por la madre? ¿Escogió, o pudo escoger, estar presente al lado de la madre? Si no realizó a tiempo los trámites de declaración de paternidad, ¿siempre estará ausente en la vida de su hijo? ¿El no registro del padre en el acta de nacimiento del niño no compromete la posibilidad para el niño de encontrar a su padre en el futuro?