Estudios CYD 02/2013
En el mundo de los economistas es muy conocida la paradoja enunciada por el premio Nobel de Economía Robert Solow: “Vemos los ordenadores en todas partes, excepto en las estadísticas de productividad”. En la actualidad, las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC) están teniendo un protagonismo capital en múltiples planos de nuestra realidad. Pero ¿qué ocurre con la educación?
Las transformaciones sociales y económicas derivadas de una ola innovadora, como la generada por las TIC, se expanden a una velocidad nunca vista, modificando la forma en que los seres humanos se relacionan con sus entornos y con sus iguales. Conceptos que hasta principios del siglo XXI tenían un significado inequívoco han comenzado a adquirir una nueva dimensión. ¿Qué era ser social en el siglo pasado, si no estar físicamente con otras personas? ¿Y ahora? ¿Podemos seguir afirmando que es así cuando las interrelaciones entre las personas no requieren de su presencia física? Un ejemplo tan sencillo como las redes sociales sirve para ilustrar el profundo calado de los cambios que estamos viviendo. Tal y como decía Tim Berners-Lee, inventor del WWW: “la web es solo la punta del iceberg y llegarán nuevas tecnologías mucho más poderosas que nos permitirán hacer cosas que jamás hubiéramos imaginado. Lo mejor está por llegar”. Cuesta imaginar qué será lo que nos deparará el futuro.