En defensa de los maestros
Estos días hemos sido asombrados testigos de un linchamiento inmisericorde de la profesión de maestro desde las declaraciones de la consejería de Educación de la Comunidad de Madrid. Titulares como: “El 86% de los aspirantes a maestro suspende el examen de conocimientos generales: 19 respuestas disparatadas”, aderezado con alguna casuística ponen en la picota a una profesión de la que dependen los hijos de todo un país. No es de recibo que desde las Administraciones, que son las que deben velar por la buena educación, se denigre a quienes la imparten. Como bien señala el comunicado, los que no están preparados no pasan la oposición, quedan fuera y no imparten clase, por lo que los padres deben estar tranquilos ya que sus hijos están en buenas manos.
Pero el daño de noticias sensacionalistas como ésta pueden hacer en la autoestima de los propios profesores, arrastrados por la ola mediática, y en la valoración de los mismos por los padres de sus alumnos y hasta en los propios alumnos, es inmenso.
Como maestra y como formadora de maestros, con amplia experiencia en ambos campos, creo que puedo emitir opiniones autorizadas sobre el tema. Veamos: a los maestros se les prepara en las Facultades de Educación, que han sido tradicionalmente maltratadas por los distintos gobiernos. Somos producto de la dimensión diacrónica y de los avatares de la historia. Hemos pasado del “Pasa más hambre que un maestro de escuela” a ser la segunda profesión más valorada en España, detrás de los médicos. Pero ello no ha sido gratis. Aquí se preparaba en la Universidad a un Veterinario para atender animales con cinco años de preparación; a un maestro, para educar a niños, le bastaba con tres y sólo desde hace 30 años en la Universidad. Esta visión de la profesión de maestro como profesión de mujeres o de personas de extracción rural, de segunda categoría, ha prevalecido en el imaginario colectivo y, cómo no, a veces también en la propia de los profesionales. Se ha luchado durante largos años en la dignificación de la profesión, con la inclusión en la Universidad primero, y con la homologación de los estudios de Grado más recientemente. Los primeros Graduados de Magisterio tienen, evidentemente, la misma categoría profesional que los Graduados en Veterinaria, en Biología o en Matemáticas. Su formación hoy puede competir con cualquiera de esas profesiones.
¿Cómo explicar el hecho sucedido en las oposiciones de Madrid? El primer punto, ya expuesto, es histórico. El segundo es contextual: los constantes cambios en los planes formación de maestros desde la transición han hecho que se pasara de un tronco de formación común formado por materias generales y pedagógicas a una propuesta curricular muy abierta en la que cada Facultad proponía un plan de estudios diferente (en función generalmente de intereses particulares) quitando a los maestros ese alto nivel intelectual y de cultura general que desde la posguerra han ostentado y cuyos productos estamos cosechando ahora. No menos importante es el modelo curricular que se ha ido implantando en las escuelas y que mediante Decretos nacionales y autonómicos tienen que adaptar, contextualizar, implementar y evaluar en las aulas los propios maestros. Tiene un nivel dispersión, de generalidad y de floresta que hay que podar, conformar y seleccionar qué se impartirá en las aulas, aspecto que tiene diferencias sustanciales entre las distintas escuelas. Desde el currículum concreto, medido, esencial (core currículum, lo llaman los ingleses) contenido en la famosa Enciclopedia Álvarez a los actuales diseños curriculares hay años luz en concreción, acotación de conocimientos, y en claridad para el profesorado que lo imparte. Los contenidos escolares han de ser claros, concretos e iguales para todo el territorio, y la formación de los maestros también.
La tercera causa es la dispersión. Los profesores tienen que ser expertos en las materias básicas (lengua, historia, geografía, etc., esas de las que los acusan ahora de no saber), pero también tienen que ser expertos en diseño, programación, evaluación, materias transversales, valores, ciudadanía, proyectos de centro, innovación didáctica, nuevas tecnologías, psicología, ciudadanía, educación especial, organización y dirección de centros, gestión del conocimiento, calidad, dirección de grupos, drogas, etc. ya que cuando en la sociedad se detecta una carencia, se encarga de ella directamente a la escuela. En una reciente tesis doctoral sobre los maestros noveles realizada por Ruth Cañón y dirigida por mí, se señala que con la inmersión en la profesión los maestros tienen dificultades académicas, organizativas, de disciplina, sociales y de recursos con un amplio espectro en cada bloque. Pero también se señala la dimensión vocacional, de los maestros, su amor al saber y a los niños, y esto les confiere un alto valor añadido como profesionales.
Finalmente, por concluir, aunque habría muchos otros aspectos que añadir, está la dimensión social, referida a la relación con padres, alumnos y compañeros. Las circunstancias actuales en las que la familia no siempre colabora con la escuela, o directamente se desinteresa de ella; padres que ignoran el año que cursan sus hijos, no se preocupan del estudio, de los deberes y no se relacionan con la escuela, desilusionan y desmotivan a los maestros. Chicos sin hábitos de convivencia, de respeto al profesor y a los compañeros, de esos que critica Freire en su Pedagogía de la indignación, apoyados en su insubordinación a las normas por los padres, minan la ilusión de enseñar y dan lugar al maestro quemado que tanta literatura tiene detrás. Algunos episodios de mobbing entre compañeros pueden completar el panorama en que se mueven estos profesionales que ahora se cuestionan. No se les olvide a los críticos que “enseñar es aprender dos veces” y que un maestro trabaja para la eternidad: nadie puede predecir dónde acabará su influencia.
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