EMIGRA Newsletter N.11
La inmigración marroquí en España se inició hace ya cuatro décadas y, lamentablemente, junto a la persistencia de estereotipos y prejuicios sobre las posibilidades y los condicionantes de su integración social, la realidad que muestran algunos indicadores resulta poco alentadora. En un contexto de crisis económica como el actual, la tasa de desempleo entre la población marroquí es superior a la de otros grupos y en especial resulta alarmante entre la población menor de 25 años de origen marroquí, alcanzando a casi dos tercios de su población activa (Colectivo Ioé, 2011). Tampoco parecen arrojar datos más optimistas las cifras que recogen el paso por la escuela de estos jóvenes, con unos resultados académicos a gran distancia de los obtenidos globalmente por el alumna-do de nacionalidad española y con una menor continuidad educativa postobligatoria.
Contrariamente a la idea tan extendida como contesta-da por la investigación especializada, en el caso de la población de origen inmigrante marroquí su mayor tiempo de asentamiento tampoco parece mejorar de forma lineal ni progresiva su situación laboral y educativa.
Y sin embargo, esta imagen es inexacta e incompleta, y actúa como profecía autocumplida frente a aquellos estereotipos y prejuicios y sobre los rumores que los acompañan y se agudizan ante la creciente precariedad.
Así, sobre el aprovechamiento escolar de los hijos e hijas de familias marroquíes siguen existiendo importantes vacíos de co-nocimiento que resulta imprescindible contemplar para mostrar y comprender los esfuerzos y estrategias que las familias y los jóvenes llevan a cabo en el marco de los que fueron sus iniciales proyectos migratorios y que deberían interpretarse ahora en el marco de procesos de integración social ya desarrollados.