RINCÓN DE LA PEDAGOGÍA: El agua y los niños
Sucede con cierta frecuencia que nos encontramos con niños que tienen miedo al agua y rechazan cualquier contacto con este medio a pesar de los esfuerzos que todos los adultos hacen para hacerlo agradable. A veces ocurre que el niño al acercarse por primera vez al agua siente que no tiene suficiente capacidad física para desenvolverse en ese medio que le resulta poco familiar. También es posible que a lo largo de sus primeros años de vida su familia haya sobrevalorado los riesgos del agua, con comentarios continuos acerca de cómo le puede dañar, y llegado el momento él no se atreva a meterse en el agua. En algunos casos los niños han sufrido alguna situación en el agua que le ha provocado mucha ansiedad (caerse a una piscina, revolcón de una ola, una aguadilla de otro niño,…) y no quieren volver a sentir esa sensación de ahogamiento.
No debemos olvidar que el agua es un elemento que ofrece múltiples experiencias placenteras a los niños, pero que también entraña múltiples riesgos. Desde pequeños les gusta el baño, lavarse las manos u otros objetos, chapotear en los charcos, jugar con barcos u otros objetos,…, por ello la relación con el agua debe atender a esta parte lúdica y placentera y a la otra que está llena de peligros y puede dañar al niño.
Que podemos hacer para ayudar al niño a enfrentar su miedo
Comenzaremos por comprender que a veces las propias soluciones que ponemos en marcha para acercar a un niño al agua hacen que el problema se agrave y persista. Por ello en primer lugar los padres deberían reflexionar sobre las medidas adoptadas y las respuestas que provocan en él. A veces la insistencia de que toque el agua, moje los pies, se meta en los brazos de papá o mamá, las divergencias entre los familiares (“déjalo ya se meterá él” y “ven, poquito a poco, yo te ayudo”) hacen que cada vez rechace más el medio acuático. Si comprobamos la ineficacia de todas estas soluciones debemos descartarlas y poner en marcha otras diferentes partiendo de una profunda reflexión, analizando las posibles causas de ese rechazo, y las ideas que el niño ha elaborado acerca del agua, que parte responden a un peligro real y cual a un peligro imaginario.
Quiero recordar que una parte importante de la seguridad de un niño está relacionada con el hecho de saber nadar, de ahí la importancia de que este miedo desaparezca y pueda desarrollar esta habilidad con normalidad y no se retrase la edad de aprendizaje. Desde muy pequeños los niños pueden aprender a flotar y con cinco años ya pueden nadar a diferentes estilos.
Recomendaciones generales
Si el rechazo es severo, comenzaremos por no invitarlo a meterse ni en el mar ni en la piscina, sino que le propondremos juegos con agua. Por ejemplo, juegos de trasvase con cubos, vasos, tinas,.., juegos tranquilos con pistolas o globos de agua para hacer puntería en alguna diana, juegos con barcos en una pequeña piscina de goma, juegos de carreras con otros niños para llenar recipientes con agua,… Una vez que lo vemos disfrutar con estos juegos, pasaremos a una segunda fase de acercamiento al medio acuático, evitando todo tipo de engaños y mentiras.
En primer lugar le aseguraremos un entorno seguro, en el que no haya ningún elemento que pueda ofrecerle alguna experiencia negativa. Por ello es recomendable que este contacto con el agua lo haga sólo con una persona de la familia, en una situación íntima, sin que otros miren, ni hagan comentarios. Proporcionándole en cada ocasión una experiencia positiva con el agua. Una vez que ya se encuentra seguro en el espacio y con la persona, comenzaremos a prestarle ayudas manuales y materiales (manguitos, flotadores, tablas, chalecos, churros…) para que en ningún momento pueda sentir la sensación de ahogamiento o falta de control. Progresivamente iremos proponiéndole pequeños retos, con respecto al logro anterior.
Si decidimos mandarlo a clase de natación en grupo para abordar ese miedo, es necesario hablarlo con el monitor y reflexionar sobre la conveniencia de dicha medida y las posibilidades de atención especial. Recordemos que todas las experiencias que el niño ha de tener con el agua han de ser positivas.
Dolores Armas Vázquez
Psicopedagoga
Colaboración dominical especial de APEGA con Carriola de Marín