Toque de queda para la infancia
Algunos ayuntamientos franceses han impuesto el toque de queda a los menores de 13 años a partir de las 11 de la noche hasta las 6 de la mañana.
Muchos no lo recordarán, pero en España, después de la Guerra Civil e incluso en los inicios del siglo XX, algunos municipios también trataron de controlar los horarios de los juegos y escolares de los niños a través de sus guardias municipales. Incluso en Inglaterra, los alumnos pueden ser advertidos y sancionados por los agentes de la policía londinense, sus famosos bobbies, si son encontrados en la calle durante su horario escolar.
Tenemos tendencia a pensar que la educación de los hijos, así como su control, dependen exclusivamente de los padres. Pero nunca estará de más que estos puedan recibir la ayuda de instituciones, como los ayuntamientos -la más próxima al ciudadano-, para apoyarlos.
Está claro que cuanta más prevención se haga por parte de todos, menos vamos a tener que gastar en el futuro en reeducar los procesos inadecuados de los niños y jóvenes ante las leyes. Muchas veces echamos sobre la escuela deberes como la educación en economía doméstica o personal de nuestros hijos o su educación vial, pero nunca pensamos en solicitar cursos extraescolares para nuestros hijos sobre estas u otras formaciones. Como mucho, damos por bueno que la escuela organice de vez en cuando algunos seminarios o charlas sobre estas u otras materias.
El decreto del toque de queda de los municipios franceses se ha debido a la creciente violencia juvenil. ¡Francia!, aquel país que en el Mayo del 68 gritaba a los cuatro vientos el lema de ¡Prohibido prohibir!, ahora choca con la realidad de que ha de intervenir cuando parece que sus jóvenes no tienen padres que los custodien o les impongan las reglas de la politesse (cortesía).
¿Prohibir o no prohibir?, ese es el dilema. Hace poco leía que algunos turistas y residentes extranjeros en Alemania veían cómo en muchos de sus lugares públicos había cosas, como enanitos de jardín de porcelana, que permanecían allí todo el año sin que nadie los tocara, rompiera o se los llevara para su casa. Y cuando les preguntaban a los lugareños por qué ocurría un hecho tan insólito para ellos, la respuesta era que si uno cumplía las normas, también estaba en posición de podérselo exigir a los demás. Es decir, en lo público, todo es de todos, y no como piensan los ciudadanos de otros países que lo público no es de nadie, y, por tanto, a nadie le va a interesar su destrucción, salvo al ayuntamiento que va a tener que pagar y reponer los desperfectos.
Cuanto menos se invierta en prevención, más habrá que pagar en policías, cárceles y todo tipo de asistencias sociales que impidan a la postre que las cosas se descontrolen. Lo mejor siempre es atajar los problemas antes de que aparezcan o se nos vayan de las manos. Por eso, en Galicia, por ejemplo, cada vez se ponen más medios para prevenir los incendios en verano y no sólo con un mayor número de personal que trabaje para que los montes estén sin maleza, sino también regulando sus usos, advirtiendo a través de las normas dónde se puede plantar una determinada especie o en qué cantidad. Con ello no sólo se está previniendo que haya incendios en los montes, sino que estos lleguen a las casas o destruyan todo tipo de bienes. Y con esta prevención no se incide sobre sus propietarios, sino que se implica a las administraciones públicas y al público en general.
Así que visto lo visto, respecto al aumento de la delincuencia en Francia, parece que no esté de más que se empiece a tomar ciertas precauciones respecto a los jóvenes que todavía no han entrado en procesos delincuenciales. Pues, como dice el sabio adagio, es mejor prevenir que curar. Y por estos lares podríamos añadir aquel otro de “Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar”.
José Manuel Suárez Sandomingo