La escuela ¿digital o analógica?
Hace unos meses ha surgido un intenso debate sobre si la escuela debería tender hacia la digitalización de los contenidos o mantenerse dentro de los textos escritos en papel. El debate estuvo provocado por la decisión de la ministra de Educación de Suecia, Lotta Edholm, de paralizar su estrategia de digitalización escolar para, de este modo, atajar el declive que se había observado en las puntuaciones de los alumnos suecos de 4º de Primaria, recogidas en el informe PIRLS 2021. Sin embargo, el centro del controversia no se encontraba tanto en el destierro de las pantallas de la escuela y la vuelta a los libros como de cuándo era más adecuado y oportuno utilizar unas u otros.
Hubo un tiempo en que la escuela era totalmente libresca: todo lo que deberían saber sus alumnos estaba en los libros. Más tarde, esta se abrió a participar de los conocimientos, metodologías e informaciones sociales por medio de nuevos formatos, lo que Marshall MacLuhan popularizó como el aula sin muros. Todas estas formas de comunicación siguen presentes en la actualidad. Pero, desde hace unas pocas décadas, se le han ido incorporando nuevos instrumentos y formas de transmitir los concimientos con el fin de seguir enriqueciéndola con los nuevos conocimientos sociales.
Está claro que la escuela no puede darle la espalda a unos medios digitales que, cada vez más, la sociedad utiliza para sus tareas, pues la escuela debe actuar interactivamente con la sociedad y convertirse en su laboratorio de experimentación sobre las realidades de las futuras generaciones .
Pero también es cierto que los alumnos deben usar las pantallas en función de sus capacidades y preparación para poder asimilar la información que se les quiere trasmitir a través de ellas, pues muchas veces los mensajes tecnológicos contienen más elementos de los que el niño no es capaz de captar y que, por tanto, pueden distraer sus aprendizajes.
A las pantallas, además, se les atribuye una cualidad que se les supone intrínseca como es la innovación. Algo que no es del todo cierto ya que la creatividad está más en la persona que en los medios con los que opera. De hecho, todo lo inventado hasta la aparición del mundo digital, es decir, todas las innovaciones ocurridas hasta ese momento, se llevaron a cabo a través de otros instrumentos.
Lo esencial para el mundo escolar es que el profesor conozca cuáles son los pros y los contras de cada uno de los recursos que tiene a su disposición para impartir los conocimientos y cuáles son los más adecuados para cada alumno o grupo de alumnos. Pero lo que ocurre en muchas ocasiones es que este no posee la suficiente formación previa para poder abordar las posibilidades de las nuevas tecnologías para su trabajo escolar o que aquellos que sí la tienen no disponen en sus aulas de los medios tecnológicos para reinterpretar y expresar los conocimientos. Unas tareas de formación y de puesta al día de los materiales necesarios que, mayormente, están en manos de los profesionales de la formación en educación y de los responsables políticos.
Todos ellos son plenamente conscientes de lo que deben hacer para que la educación de nuestros niños y jóvenes siga progresando. De hecho, durante los últimos años hemos visto logros educacionales importantes, como lo demuestran las pruebas internacionales a las que se han tenido que someter nuestros alumnos y alumnas.
Pero, como cualquier otra actividad social, la educación no se puede detener, pues nuestro mundo es cada vez más exigente y la pone a prueba constantemente. Y esto es gracias a que las escuelas no sólo disponen de bibliotecas, laboratorios o talleres, sino también de ordenadores, tablets, encerados digitales, y otros muchos tipos de ayudas al estudio que facilitan tanto la tarea de los profesores como de sus alumnos. Sólo así se podrá logrará una educación integral, a la vez que se avanza en solventar las necesidades de la sociedad del futuro.
José Manuel Suárez Sandomingo