Demorar el momento de la obtención del móvil
Hace ya bastantes años, una madre me comentaba que un día su hijo había llegado a casa diciéndole: “Mamá, ¡qué vergüenza, qué vergüenza!”. La madre, estupefacta por las lamentaciones de su hijo, trató de entender lo que le ocurría, por lo que le preguntó “¿Por qué?”. Y este, con toda naturalidad, le dijo: “Soy el único niño de mi clase que no tiene móvil”. Ya se sabe que los niños tienden a exagerar sus manifestaciones interesadas, y que, a buen seguro, habría otros muchos niños que tampoco dispusieran de un móvil. Pero también era cierto que a la menor ocasión, ya fuese por su cumpleaños, por el fin de curso o por Navidad, todos los chicos les pedían a sus padres o familiares que les compraran o regalaran un móvil. Era el mayor objeto de deseo tanto de chicos como de chicas. Y ellos, padres y familiares, en general, optaban por cumplir sus designios casi sin rechistar con el fin de evitar futuros conflictos familiares.
Aquellos desafueros consumistas han llevado a que ahora tengamos la sensación de que hemos creado un problema importante entre toda una generación de niños y adolescentes. Y no son pocas las alarmas que surgen cada día para empezar o acabar pensando que el móvil no es algo que un niño o un adolescente pueda manejar con plena responsabilidad. Así hemos visto cómo con los móviles, el acoso escolar se ha disparado, la inmersión de los niños en páginas pornográficas ha traído consecuencias sobre aspectos y ámbitos del sexo que no dominan o que les han hipersexualizado con un total desconocimiento sobre sus propios límites y sobre los sociales.
Y ahora, todos, padres, educadores y responsables políticos estamos tratando de poner coto a algo que ha cobrado unas dimensiones que parecen difíciles de controlar. Pero bueno es que unos y otros empecemos a buscarle soluciones a un problema que, si no se aborda, podrá seguir descontrolándose todavía más.
Una de las medidas que se está manejando es la de poner en marcha grupos de Whatsapp de padres y madres con el fin de retrasar el momento en que sus hijos puedan disponer de un móvil. La fórmula que se pretenden adoptar es la de comunicar y valorar todas aquellas actitudes que les puedan dar juego para que sus hijos contengan la necesidad de poseer un móvil o de no estar pegados todo el día a él.
Una receta loable esta de aprender de lo que hoy en el campo científico se conoce como hechos basados en evidencias. Pero también espero que los adultos se la apliquen y que no estén usándolo de forma constante e indisciplinada. Porque si hay algo que adquieren los niños con mucha naturalidad es el imitar los modelos de comportamiento de los adultos. Pues, como todos hemos visto muchas veces en cualquier espacio público, son los propios padres los que no dejan el móvil ni para comer. Y tampoco faltan los que para tener al niño entretenido y tranquilo y no tener que darle conversación o jugar con él se lo ofrecen a la primera de cambio.
Todos sabemos el poder de atracción que tiene el móvil, sobre todo si tiene acceso a Internet, juegos o videos, y deja de ser un simple teléfono para convertirse en todo un ordenador multifunción con licencia para búsquedas de interés exclusiva para nosotros. Es en ese punto, cuando cualquier condición o misión externa interrumpe abruptamente nuestro único foco de atención.
A estos padres y educadores que desean interrumpir la atención del niño sobre el móvil les daría un consejo más: que hagan que el móvil no sea un centro de interés sobre las actividades primarias del niño o la niña, y les abran sus mentes a la investigación de otros recursos y mundos que les puedan ser útiles y mejoren sus vidas con responsabilidad. Pero para ello, también nosotros tendremos que salir de nuestro pequeño mundo y observar qué otros elementos educativos les puede aportar el móvil y activar nuevos centros de interés para liberarlos de las actividades en que permanecen concentrados todo el día.
José Manuel Suárez Sandomingo