La violación de la intimidad a través de la Inteligencia Artificial produce monstruos
Hace unas pocas semanas traíamos a aquí dos asuntos de máxima actualidad: la educación sexual y la Inteligencia Artificial. Dos temas que entonces hemos tratado por separado, pero que en esta ocasión confluyen en uno sólo. Como muchos de ustedes ya habrán adivinado, me estoy refiriendo al caso de las niñas de Almendralejo que han visto publicadas unas fotografías que exhibían sus cuerpos desnudos. Cuerpos que habían sido desnudados gracias la utilización de ciertos algoritmos de la Inteligencia Artificial. Toda una violación de la intimidad que, aún no siendo real, lo parece a los ojos de los demás.
Que la mayoría de los autores y promotores de estas imágenes sean menores de edad refleja dos cosas: su conocimiento en el uso de la aplicación y su inconsciencia a la hora de publicitarlas. Está claro que lo uno ha ido por delante de lo otro. Y esto viene dado por el hecho de que cualquier cosa que los jóvenes interpreten como algo novedoso y atractivo causa en ellos un gran deseo de realizarla. Pero a las tempranas edades en que han realizado sus Photoshops con la Inteligencia Artificial aún no son conscientes de las repercusiones que esto tiene no sólo sobre las personas vejadas, sino sobre la visión que los demás adquieren de una actuación que socialmente es calificada como depravada o degenerada.
Y buena parte de culpa que esta inconsciencia la tiene la sociedad en la que viven. Una sociedad que no los prepara para ver las consecuencias de sus actos, que es permisiva con ellos o mira para otro lado durante un tiempo escolar en el que sería necesario añadir contenidos éticos y morales a su educación; que no los prepara para conocer y reconocer lo que está bien y es correcto dentro del plano físico y, dentro de éste, de los aspectos sexuales. Aún hay quien predica que los niños deben pasar a oscuras por los temas sexuales poniéndoles un pin parental a sus aparatos electrónicos. Todos sabemos que cuanto más se prohíbe una cosa, más se quiere desvelar el porqué de su prohibición.
Las leyes no se redactan para ser cumplidas exclusivamente por los adultos. Y si éstos enseñan a sus hijos cómo deben interiorizar las normas de tráfico desde muy pequeños, también parece lógico que deban hacerlo sobre el respeto a los demás en su integridad personal.
Desde un punto de vista pedagógico esto es, justamente, lo que les ha faltado a todos estos chicos, pues, en su fuero interno, su acción no era más que un juego y las niñas, muchas de ellas, compañeras, sus juguetes. No han sido capaces de ver la vergüenza y humillación a las que las sometían ni han visto que sus imágenes las degradaban públicamente cuando las difundían. Para ellos, sólo era un juego sin consecuencias.
Sus víctimas han sentido el horror de ver su honor y su intimidad vulnerados y, por tanto, de sentirse también vulnerables ante aquellos que desconozcan que esas imágenes no son reales. Muchas otras mujeres han pasado por esa misma crueldad antes. Ellas también han visto como sus cuerpos han sido desnudados por la misma Inteligencia Artificial o por collages más o menos conseguidos. Y muchas también han interpuesto denuncias ante los tribunales. Pero la mayoría de ellas no han conseguido ningún tipo de compensación satisfactoria. En muchos casos porque la difusión de sus imágenes ha sido tan profusa e Internet es tan oscuro y profundo que los investigadores no han podido acceder a sus autores y, socialmente, como diría un marinero, “é máis cara a salsa que o peixe”.
Pese a todo, la sociedad debe adquirir dos compromisos ante este fenómeno de corrupción de la intimidad: educar a los niños y niñas desde la más tierna infancia en su respeto a su integridad y a la de los demás en todos los planos de la vida y legislar sobre los límites de la Inteligencia Artificial, para que, como dice el artículo 23 de la Ley 15/2022 para la igualdad de trato y la no discriminación, las administraciones públicas y las empresas deberán promover el uso de una Inteligencia Artificial ética, confiable y respetuosa con los derechos fundamentales.
José Manuel Suárez Sandomingo