María del Mar Sánchez: “Los educadores no podemos abrazar la inteligencia artificial a lo loco”
La inteligencia artificial (más conocida ya por sus siglas, IA) ha venido para quedarse, aunque María del Mar Sánchez, pedagoga y experta en tecnología educativa, advierte: «Es frecuente que surjan herramientas que parece que lo van a cambiar todo, pero luego no transforman realmente el sistema porque el papel del docente sigue siendo fundamental para que tengan sentido». «Sentido» es el término que más se repite entre quienes abogan por una introducción sosegada y paulatina de la tecnología en el aula. No se trata, recuerda María del Mar, de rivalizar contra la máquina, sino de reivindicar lo que la máquina no puede (ni debe) hacer sin la intervención del docente.
Pregunta. Sin embargo, María del Mar, muchos todavía no saben qué es exactamente la IA…
Respuesta. La IA lleva tiempo conviviendo con nosotros. La podemos encontrar en nuestros móviles o en los sistemas de recomendación de las aplicaciones. Hay mucho debate sobre el concepto porque el propio término “inteligencia” puede ser controvertido en función de lo que se considere “inteligente”. Creo que la definición más aceptada sería la que explica que son sistemas capaces de realizar tareas que, tradicionalmente, requieren de la inteligencia humana.
¿Por eso nos sorprende tanto?
—Sí, porque pueden tomar decisiones, establecer conversaciones y resolver problemas complejos. La llegada de ChatGPT, por ejemplo, ha hecho que hablemos de “inteligencia artificial generativa”, que es un tipo de aplicaciones de IA específicas que nos permiten generar contenido como texto, imagen y vídeos. Yo lo equiparo con la llegada de la web 2.0: Internet ya existía, pero los blogs y las redes sociales nos permitieron participar y crear en red. Pues bien, la IA ya existía, pero la IA generativa nos permite participar y crear con IA. Somos más conscientes de que está ahí.
¿Pasará de moda o ha venido para quedarse?
—Es frecuente que surjan herramientas que parece que lo van a cambiar todo (las pizarras digitales, la robótica, los MOOC), pero luego no transforman realmente el sistema, porque el papel del docente sigue siendo fundamental para que tengan sentido. No obstante, hay algunas herramientas que son tan disruptivas y transforman tanto el mundo que la escuela no puede mirar para otro lado. Lo fue la llegada de internet y ahora lo es el boom de la IA. Pero que se use bien o no seguirá dependiendo de lo que hagamos con ella. Las bases de la didáctica y la tecnología educativa siguen ahí.
¿A qué ha venido entonces la IA?
—La IA pone sobre la mesa la necesidad de la alfabetización digital y el desarrollo del pensamiento computacional; no porque tengamos que ser todos programadores, sino porque tenemos que entender cómo funcionan estos sistemas. Es necesario que sean transparentes respecto a los datos con los que se entrenan, porque podemos favorecer determinadas ideologías o visiones del mundo. Por ejemplo, ChatGPT, al igual que otros modelos de lenguaje basados en aprendizaje automático, puede tener sesgos inherentes debido a la naturaleza de los datos con los que fue entrenado, dado que gran parte del contenido en línea está en inglés y proviene de países occidentales.
Hay que ser entonces cautos…
—Es importante saber y reclamar información sobre lo que hacen estos sistemas con nuestros datos. En este caso, la UE está haciendo un esfuerzo por regular y revisar este hecho. Hay aplicaciones de IA que aún no tenemos accesibles en nuestro país porque se está revisando el tema de la gestión de los datos y la privacidad. También está el sesgo de la brecha digital, que implica que reflexionemos acerca de si todos tenemos acceso a estos sistemas y si sabemos usarlos adecuadamente, de ahí la importancia de formarnos. El modelo de negocio que se está generando con las IA me hace preguntarme si habrá brecha entre quienes puedan permitirse una buena IA que les ayude y quien no podrá hacerlo. O si estos sistemas contribuirán a reproducir modelos educativos que no sean inclusivos. En nuestra mano está el futuro que queramos conseguir con la IA.
¿Podrá ser realmente ética y segura?
—Es posible, pero requiere que haya consenso e interés por parte de investigadores, desarrolladores y políticos. Dentro de la red también hay posturas ideológicas y filosóficas. El movimiento del software libre, por ejemplo, no solo promueve liberar los programas informáticos, sino toda una cultura y una visión sobre lo que tiene que ser el ciberespacio. Sobre la IA también hay visiones, debates y posturas ideológicas.
¿Y los políticos qué pueden hacer?
—La IA debería ser una prioridad política y regularse adecuadamente. Las administraciones educativas tienen que poner recursos, no solo para formar al profesorado, sino para darles tiempo y espacios en los que aprender y desarrollarse profesionalmente. El pensamiento computacional es parte de la Lomloe, pero enviar kits de robótica a los centros no es suficiente. ¿Damos oportunidades de aprendizaje reales? ¿Les damos tiempo para prepararse?
¿Y da la IA oportunidades reales?
—Nos abre un abanico de posibilidades enorme. Por un lado, los sistemas de IA pueden ayudar a incrementar nuestra productividad de forma increíble si sabemos usarla adecuadamente. Por otro, pueden ayudar al aprendizaje personalizado y desarrollar sistemas con un potencial enorme para transformar, por ejemplo, la educación online. Y finalmente también se nos plantea un gran abanico de herramientas que podemos integrar en nuestra práctica docente en el marco de metodologías adecuadas. Además, ha puesto sobre la mesa el debate de los deberes y la evaluación en la educación y, aunque pueda parecer problemático, a mí me parece algo positivo que afrontemos esas cuestiones, que hace tiempo deberíamos haber abordado.
Dicen que la IA permitirá un aprendizaje a la carta.
—Los sistemas de IA pueden analizar las respuestas y comportamientos de los estudiantes en tiempo real, adaptando el contenido y los recursos proporcionados según sus necesidades. Por ejemplo, si un estudiante tiene problemas con un concepto en particular, el sistema puede ofrecer material adicional o presentar la información de una manera diferente para tratar de que lo entienda mejor. Pueden también proporcionar feedback inmediato, así como ayudar a diseñar itinerarios de aprendizaje personalizado. Esto lo hacen los sistemas a partir de los datos. A medida que un estudiante interactúa con una plataforma de aprendizaje, genera una serie de información: qué respuestas elige, cuánto tiempo pasa en ciertas tareas, cómo navega a través del contenido, etc. La IA analiza estos datos para identificar patrones de comportamiento y aprendizaje.
¿Esta personalización se traduce en una educación más inclusiva?
—Todo dependerá de cómo la utilicemos. Por ejemplo, los sistemas de IA pueden analizar el comportamiento y el rendimiento de los estudiantes para identificar a aquellos que pueden estar en riesgo de abandonar la escuela o que enfrentan dificultades educativas, dando información útil al profesorado para poder intervenir. También hay traductores automáticos y aplicaciones para personas con discapacidad, que pueden hacer que el contenido educativo sea más accesible. Pero también podríamos encontrar sistemas que perpetúen los sesgos presentes en los datos con los que fueron entrenados. Esto puede llevar a que se favorezca a ciertos grupos de estudiantes sobre otros, reforzando estereotipos y desigualdades. Por lo tanto, va a depender de las decisiones que tomemos y de los sistemas de IA que diseñemos.
Los detractores vaticinan que la IA acabará con la cultura del esfuerzo.
—Eso es un mito. Bien utilizada, la IA ayuda a incrementar nuestra productividad y esto nos puede permitir hacer tareas más complejas. Por ejemplo, la calculadora nos ayuda a no perder tiempo para poder resolver problemas más complejos. Pues bien, la IA puede funcionar de forma similar, siempre y cuando la incorporemos de forma adecuada.
¿Resta autonomía al alumnado?
—Otro mito. Dependerá del sistema de IA, el contexto y los algoritmos que haya detrás. Ya existe debate sobre si tomamos nosotros las decisiones en red (y en la vida) o estamos condicionados por los algoritmos de las grandes multinacionales tecnológicas, por lo que sí es posible que exista un modelo de aprendizaje personalizado que tome las decisiones sobre el aprendizaje del alumnado. De ahí la importancia de entender estos sistemas y reclamar diseños éticos y justos socialmente.
¿Y rebajará la calidad de la enseñanza?
—Dependerá de nuestro trabajo como docentes.
Hay quien dice que peligra…
—El papel del docente se hace más importante que nunca, siempre y cuando entendamos que su rol no es solo el de transmisor de contenidos, sino el de facilitador de experiencias de aprendizaje.
¿De dónde surge entonces tanto catastrofismo?
—Creo que es parte de la naturaleza humana, cuando llega un desarrollo tecnológico avanzado, cuestionar y afrontarlo con temor. Puede ser hasta positivo porque nos hace plantearnos los problemas que puede tener y es bueno que debatamos sobre ello. No obstante, al igual que no hay que abrazar estos sistemas sin reflexionar, tampoco podemos negar, y menos en la educación, la importancia de abordarlos desde la escuela, ya que la IA está aquí y tenemos que prepararnos todos para ello.
Otros aseguran que la IA, más que un enemigo, es un aliado.
—Nos ayuda a ser mucho más productivos. Hay herramientas que permiten diseñar planificaciones didácticas, presentaciones, vídeos. Nos pueden ayudar a generar rúbricas de evaluación, generar contenidos. Bien usadas, pueden contribuir al desarrollo profesional docente.
¿De qué manera?
—La IA pone en evidencia que tenemos que mejorar nuestro enfoque sobre la competencia digital docente, que no pasa solo por la parte técnica sino por entender el lenguaje de las tecnologías, saber cómo integrarlas de manera didáctica y cómo mejorar su desarrollo profesional como docentes. Las herramientas de IA podrán ayudarnos a aprender y diseñar nuevos recursos, pero creo que lo importante es que cambiemos el enfoque sobre el desarrollo de la competencia digital docente y vayamos más allá de un enfoque meramente técnico.
¿Y se está formando adecuadamente a los docentes para ello?
—En cuanto a la formación inicial, los compañeros de tecnología educativa de la Universidad de Murcia, por ejemplo, hemos incorporado estos temas en nuestras asignaturas e incluso tenemos un proyecto de innovación docente sobre el uso de la IA para el aprendizaje. Sé de compañeros de otras universidades que también lo están trabajando. Pero tenemos que tener en cuenta que la IA generativa ha entrado en tromba en la sociedad y los educadores no podemos tampoco abrazarla a lo loco; tenemos que entenderla y reflexionar sobre ella. Y eso requiere de tiempo.
¿Se están dando pasos en ese sentido?
—Soy consciente de que muchos intereses formativos de las universidades y de centros de formación de las comunidades autónomas (que tienen las competencias en la formación continua) están puestos en la IA. También el INTEF a nivel ministerial hace tiempo plantea formación en este sentido. Es decir, estamos todos en ello. La clave está en generar espacios y tiempos para que realmente el profesorado pueda entender y abordar este asunto. También el enfoque de la formación me parece clave. A veces nos quedamos en aspectos técnicos y los profesores lo que quieren es saber cómo afrontar la llegada de la IA en su clase de Lengua de 3º de la ESO. Eso requiere comprender las estrategias didácticas y cómo integrar las tecnologías en ellas. A veces la pregunta no es “¿cómo hago mi tarea de siempre en el mundo de ChatGPT?”, sino “¿cómo puedo abordar este tema con otro tipo de tareas?”.
Y nos quedan las familias…
—Hay que formarlas, por supuesto. A veces son las grandes olvidadas. También necesitan entender cómo son estos sistemas y cómo influyen en su vida y en la de sus hijos.
¿Poner límites verdaderos empieza por prohibir el móvil?
—Una cosa es ser crítico con el uso de la tecnología y otra es directamente negar cualquier uso de la misma y atribuirle todos los problemas educativos. Vivimos en un mundo digital, negar la formación en la misma es cometer un error gravísimo. Estaremos abandonando a nuestros alumnos a merced de los intereses que otros puedan tener. La alfabetización mediática y digital es algo fundamental.
¿Qué nos queda por ver?
—Ojalá lo supiera. Ahora mismo hay un boom con la IA que se rebajará, pero también creo que, al igual que Internet, ha venido para quedarse. Vamos a ir viendo aplicaciones nuevas un día tras otro y nuevos sistemas que cada vez tendrán más calidad. La clave será que tengamos la formación y los recursos para poder abordarlos adecuadamente desde la educación. También es importante reivindicar la creación de grupos multidisciplinares en la investigación sobre este asunto. Tradicionalmente en las investigaciones sobre IA apenas se cuenta con la opinión del profesorado. Es importante que todos podamos participar y construir el mundo que está por venir.
Fuente: Magisnet