Nuestras fiestas patronales y su reconversión industrial
Si hay algo tradicional en todos los pueblos del mundo son sus fiestas patronales. Unas fiestas que guardan las creencias y esencias históricas y culturales de sus habitantes presentes y pasados. Pero como todos los hechos humanos, estas están sujetas al devenir de los tiempos y, por tanto, a la incorporación de nuevas costumbres y a la decadencia de lo que ya no resulta socialmente atractivo, algo que muchas veces ocurre casi sin darnos cuenta.
Así, por ejemplo, desde hace algún tiempo, han ido desapareciendo de ellas aquellas barracas de escopetas, donde hasta el más profesional cazador dejaba de atinar sobre una diana situada a tan solo unos centímetros de distancia de su arma. Tampoco los coches eléctricos tienen la demanda que tuvieron en otras épocas, siendo ahora reemplazados por pulpos, montañas rusas y otros juegos electrónicos más novedosos.
A esta parte lúdica de las fiestas, muchas poblaciones le han ido agregando eventos que van desde lo gastronómico hasta lo histórico o lo cultural, y que, en unos casos, están incluidos en el programa de fiestas, mientras que, en otros, obran como su preámbulo, como ocurre en O Vicedo, donde su romería vikinga se celebra antes de sus fiestas en honor a San Estevo y Santa Lucía.
Y si esto ocurre en la faceta del entretenimiento popular, que decir de la parte musical de este tipo de celebraciones. Aquí a las comisiones y ayuntamientos ya no les vale solo con traer a un cantante o a un grupo de referencia nacional o internacional para un concierto nocturno, sino que hacen coincidir la fiesta popular con la celebración de un festival donde se reúne a lo más granado. Algo que ha ocurrido este mismo fin de semana en Santiago donde a sus fiestas en honor al apóstol se le ha incorporado un festival trad, o lo que es lo mismo, un espectáculo folk o de música tradicional. Un tipo de festivales qu ha ido arraigando cada vez más por toda la geografía gallega desde que en Ortigueira se pusiera de moda este tipo de música con el Festival Internacional del Mundo Celta a finales de los años setenta del siglo pasado.
A buen seguro que a muchos de ustedes les han venido a la cabeza muchos otros ejemplos de fiestas populares cuajadas de celebraciones más o menos espectaculares con las que los lugareños tratan de animar sus estíos a la vez que pretenden atraer a los forasteros para que participen y paguen su parte alícuota del dispendio realizado en la llamada industria turística de la que España es un puntal mundial.
El primer atractivo de la España turística ha sido sus soleadas playas, algo con lo que compite con otros muchos países mediterráneos, caribeños y de toda índole. Pero si esto se acompaña con su historia, geografía y multiculturalidad, pocos paraísos hay como ella. Y cuando parecía que ya había sido visto, descubierto e interpretado todo en España, surge Galicia y su reinterpretación del verano y de sus fiestas populares que la están poniendo en un proceso de reconversión industrial a nivel mundial con celebraciones para todo tipo de públicos. Públicos a los que les ofrece eventos no solo para que se diviertan y entretengan durante unos días, sino que para deseen quedarse y ser parte de su vida.
José Manuel Suárez Sandomingo