Silvia Álava: “La filosofía del ‘querer es poder’ ha hecho mucho daño”
Preside la consulta de Silvia Álava la pregunta estrella, esa que en algún momento uno se ha hecho y que, precisamente por evitarla, acaba en consulta. «¿Por qué no soy feliz, Silvia?». Le formulo la pregunta mientras la observo en la portada de su último libro, que mira desafiante —aunque de buen rollo, como su autora— a través del ventanal, como queriendo contestar a un Madrid frenético que, como todos hoy, no tiene tiempo para preguntas, aunque busque respuestas. Se hallan, dice Silvia, en el propósito de vida, eso que en teoría tan bonito suena y que en la práctica se torna a veces vago y oscuro. Más allá de la palabrería, la ciencia habla: quien halla un propósito, o sea, un sentido, le encuentra sentido a la vida. Antes, al parecer, hay que aprender a hacerse preguntas; y a que hacérselas no es malo. ¿Nos lo enseña la escuela? El debate, para el II Encuentro Iberoamericano de Profesores de Religión, está servido.
Silvia, ¿ha oído hablar del Ikigai?
—Sí, es esa filosofía japonesa que nos insta a encontrar una razón por la que levantarse cada mañana. En realidad, es lo que llamamos propósito de vida, que tenemos que descubrirlo nosotros mismos.
¿Quien tiene un propósito vive más o mejor?
—La evidencia científica nos dice que ambas cosas. Pero lo cierto es que se vive mejor porque cuando uno descubre su propósito sabe hacia dónde quiere ir.
¿Pero se pregunta la gente para qué está aquí?
—Muchas personas vienen a consulta precisamente porque nunca se lo han preguntado y sienten que se ahogan. La autotrascendencia nos ayuda a estar mejor con nosotros mismos y también a conectar con los demás. Hoy uno de los problemas es el individualismo: nos olvidamos de que somos parte de una sociedad. Fíjate, hay estudios que certifican que las personas religiosas gozan de buena salud mental porque encuentran un mayor apoyo en su grupo, en su comunidad: cuando les sucede algo, sienten que pueden contar con alguien.
¿La fe mueve montañas?
—Las personas espirituales suelen tener una mayor longevidad y reportan mayor bienestar emocional. Se ha demostrado, por ejemplo, que se reponen más fácilmente ante una situación traumática porque le encuentran un sentido al trauma.
¿El individualismo surge o se crea?
—Depende, aunque es cierto que la sociedad, paradójicamente, nos lo vende.
En cambio luego nos sentimos solos…
—Hemos malinterpretado la soledad y pensamos que estar solo es terrible. Sin embargo, la soledad es buena. Lo malo es cuando nos sentimos solos, que es distinto.
¿Por qué la evitamos entonces?
—Porque tenemos miedo a que nos visiten nuestros fantasmas interiores.
¿Uno es su peor enemigo?
—A veces, sí. Tendríamos que pararnos a pensar, por ejemplo, cómo nos hablamos a nosotros mismos. En ocasiones, nos decimos cosas que jamás se las diríamos a nuestro peor enemigo. El bienestar emocional pasa por tratarnos a nosotros mismos como si fuésemos amigos.
¿Por qué enferma la mente?
—El origen suele estar en emociones que no hemos resuelto.
O sea, conviene pensar y no evitar.
—El miedo nos lleva a buscar herramientas que puedan “anestesiarnos”, por ejemplo, el móvil. Pero cuidado: la introspección es positiva; la rumiación, dar vueltas en bucle, no.
¿Por qué se le pierde el sentido a la vida?
—Muchas veces por situaciones complejas en las que sentimos que no tenemos recursos para solventarlas. Uno se ve en un hoyo sin salida, en una situación que piensa que nunca va a pasar.
Hay muchos que quieren y no pueden…
—La filosofía del “querer es poder” ha hecho mucho daño. Intentar cambiar problemas que no tienen solución agota nuestros recursos y energías. Si no podemos cambiar las cosas, lo importante es trabajar las emociones desagradables que la situación nos provoca.
¿A vivir se aprende?
—A vivir, a disfrutar, sí.
Pero parece que unos nacen más felices que otros…
—Estudios que se han realizado con gemelos monocigóticos demuestran que el 50% de la felicidad es genética. Pero ojo, también influye la epigenética, es decir, nuestros genes pueden “apagarse” y “encenderse” en función de nuestros hábitos.
Quiere decir que uno puede aprender a ser más feliz.
—En algún punto de nuestras vidas todos vamos a sentir emociones desagradables. Nos han vendido que hay emociones “malas”, pero nada más lejos de la realidad: esas emociones “malas” son “buenas” porque nos dan información de lo que nos pasa. Tradicionalmente la sociedad ha invalidado las emociones: si hablábamos de ellas, parecía que éramos débiles. Pero no: hay que poner las emociones encima de la mesa.
¿Y se están poniendo?
—Para ir a la raíz tenemos que aprender desde pequeños a entender nuestras emociones. No se trata de decir a los niños que la vida es idílica, pero sí de dotarlos de herramientas para que puedan afrontar las situaciones adversas en la vida adulta. Trabajar competencias socioemocionales en los colegios es una forma de vacunar contra determinados problemas de salud mental, sobre todo, trastornos emocionales. También se ha demostrado que reduce la incidencia de otros problemas, como el acoso escolar.
Y esto, supongo, tendrán que acometerlo expertos en la materia.
—Deberían hacerlo profesionales formados y habilitados. Cuando trabajas con las emociones, hay que distinguir la psicoeducación o alfabetización emocional de lo terapéutico. Pero una cosa está clara: podremos mejorar las técnicas, los protocolos, pero sin un sistema público que responda, y el nuestro está saturado, nada sirve. Hay un dato que me llama la atención: según varias encuestas, la salud mental se sitúa ya por encima del cáncer entre las preocupaciones de la población.
¿La gente era antes más feliz?
—La mente nos juega malas pasadas y hace que no seamos del todo objetivos al analizar la felicidad en tiempos pasados.
¿Se puede morir uno sin descubrir su propósito?
—Puede pasar, pero también ocurre que cuando nos ponemos a buscar un propósito o un sentido nos ponemos muy serios y pensamos que tiene que ser grande o que trascienda a la sociedad. El sentido también consiste en disfrutar de un café, entrenar o estar con tus hijos. El sentido no es alcanzar el éxito, como ahora lo pintan las redes sociales. E importante: se puede cambiar de opinión.
Hay quien dice, Silvia, que el sentido de la vida es que no tiene sentido…
—¿En qué sentido?
II Encuentro Iberoamericano de Profesores de Religión
- Qué: encuentro organizado dentro del espacio Profesores de Humanidades para impulsar la asignatura de Religión y a su profesorado
- Quién: participan, entre otros ponentes, Silvia Álava, Francesc Torralba y Javier Urra
- Cuándo: 15 de abril
- Dónde: online y presencial en CaixaForum Madrid
- Más información en profesoresdereligion.com