El presidente de la asociación de pedagogos APEGA analiza el acoso escolar en Diariocrítico: “Las expulsiones no son un buen recurso”
José Manuel Suárez, presidente de la Asociación Profesional de Pedagogos de Galicia (APEGA), analiza en Diariocrítico la problemática del acoso escolar en un momento en el que el caso de Diego, un niño de 11 años que se suicidó porque era la única forma de no ir al colegio, ha removido conciencias. Suárez defiende la necesidad de atajar el problema desde los primeros indicios, pero teniendo en cuenta que “la justicia penal de ojo por ojo no funciona con los niños” y que “la asertividad se aprende y a tener autoestima también”. Suárez desaconseja la “lucha con el acosador” como método de defensa y apuesta por una mayor implantación de los alumnos-mediadores escolares.
– ¿Está suficientemente visibilizado el acoso escolar? ¿Sigue viva la coletilla de ‘son cosas de niños’?
No. El acoso escolar es un mal endémico muchas veces difícil de erradicar, pero con esta coletilla lo que se hace no es esconder la incapacidad de abordarlo sino que algunas personas o profesionales se salpiquen con el hecho de denunciarlo.
– ¿Creen que sería útil un teléfono de ayuda similar al de la violencia de género como está promoviendo el Gobierno?
– Para el acoso escolar al igual que para cualquier tipo de maltrato infantil ya existen teléfonos de denuncia o urgencia que son el teléfono del niño/menor que está institucionalizado a nivel de toda Europa con el número 116 111, pero contrariamente a lo que ocurre con el de la mujer que cada vez que aparece un caso se denuncia y que hay publicidad constante, porque las mujeres votan. En el caso de la infancia esa intensidad publicitaria está muy, pero que muy mermada.
– ¿A qué edades comienzan a detectarse casos de acoso escolar?
Normalmente, los casos de acoso comienzan a partir de los 8 o 9 años, pero se intensifican en la adolescencia, cuando el niño o la niña empiezan a formar grupos y, a veces, buscan un cabeza de turco para sus juegos perversos.
– ¿Los profesores están preparados para atajar el acoso escolar?
Hay una sensibilidad especial en los profesores, pero también muchos condicionantes para que puedan operar con suficiente rapidez e interpretar los casos reales. De todas formas, hay protocolos institucionalizados en la mayoría de las comunidades para dar los pasos correctos en el sentido de valorarlos y minimizarlos.
– ¿Qué debe hacer un profesor cuando detecta los primeros indicios de burla, aislamiento o violencia hacia un alumno?
Llamarle la atención al acosador cuando se produzca la ofensa, el empujón o la agresión, y si esta sigue, llamarlo aparte para hacerle entender las consecuencias de lo que está haciendo. Finalmente, si su actuación sigue habrá que tomar otras medidas de más envergadura y tiempo ya con la cooperación del orientador, tutor e incluso con los servicios sociales del ayuntamiento, si es necesario. Igualmente, se debe hablar con la víctima para que mantenga al tanto de lo que le pase y para darle protección.
– ¿Qué clase de castigos son eficaces para cambiar las conductas de este tipo de alumnos agresores? ¿Realmente ven como algo negativo las expulsiones temporales por mal comportamiento o son interpretadas como unas ‘vacaciones’ para volver después a su dinámica de mal comportamiento hacia los demás?
Los agresores muchas veces han sido agredidos, bien por sus padres, hermanos mayores, etc. con lo que toman estas conductas como formas de comportamientos normalizados. Por ello, hay que reeducar la socialización y ponderar las medidas de afrontamiento ante las dificultades sociales de forma positiva. Cuando no se debe a un aprendizaje adquirido sino a que es una pauta de la personalidad del niño habrá que estudiar caso por caso y ver cuáles son los problemas que tiene y afrontarlos desde la psicología.
Las expulsiones no son un buen recurso. El niño está obligado a seguir escolarizado, lo que hay que hacer es trabajar con él la resocialización de la que hablé antes, por eso debe tener clases de este tipo en los tiempos en que no esté estudiando sus materias.
– ¿Cree que sería eficaz expulsar a estos alumnos completamente del colegio o es sólo ir redistribuyendo el problema? ¿Hay que endurecer los castigos?
Como dije, solo en casos de trastornos de personalidad se debe separar a estos niños y niñas de sus compañeros. Pero está separación no comporta que no deban estar escolarizados, sino que lo deben estar en centros especiales para ellos, que algunas comunidades disponen de ellos, aunque con un número de plazas muy escasas.
La justicia penal de ojo por ojo no funciona con los niños, ellos no comprenden todavía muchas de las consecuencias de sus actos por lo que no saben valorarlos adecuadamente y por tanto las medidas deben ser más educativas que punitivas.
– ¿Hasta qué punto pueden estar reproduciendo comportamientos de violencia y acoso que ven en casa? ¿Sería esto una justificación o una merma de su culpabilidad hacia el acoso?
Esto es lo más habitual, al igual que pasa muchas veces con ideas que transmiten en la escuela sobre comportamientos xenófobos, homófobos, o de otro tipo que son proclamados en sus casas como algo normal. A los niños, como dije, no pueden culpabilizarse por defectos en su educación que ellos todavía no comprenden. La comprensión de las normas y de las consecuencias de los comportamientos aparece cuando uno tiene la madurez suficiente, y esto ocurre plenamente al final de la adolescencia.
– ¿Y la víctima? Se acaba de conocer la carta de Diego, un niño de 11 años que se ha suicidado porque no aguantaba “ir al colegio y no hay otra manera para no ir”. ¿No sería más eficaz sacar a la víctima inmediatamente del aula en que está siendo acosada sin posibilidad de huir?
A la víctima hay que darle amparo, pero también fórmulas para afrontar las dificultades de las relaciones. La asertividad se aprende y a tener autoestima también.
– ¿Hasta qué punto los padres tendrían en su mano esta opción sin caer en un delito por desescolarizar puntualmente a sus hijos?
Al que se le debería quitar del aula o del colegio sería al acosador porque quitando las relaciones en la que sustenta su comportamiento se le pone en situación de no poder proceder del mismo modo y tener que reubicarse en el nuevo centro en todos los sentido. En definitiva, lo que sabía ya no le sirve ahora.
– ¿Cree que si esta situación se viviera en el mundo laboral de un adulto la sociedad le obligaría o recomendaría acudir al centro de trabajo en contra de su voluntad donde está siendo anulado por el acoso?
El mobing es otro modelo de comportamiento patológico, pero las relaciones laborales también son distintas. Ahí hay dinero de por medio, algo a lo que muchos no pueden renunciar y por lo tanto soportan, como se suele decir, carros y carretas. De todas formas es igualmente denunciable.
– ¿Cómo puede afectar a la salud actual y futura de un menor ser víctima de acoso escolar?
Un menor víctima de acoso puede pasar a ser un adulto aislado y traumatizado o tomar eso como un trauma del pasado y circunscribirlo a una época y a unos sujetos concretos, todo depende de cada persona y su capacidad de resistencia.
– ¿Cómo debe actuar un menor que está siendo víctima de acoso?
En primer lugar alertar a su entorno para que le apoye, profesores y padres en primer lugar. Saberse protegido es básico, y muchas veces hasta suficiente para que él/los acosadores dejen de presionarle. En segundo lugar, darles pautas de protección ante el problema y, por último, educarlo en entrenamientos sociales de afrontamiento de conductas problemáticas.
– ¿Debe defenderse de forma violenta si está siendo golpeado?
La lucha con el acosador sólo refuerza a éste en que la salida de los conflictos es a través de los golpes.
– ¿Cómo deben actuar los padres si un profesor les alerta de que su hijo es víctima de acoso? ¿y si son padres de alumnos maltratadores?
Hablar con él, solidarizase con su problema, llevarlo hasta la puerta de clase, si hace falta, que el acosador sepa en todo momento que hay un adulto que le protege y que puede denunciar su conducta a sus padres, al director o a la policía.
Los padres de los alumnos maltratadores tiene actitudes poco democráticas y creen que muchas veces los conflictos se solucionan insultando o con las manos.
– En gran cantidad de casos, el acoso escolar es agravado por la acción del grupo. ¿Qué se debe hacer con el resto de alumnos o compañeros que jalean o se paralizan como meros observadores intentando que la cosa no vaya con ellos?
El grupo siempre actúa como amplificador. Como el propio niño, no piensa en las consecuencias sino solo en que ocurre algo nuevo o inesperado de lo que él es un espectador, sin más. No se siente comprometido y por lo tanto se deja ir. Lo que ocurra es cosa de otros. Solo cuando se les pone en situación diciéndoles ¿Te gustaría que te pasase a ti? O ¿Y si te pasara a ti qué harías, se dan cuenta que la solución está en la intervención.
– ¿Aconsejan a terceros alumnos que intercedan o que informen a los profesores u otros adultos si detectan un caso de acoso escolar hacia otro compañero?
En muchos colegios hay lo que se llaman mediadores escolares. Estos son niños a los que se les forma para que medien cuando les parece que una situación se les va de las manos a los compañeros. Lo más eficaz sería que todos los niños recibiesen clases de mediadores, pues no solo les valdrá para su etapa escolar sino para entender muchos de los problemas que aparecen en la vida.
– Y en el caso del ciberacoso, ¿hay que quitar el móvil o la tableta al menor o eso sería penalizar aún más a la víctima?
El ciberacoso es la extrapolación de lo anterior. No sólo se puede acosar cara a cara sino a través de medios virtuales. Y así como no están preparados para ver las consecuencias de una agresión o la verbalización de una ofensa, menos lo están para ver cómo éstas pueden llegar a muchas otras personas que no conocen o que esto permanezca más allá del tiempo y el espacio presente.
Fuente: Diariocrítico
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