Sin barreras educativas en el aula
Su coeficiente intelectual es normal, pero tienen dificultades para concentrarse, comprender textos, escribir a gran velocidad o simplemente para recordar qué deberes tenían que hacer. Son niños con alguna discapacidad o trastornos neurobiológicos como la dislexia, la hiperactividad o el déficit de atención que acuden a colegios ordinarios y solo precisan de un pequeño apoyo para poder aprender como el resto de sus compañeros. Pese a que la Xunta contempla diferentes medidas para apoyarles -clases de refuerzo, adaptación curricular, apoyo de especialistas, etc.-, los padres aseguran que la ayuda varía en función de lo “involucrado” que esté el profesor que le toque. Tanto ellos como los pedagogos reclaman más medios y personal en los centros
Diferentes ritmos de aprendizaje. Esta es la realidad con la que se encuentran cada día miles de profesores gallegos que cuentan en clase con alumnos con necesidades educativas especiales debido a una discapacidad o un trastorno neurobiológico como la dislexia, el déficit de atención o el síndrome de Asperger. Son estudiantes con un coeficiente intelectual normal, pero que tienen problemas para concentrarse, comprender textos o escribir rápido, por lo que necesitan un apoyo extra para estar en igualdad de condiciones que sus compañeros a la hora de rendir en clase. Pese a que reconocen que se ha avanzado mucho en los últimos años, padres y pedagogos gallegos aseguran que aún queda mucho por hacer y critican que la Xunta ha recortado este curso el número de profesionales de apoyo para este alumnado. Aseguran que estos pequeños se enfrentan a “una lotería” y que su rendimiento académico depende de “lo involucrado” que esté el profesor que le toque cada año.
El perfil de los alumnos con necesidades específicas de apoyo educativo es muy variado. La Xunta contempla desde estudiantes “con alguna discapacidad o trastorno grave de conducta” o quienes “tienen dificultades específicas de aprendizaje en áreas como lectura o cálculo”, hasta alumnos que se incorporan tarde al sistema educativo o estudiantes de altas capacidades, es decir, con un coeficiente intelectual por encima de la media y que también precisan de una atención especial al ir un paso por delante de sus compañeros. El orientador del centro es el encargado de realizar una evaluación psicopedagógica del alumno -a través de la información que le facilitan los profesores y la familia-, lo que permite establecer cuáles son las dificultades y potencialidades del niño y en función de ellas, establecer qué tipo de apoyo precisa.
Una vez detectado el problema de aprendizaje, desde la Consellería de Educación recuerdan que existen múltiples opciones para al alumno: desde la adaptación curricular o el refuerzo educativo hasta el desdoblamiento de grupos o tener clases de apoyo fuera del horario lectivo hasta contar con la ayuda en clase de un profesor de pedagogía terapéutica o audición y lenguaje. Además, también hay la opción de optar por un programa de diversificación curricular -las materias se dividen en varios bloques en lugar de en asignaturas para facilitar su aprendizaje- o un programa de cualificación profesional inicial, que desde este curso se han bautizado como FP básica.
Pero la teoría no siempre se lleva a la práctica. La primera barrera con la que se encuentran muchos padres es con la falta de protocolos para algunos problemas de aprendizaje, lo que hace que tarden en detectar que detrás de las malas notas del niño hay realmente algún trastorno de este tipo. “Para algunos problemas no hay un protocolo a seguir. Es el caso de la dislexia, los padres se quejan de que no lo hay y que muchos profesores desconocen las pautas para evaluar sus manifestaciones”, señala el presidente de la Asociación Profesional de Pedagogos de Galicia, José Manuel Suárez, quien añade: “Lo mismo ocurre con otros alumnos con problemas o superdotados. Algunos profesores reconocen que en muchos casos están sobrepasados por el número de alumnos por lo que no pueden diagnosticarles muchos de sus problemas”.
Y una vez detectado el problema, no siempre se encuentra comprensión en el colegio. Los pedagogos aseguran que las medidas a tomar -clases de refuerzo, profesor de apoyo en el aula o adaptación curricular- varían en función de las necesidades del niño, pero apuestan -salvo excepciones como pueden ser niños con trastornos graves de conducta- porque estos pequeños se escolaricen en colegios ordinarios. Eso sí, para ello demandan mejor formación del profesorado. “Hoy en día los docentes no están bien formados para atender a estos niños”, indica José Manuel Suárez. Una opinión que comparten los padres de afectados. “Queda muchísimo por hacer en el sistema educativo público, hay que sensibilizar sobre estos problemas de aprendizaje”, señala Soledad García, madre de un joven con síndrome de Asperger.
Esta coruñesa, que hasta hace seis años vivía en EEUU, sabe bien la de deberes que le quedan por hacer a la enseñanza española. “A mi hijo le cuesta mucho escribir, no va a la velocidad del resto y en su colegio en EEUU le facilitaron un teclado para coger los apuntes. Al finalizar el día, iba a un aula especial y le imprimían los apuntes que había cogido. Esto aquí no ocurre”, lamenta. Otra madre coruñesa, que prefiere ocultar su identidad, asegura que, muchas veces, la atención que reciben los niños -en su caso uno tiene déficit de atención y otro síndrome de Asperger- depende “de lo involucrado que esté el profesor que le toque”. Y pone un ejemplo claro. “Mi hijo mayor sufre déficit de atención e hiperactividad por lo que tiene problemas para concentrarse y entender lo que lee. Sin embargo, uno de los cursos su profesor de Lengua consiguió que leyese un libro de 350 páginas. Todo depende del docente”, señala.
Y si la situación de partida para atender al alumnado con problemas de diversidad ya era deficitaria, según los padres, la cosa ha empeorado con la crisis. Hace solo unas semanas, padres del colegio público Emilia Pardo Bazán de A Coruña exigían que los dos profesores de Audición y Lenguaje que tiene el centro tuviesen dedicación exclusiva en el colegio ya que, desde este curso, uno de ellos debe ejercer su labor en dos centros distintos. Poco antes, era desde el IES María Casares de Oleiros donde saltaba la alarma porque la Xunta decidió reducir de dos a una las plazas de especialistas en pedagogía terapéutica, que son quienes ayudan a los niños con problemas de aprendizaje. En ambos casos, la Xunta alegó que era suficiente con el personal establecido este año.
Desde la Consellería de Educación no dan cifras de este curso y se remiten a los 3.223 profesionales que el año pasado atendían a este alumnado en toda Galicia. Padres y pedagogos creen que la cifra ha bajado este curso “por los recortes”.
Y mientras las familias continúan en su lucha por tener más recursos en los colegios, piden a los profesores que se formen ya que con simples cambios en su dinámica de clase pueden lograr que estos niños aprendan sin dificultad como sus compañeros. “Es cuestión de que les hagan una agenda con los deberes que tienen que hacer cada día, que les permitan exámenes orales o más tiempo para hacerlos…”, indica una madre coruñesa. Todo para lograr que no sea la propia escuela la que ponga trabas para el aprendizaje.
Fuente: La Opinión A Coruña
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