Aprendizaje de vida y de por vida
El aprendizaje no es solo una herramienta de crecimiento personal y profesional, sino también el motor que permite que las sociedades avancen. Según José Manuel Suárez Sandomingo, presidente de la Asociación Profesional de Pedagogos e Pedagogas de Galicia (APEGA), la vida en sí misma es un constante aprendizaje.
Desde 2023, se celebra, el 23 de marzo, el Día Mundial del Aprendizaje, efeméride (no oficial) que invita a entender este proceso como algo dinámico y continuo que no se limita al aula ni a una etapa de la vida. A través del aprendizaje, el ser humano puede asimilar la información que recibe y transformarla en nuevos conocimientos, lo que le permite adaptarse a su entorno y a los cambios. De hecho, el Instituto de la Unesco para el Aprendizaje a lo Largo de Toda la Vida (UIL) fomenta la capacidad de los Estados miembros para el desarrollo de políticas y sistemas de aprendizaje, eficaces e inclusivos, a lo largo de toda la vida.
«Gracias al aprendizaje, las personas consiguen adaptarse al mundo y experimentar nuevas situaciones, lo que es crucial en un mundo en constante cambio. Como individuos sociales nos permite el desarrollo de habilidades, el pensamiento crítico y la resolución de problemas, además de avanzar en nuestras vidas profesionales. Cada patrón de conducta que aprendemos va a afectar a nuestro desarrollo cognitivo y al conductual, y así poder entender mejor el mundo y tomar las decisiones más adecuadas. Por tanto, el aprendizaje es vital para el desarrollo personal, profesional y social, lo que nos permite a las personas adaptarnos, innovar y prosperar en un entorno en constante evolución», explica Suárez.
JOSÉ MANUEL SUÁREZ, pedagogo
«Gracias al aprendizaje, las personas logran adaptarse al mundo»
En este sentido, Alba Alonso Feijoo señala que el aprendizaje es un proceso que va mucho más allá de lo académico y de las escuelas. «Aprender es algo intrínseco a nuestro ser y nacemos con esa capacidad. Somos capaces de aprender para mejorar nuestra vida y no repetir los mismos errores. Nuestro cerebro aprende constantemente; es una máquina de aprender y de nosotros depende entrenarla para que no solo lo haga de la mejor manera, sino para que nunca deje de hacerlo», argumenta esta profesora.
Para Alonso, además, es un proceso que dura toda la vida. «Hace años ya que se viene hablando del lifelong learning, ese aprendizaje de vida y de por vida. ¿Por qué limitar el aprendizaje a determinados años dentro de unas instituciones oficiales? Nuestra destreza para aprender es una de las soft skills más demandadas en la actualidad. Tal vez ese puesto de trabajo no encaje con el máster que has estudiado, pero sí con tu capacidad para aprender nuevas habilidades, tareas y conceptos de una manera flexible y abierta», argumenta.
Plasticidad cerebral
Aunque la cualidad de aprender está presente durante toda la vida, la plasticidad cerebral está en sus máximos niveles en la infancia. De ahí que se diga que el cerebro de un niño es como una esponja. «El aprendizaje de un niño es exponencial. En pocos años adquiere tanto aprendizaje como algunos adultos el resto de su vida», comenta Alonso.
En este sentido, resalta que un niño puede llegar a tener unas 40.000 nuevas sinapsis (comunicación interneuronal) por segundo. «Poco a poco estas sinapsis van siendo ‘podadas’ para dejar solo las conexiones más usadas. En la adolescencia hay de nuevo una etapa potente de ‘poda’ que llega hasta los 20 años más o menos, lo cual nos indica que la adolescencia es una etapa increíble para la creatividad, por ejemplo», asevera.
ALBA ALONSO, profesora
«Si no entrenas tu cerebro para aprender, este se irá oxidando»
A este respecto, Suárez explica que el niño empieza a aprender por una motivación externa –los adultos le dirigen hacia ciertos aprendizajes–, pero también se ve estimulado por su curiosidad natural por aprender aquello que es más significativo o interesante.
«El niño, normalmente, circunscribe sus aprendizajes al entorno próximo: su casa su escuela, su calle… Desde la adolescencia, nuestros entornos se hacen más plurales y nuestra mente también nos permite interpretar cosas que no están al alcance de nuestros sentidos perceptivos. Es lo que llamamos capacidad de abstraer o de elaborar conceptos abstractos. Aquí es cuando el adulto adquiere unos aprendizajes imposibles para el niño», especifica el presidente de Apega.
Sin límites
Si bien no hay un límite de edad para seguir aprendiendo, Suárez explica que, a medida que el individuo envejece, sus experiencias anteriores van determinando hasta dónde alcanzan sus posibilidades mentales y físicas, e irá estableciendo «barreras o líneas rojas» para pensar en nuevos aprendizajes o ceñirse a ampliar los conocimientos que ya ha interiorizado anteriormente.
Pero para seguir aprendiendo, el cerebro necesita mantenerse en forma. «Si no entrenas tu cerebro para aprender, este se irá oxidando y la neurogénesis (creación de nuevas neuronas) irá decayendo. Yo aconsejo tratar de aprender algo nuevo cada año», dice Alonso.
Según esta docente, para que un buen aprendizaje se consolide, independientemente de la edad que se tenga, hay que añadir a la receta otros tres ingredientes además del entreno neuronal: una buena alimentación, ejercicio y un descanso reparador.
También hay que tener en cuenta que no todo el mundo tiene las mismas capacidades o habilidades. «Por eso hablamos de la inteligencia emocional, lingüística, lógico-matemática, espacial, musical, interpersonal, intrapersonal, corporal-kinestésica y naturalista. Cada formación profesional requiere una o varias de estas y es imposible que haya alguien que las posea todas. Por eso más que de inteligencias hablamos de talentos», sostiene Suárez.
Diversidad
Según Alonso, aunque la diversidad ha entrado «de lleno» en la escuela, es difícil trabajarla, ya sea por la falta de formación del propio docente, o la ratio y la falta de profesorado. «Es muy difícil llegar a todo el alumnado. Y cuando hablamos de todo, no solo nos referimos a alumnado con necesidades especiales, porque todos necesitan de nuestro apoyo», afirma.
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El mayor reto está, según Suárez, en cómo atraer a los rezagados. En este sentido, opina que el sistema educativo debería tener en cuenta las capacidades de cada alumno y no tratar de que todos aprendan todo lo que se les impone. «Solo en un mundo perfecto en el que se considere que cada uno puede aprender lo que cada uno tiene capacidad de hacerlo y no se quiera que todos seamos enciclopedias, nadie suspenderá y todos aprobaran en función de sus capacidades», reconoce el pedagogo.
Fuente: Faro de Vigo