La Prestación Universal de Crianza, una forma de ayudar a salir de la pobreza a las familias vulnerables
Esta semana quisiera completar la información ofrecida la semana pasada sobre la Estrategia Nacional de Lucha contra la Pobreza, que quiere establecer el Gobierno para rebajar la altísima cantidad de españoles que sufren penurias o, todavía más grave, viven en la indigencia, a través de una compensación económica por hijo menor. Esta prestación económica que los ministros de Sumar han llamado Prestación Universal de Crianza ya está vigente en otros países Europa, concretamente en 20 de los 27 estados de la Unión Europea. Pero también, un auxilio familiar del que no disponen, además de España, Portugal, Italia, Grecia, Eslovenia, Croacia y Chequia. Esta subvención familiar no sólo se dirime como una ayuda directa, sino también como rebajas fiscales, aunque, tanto en un caso como en otro, estas medidas no son más que dinero que repercute en las familias con hijos a cargo.
La previsión es que esta cuantía por menor en España sea de un máximo de 200 euros al mes, algo que en otros estados se queda en unos 50 euros, como son los casos de Eslovaquia, Letonia y Bulgaria, mientras que otros superan esa cantidad, como, por ejemplo, los Países Bajos que ofrecen 180 euros, a los que les siguen Alemania, Polonia, Luxemburgo y Bélgica en orden decreciente, hasta los 159 euros. Mientras que en una situación intermedia se sitúan Francia, Austria, Malta, Lituania, Rumanía, Irlanda, Dinamarca y Suecia, que les pagan entre 150 y 100 euros mensuales.
La cantidad que prevé España superaría a todos ellos, pero hay que pensar que esta todavía no ha sido debatida con el resto del Gobierno y menos todavía con el Ministerio de Hacienda, quien será, al final, el que ajuste la cantidad y, a partir de ella, serán los responsables del Ministerio de Derechos Sociales y Consumo los que organicen las cuantías por el número de hijos.
La pretensión de todos estos países con esta medida es erradicar la pobreza que afecta a niñas, niños y adolescentes, a la vez que rompe con las desigualdades intergeneracionales. Pero, bajo esta primera premisa, late otra que en España es tan acuciante como la anterior, es decir, lograr elevar el número de nacimientos: no sólo se deben ofrecer servicios como ayudas a la crianza durante los primeros cinco o seis años de vida o guarderías gratuitas, sino que se deben prorrogar esas ayudas hasta la mayoría de edad, pues los niños, salvo en la teoría, no traen un pan debajo del brazo. Al contrario, tienen cada vez más necesidades que deben ser cubiertas durante su dependencia de sus progenitores.
Por eso, si un país quiere darles una oportunidad a las familias con escasos recursos para criar a sus hijos, debe hacerlo primando que estos, los hijos, reciban la ayuda de forma directa para que no graven las necesidades básicas del resto de sus familiares. Así, como ya apuntábamos en el artículo anterior, la calidad de vida de todos mejorará, tanto en el ámbito familiar como en el social.
Prueba de todo esto nos la ofrecen los países que ayudan directa o indirectamente a los padres en la crianza de los hijos, donde los vaivenes de sus economías no dejan que sus nacimientos caigan hasta niveles difíciles de remontar después. Y muchos de ellos, además, permiten que las familias primerizas sean asesoradas por puericultores y pedagogos con el fin de sobrellevar los problemas de sus hijos, como, por ejemplo, ocurre en Finlandia, donde una puericultora atiende y soluciona la vida familiar desde el mismo momento del nacimiento, para establecer las mejores pautas sanitarias y de higiene de los padres con sus hijos.
Está claro que un estado que cuida a sus más pequeños está cuidando su futuro, por lo que implementar medidas efectivas en este sentido hará que el progreso social sea mayor y la pobreza menor.
José Manuel Suárez Sandomingo