MI HIJO NO QUIERE IR AL MÉDICO
Estamos en una época del año en que acudir al pediatra es habitual. Raro es que los niños, sobretodo hasta los 6 años, no sufran en un inverno algún proceso infeccioso, gripe, gastroenteritis, amigdalitis, … que los obliga acudir a consulta; si a esto le añadimos las revisiones y las vacunas, deberá verse con el médico en un buen número de ocasiones. Para algunas de estas criaturas acudir a su pediatra es agradable, van confiados y seguros, aunque sientan alguna incomodidad o malestar en dichos exámenes; otros, por el contrario, van llenos de miedos y angustias, y ese momento se llena de lágrimas y de enfados.
De dónde viene el miedo al médico
El miedo al pediatra y a las consultas médicas puede tener diversos orígenes. Una causa frecuente suele ser el miedo natural a lo desconocido y a sentir dolor, que es propio del ser humano. Es posible que alguna experiencia, por ejemplo las vacunaciones de los primeros meses, vayan dejando su huella de rechazo.
A veces, también sucede que no explicamos al niño a donde va a ir y que le va a suceder con calma y sinceridad. Le engañamos diciéndole que vamos a otro lugar, o que van a atender a otra persona, o que le van a hacer otra cosa. Luego él se encuentra con una inyección, con dos o tres adultos que lo fuerzan y con dolor; experiencia que alimenta la desconfianza y la sensación de peligro.
Algunos miedos de los niños también pueden deberse al contacto con el pediatra y las enfermeras. Las consultas están llenas de pacientes, y en ocasiones los sanitarios no pueden dedicar todo el tiempo necesario para hacer de la consulta una situación apacible. La rapidez con la que realizan los protocolos de observación, el conocimiento del cuerpo del niño y la forma de actuar puede hacer que el pequeño lo confunda con hostilidad y frialdad.
Me he encontrado, en alguna ocasión, con madres y familiares que ante la dificultad para manejar ciertas conductas del niño (jugar con poco control del peligro, no querer comer, andar descalzo, mojarse…) lo amenazan con un “sino haces… tendrás que ir al médico o al hospital y te pondrán una inyección o te harán…”. Con lo cual todo lo relacionado con el cuidado de su salud pasa a ser un castigo o algo doloroso.
Cómo podemos ayudar al niño a calmar sus temores
En primer lugar, nunca debe escuchar por nuestras bocas que el ir al médico es un castigo o una amenaza, si no se porta bien o si no hace lo que le dicen. Tampoco, cuando salimos de la consulta, con el niño en brazos y llorando debemos decirle “el médico es malo, que hizo pupa al niño” “pobrecita mi niña, que daño le han hecho”. Estos mensajes negativos alimentarán el rechazo; por consiguiente, sabiendo que el personal sanitario es imprescindible en su vida, que le ayudará y contribuirá a su cuidado, cualquier acción de la familia relacionada con este asunto irá orientada a darle seguridad y confianza.
Debemos indicarle con tiempo que haremos una visita al médico y en qué consistirá. Si se trata de una revisión médica rutinaria, podemos en casa jugar a médicos y hacer todo el proceso. Indicarle también que las inyecciones duelen, pero que el dolor es pequeño, simulándolo con un pequeño golpe o pellizco. Este juego le ayudará a comprender y conocer la situación. Si se trata de una visita por enfermedad, transmitirle toda nuestra confianza en los médicos para que él se pueda curar y no siga sintiendo el malestar que sufre en ese momento. Explicarle desde bien pequeño lo afortunados que somos por contar con estas personas que nos cuidan, y ponen todos los medios posibles para curarnos, ayudará a que construya una imagen positiva de los servicios de salud.
Hacerle saber al pediatra que el niño tiene miedo y está temeroso, le ayudará a tener un especial cuidado y atención con él. Seguramente inicie algún juego verbalizando lo que le va a hacer, o le dará algún objeto que lo entretenga; le hará preguntas sobre su estado o sobre él mismo y el momento se pasará de un modo más agradable.
Dolores Armas Vázquez, Psicóloga