El empleo del tiempo del móvil por los adolescentes
Muchas veces los adultos tratan a los adolescentes como inconscientes o torpes sin darse cuenta de que la etapa de la adolescencia es la de la prueba, la del ensayo-error, para entender mejor donde están los límites de cada uno. Y eso es lo que parece demostrar el reciente estudio realizado por la Fundación Orange y Save the Children en el que se comprobó que el 93 % de los chavales son conscientes de que deben cambiar sus hábitos digitales y sólo un 7% advierte de que estos son apropiados.
Esto no se produce porque los adultos estemos encima de ellos señalándoles sus errores, sino porque ellos mismos aprecian que muchas cosas que hacen en las redes les perjudican o les traen problemas que no saben resolver desde su inexperiencia. Y eso es lo que están consiguiendo: experiencia para poder adecuar su vida a la armonía que necesitan.
De cualquier forma, los adultos también podemos ayudar a que ellos no incurran en muchos riesgos, ya sea poniéndoles límites a las empresas que operan con ciertas actividades en las redes sociales o controlando legalmente y multando las infracciones que puedan producir. Pues si ponemos límites a la circulación de los vehículos por las zonas escolares o restringimos la venta de alcohol o tabaco a los menores en algunos establecimientos, también tenemos el deber de intervenir en otros ámbitos que pueden ser nocivos para la juventud.
Quizás muchas veces los adultos seamos injustos con ellos, al valorar casi únicamente lo que hacen mal y no ver otros aspectos que para ellos son normales y ocupan la mayor parte de su tiempo. Una realidad que ha constatado el informe de Save the Children al anotar que nueve de cada diez adolescentes dicen que la actividad más común en el uso del móvil es la de chatear con sus amigos, a la que le sigue la de ver vídeos, bien de ficción o de corta duración. A muchos de sus padres o mayores algo de esto no debería extrañarles, ya que, a buen seguro, a su misma edad estarían enganchados a series televisivas. Sin embargo, también parece obvio que la nueva generación hace un uso intensivo de los videos cortos, debido a que estos son reprogramados por los servidores en función del interés demandante y, por tanto, se generan atendiendo a sus afinidades, algo que a cualquiera, no sólo a los adolescentes, le resultaría igualmente atractivo. Pero esto no sólo tiene consecuencias para su salud, tanto por el sedentarismo que genera como por el insomnio que provoca estar horas y horas atento al móvil, sino también en su rendimiento académico por la desatención que provoca en sus estudios.
Los padres y los educadores principalmente, pero también las autoridades, han de tener muy presentes todo esto para establecer normas y medidas, así como actividades que contrarresten las disfunciones provocadas por la utilización continuada del móvil. Una de estas es la de restringirles el uso del móvil durante los periodos lectivos, algo a lo que, según el estudio, accederían el 54% de los adolescentes de la muestra o aumentar las actividades físicas, a las que serían propensos cerca de otro 40%. Tampoco estaría de más que aquellos que dispusieran de móvil no lo tuvieran durante las horas nocturnas en su habitación.
Y todavía quedaría contravenir el dicho de “haz lo que digo, no lo que hago”, pues la mayoría de los humanos somos más partidarios de hacer lo que vemos que lo que nos dicen. Por ello, se educa más con el comportamiento que con la charla. Y en esto los adolescentes que ven a sus padres o profesores utilizando continuamente el móvil van a centrarse también ellos en hacer lo mismo. Si queremos que nuestros jóvenes cambien, además de decírselo tenemos que darles ejemplo.
José Manuel Suárez Sandomingo