Relaciones (familiares) tóxicas
Todos sabemos por propia experiencia que algunas relaciones no son convenientes, porque una de las dos partes le hace daño a la otra de forma constante. Pero en el ideario colectivo hay frases que siempre parecen objetivas en la realidad. Así, siempre vemos a las madres como el culmen del desprendimiento y de la atención a los hijos o a las suegras como unas entrometidas y pendencieras, cuando en muchas ocasiones, hay madres que se comportan mal con algunos hijos y suegras que son amor de madre. Hay un chiste que evoca la primera situación que comentamos. En él, una mujer se encuentra por la calle con una amiga que le pregunta por sus hijos. Esta le contesta que los dos se han sacado, a lo que su interlocutora le responde con un “Muy bien, entonces”. Sin embargo, la interpelada no parece estar muy conforme, por lo que la amiga le pide que le aclare cuáles son sus problemas. “Pues verás, le dice. Mi hija se casó muy bien. Tienen un hijo y él se levanta de noche para darle el biberón al niño y por la mañana le prepara a ella el desayuno y se lo lleva a la cama. Mientras que mi hijo, que también tiene un bebé, tiene que darle el biberón de noche y por la mañana hacerle el desayuno a ella”. La misma madre actuando de madre o de suegra tiene reacciones diferentes ante situaciones comunes.
Todos somos diferentes y nuestras relaciones tienen más que ver con nuestras actitudes y experiencias que con la sangre que corre por nuestras venas. Y de ahí la famosa frase de que la familia te viene dada, y a los amigos los eliges. Por esa regla de tres, muchas veces les dedicamos más tiempo a los amigos que a la familia.
Pero tanto dentro como fuera de la familia hay relaciones tóxicas. Madres que quieren ser el centro de atención de los hijos o que privilegian a unos hijos sobre otros, lo mismo que algunos amigos que quieren ser siempre los elegidos o que nunca tienen las mismas atenciones con unos o con otros.
Por eso, la mayor fortaleza que ha de tener uno es la de amarse más así mismo para nunca ser el resultado de los deseos o las desavenencias de los demás. Si uno goza de un buen equilibrio personal sabrá, en primer lugar, rechazar las manipulaciones, ya provengan estas de su familia, de sus amigos o de sus entornos. Y, en segundo lugar, sabrá en todo momento dejar una relación que no le conviene porque en el mundo somos muchos y la vida es para disfrutarla con quien nos comprenda y quiera compartir su cariño y su tiempo con nosotros.
Todos sabemos lo que duele dejar una relación de cualquier tipo que hemos establecido durante años, pero es un flaco favor a nosotros mismos querer mantenerla cuando lo único que nos genera es un conflicto interno y una dependencia de una persona a la que ya no le debemos nada y que solo sigue con nosotros para su autocomplacencia y gratificación personal de sentirse superior.
Si el objetivo de unos buenos padres ha de ser criar hijos competentes y autónomos, no perdamos por el camino de nuestra adultez esta visión, y dejemos de ser serviles y dependientes para solo ser felices con los que nos quieren y nos dan otro tanto como nosotros les damos, ya sean familiares o simples amigos del alma.
Suárez Sandomingo, José Manuel