Nuevas posibilidades en las residencias de mayores
Alcanzar una cierta edad, además de ser un privilegio vital, implica afrontar todo un cúmulo de situaciones a las que hay que dar repuesta. Ningún mayor es igual, por lo que la sociedad debe ofrecer diferentes alternativas de los servicios que precisan. Algunas personas, cuando hablan de los mayores, los catalogan como individuos inservibles a los que no hay que prestar demasiada atención. Esa visión negativa parece hacerse todavía más real si ese mayor se encuentra en una residencia. Pero esté en una residencia, en su casa, o en la de sus hijos, él continúa siendo el mismo: sigue con muchas ganas de vivir, de ser útil, y mirando todo lo que llama su atención con la misma ilusión y el mismo deleite que un niño cuando ve algo por primera vez.
Por eso, las Administraciones deben de poner los medios no solo para cambiar esa visión, sino también para ofrecerle los servicios que necesitan. Aunque el ámbito de los mayores se ha visto implementado últimamente con múltiples medios para atajar o minimizar sus problemas, aún quedan muchos aspectos por actualizar.
Tras la pandemia se han hecho evidentes las vulnerabilidades con las que cuentan las macroresidencias. Hoy, su reconversión en viviendas tuteladas, miniresidencias o viviendas asistidas parecen ser mejores fórmulas y tener un mayor futuro para sus usuarios. Esto, además, permitiría que se abriesen en lugares más próximos a los asistidos facilitando así su integración e implicación con sus vecinos, algo que se echa de menos en los grandes centros.
También vendría bien que sus directivos y su personal formulasen nuevos programas para mejorar su actividad diaria, ya fueran estos de refuerzo de sus capacidades o de ocio, incorporándoles concursos y actividades en las pudiesen colaborar colectivos diversos e incluso otras personas mayores no vinculadas al centro.
Los mayores quieren disfrutar de los años que les quedan y hacerlo con plenitud. Por eso, algo tan simple como un taller de lectura, cosmética (pintura de uñas), baile, dibujo o exposiciones de sus trabajos o conmemoraciones de alguna festividad pueden ofrecer una nueva visión de las residencias y de las personas que viven en ellas. Esto, a la vez, propiciaría que sus parientes y amigos se acercasen a ellas con una mayor ilusión, no sólo por verlos, sino también para disfrutar con ellos de las novedades que les tienen preparadas.
Ya conocen la historia de cómo le cambia a un hijo la visión sobre su padre a lo largo de su vida. Este, a los 6 años, le ve como a un 36, como a alguien con quien aún se pueden compartir ciertas cosas, en las que puede ayudar; y a los 66 ya se le echa de menos, pensando: ¡cuánto sabía mi padre, qué pena que ya no esté aquí!
No nos perdamos nada de lo que todavía nos pueden ofrecer nuestros mayores.
José Manuel Suárez Sandomingo