Ya vienen los Reyes
Si algo caracteriza la Navidad es que, más que ninguna otra, es una fiesta para los niños. De hecho, son los únicos a los que se les detienen sus actividades para convertirse este periodo en un periodo vacacional. Al resto, incluidos sus maestros, les quedan otras muchas tareas que desempeñar durante el ciclo navideño.
Todo empieza con el natalicio de un niño, Jesús, y concluye con su recepción a los Reyes Magos. Sin embargo, este contexto espiritual y religioso cristiano tiene para ellos un valor muy material: recibir regalos. Aunque, bien es cierto que para los niños los juguetes tienen valores simbólicos de toda índole. Porque jugar es su forma de irse transformando en adultos. Y los juguetes son, en definitiva, los medios para conseguir ese fin.
Un niño o una niña, cuando pide un determinado juguete, no está haciendo otra cosa que expresar su deseo de desarrollar una capacidad o habilidad que le lleve hasta una meta representada por sus adultos. No obstante, en muchas ocasiones esta finalidad se ve trastornada por elementos disuasorios como la publicidad, las formas sugerentes de determinados juguetes o los valores de los adultos para reorientar a sus pequeños en sus propias visiones del juguete.
A todo ello hay que sumarle muchos otros aspectos que condicionan el valor del juguete para los niños, como puede ser que ellos cada vez sean menos y los momentos en que se regalan y los regaladores cada vez sean más. Así y sólo durante el periodo al que nos estamos refiriendo, no sólo se regala en Reyes, sino que ahora, por los auspicios de las culturas anglosajona y nórdica, también se hace en Papá Noel o Santa Claus, es decir, entorno al 25 de diciembre. Dos momentos en los que, en un alarde de generosidad, padres, abuelos, tíos y demás familiares y amigos del retoño le ofrecen un festín de regalos con los que abrumarle y hacer que un día de ilusión se transforme en un día de comparación entre quién ha sido más espléndido y quién le ha hecho el regalo más costoso.
De este modo tan singular, se estarán pervirtiendo las vivencias del niño en algo estrafalario y que, en la mayoría de las ocasiones, no tendrá el resultado deseado: complacer al niño en las expectativas puestas en su juguete.
Seamos comedidos y útiles.Cuandoalguien quiere hacerle un regalo a un adulto al que quiere y aprecia, piensa en cómo es, en cuáles son sus centros de interés en la vida o en qué agrandaría aún más la relación que ya mantienen. Unos deseos muy simples y con los que, finalmente, casi siempre se logra el objetivo de ilusionar al receptor de nuestro obsequio. Lo mismo ocurre cuando es el infante el agasajado. Así que ciñámonos al guion y adaptemos nuestro regalo a las expectativas de nuestro niño o niña, ya que así haremos crecer nuestro vinculo afectivo y social con ellos. Además, esto siempre será mucho más agradable y agradecido que inundarle su habitación con unos juguetes que dejarán de tener para él utilidad y pronto sele convertirán en trastos inútiles y en un estorbo para sus mayores.
Suárez Sandomingo, José Manuel