Pérdida de la regla, caída de pelo y descontrol alimentario: el estrés en 2.º de bachillerato
Tienen 16, 17 o 18 años, están en el último curso antes de iniciar la etapa en la universidad, pero no pueden con su vida. No exagero. A muchos jóvenes de esa edad el estrés por la presión académica les afecta de tal modo que los especialistas insisten en dar una lista innumerable de los síntomas: caída de pelo, acné, dermatitis, problemas digestivos, pérdida de la regla, insomnio, falta de apetito, alteraciones hormonales y metabólicas que los llevan a caer en el pozo. En 2.º de bachillerato muchos sufren los primeros ataques de pánico y comienzan a medicarse con ansiolíticos y antidepresivos.
No es una broma, y en ese bucle en el que están, no sé qué da más miedo, si constatar esa realidad, o sentir que, pese al conocimiento por parte de todos los implicados -profesores, alumnos, padres y médicos-, no haya ningún avance para modificar una situación que parece determinada. Como si toda la vida hubiese sido así o fuese lo normal. Pero no lo es, lo confirma en primer lugar José Manuel Suárez Sandomingo, presidente de la Asociación Profesional de Pedagogos de Galicia, que asegura que ahora hay mucha más presión. «Hace 30 años esto no pasaba, la situación se ha agravado por tres factores. El primero, que hay más hijos únicos, y por lo tanto, los padres están mucho más encima, ponen más intensidad en la relación con ese hijo: quieren que apruebe, que haga una carrera, que estudie una determinada especialidad. Y eso, cuando hay más hijos, como sucedía hace unas décadas, no se daba porque la presión se reparte».
El segundo factor que influye, en opinión de este pedagogo, es «la competencia entre los colegios, especialmente los privados», por ver cuál de ellos tiene más aprobados y mejores notas en la ABAU (antigua selectividad). «Hay casos, y yo los he sufrido, en que algunos profesores les bajan las notas en el curso para que los alumnos se pongan las pilas. Son fórmulas alucinantes, criminalísticas, que a muchos chavales les suman estrés porque ya están dándolo todo», insiste Sandomingo. Para él, el tercer factor que los aboca a esta presión es que hoy en día es dificilísimo optar a una carrera. «Hay muchísima más competencia, y ves a chicos con unas notas elevadísimas que después no llegan a esa meta que se han propuesto, porque una cosa que hacemos fatal es que ellos sienten que se lo juegan todo a una baza». «Y es entonces cuando vemos las primeras depresiones porque no abrimos expectativas», reconoce el presidente de los pedagogos gallegos.
A los padres, Suárez Sandomingo les recomendaría que pensasen que los hijos son personas distintas a ellos, que tienen sus propias ideas, sentimientos y expectativas y que cuando se les pide a los chavales que decidan qué quieren ser, se valoren todas sus habilidades.
HAY QUE ABRIR OPCIONES
«El sistema tiene que oxigenar y nosotros debemos pensar que la vida no se juega a una sola carta, que por tener buenas notas no hay que estudiar Medicina, y que a lo mejor te gusta ser médico, pero también te gusta la historia o la pintura, o que miren para el Gran Wyoming, que hizo Medicina y ahí esta. Lo que debemos es abrir puertas, opciones. Y desde mi punto de vista, los profesores tienen que decir que la mayoría van a aprobar la ABAU y trabajar en la diversidad de personalidades, no ser uniformes, porque habrá críos a los que les puedes dar un poco de caña, pero a otros no los puedes agobiar, si ya están exigiéndose todo», especifica Sandomingo, que insiste en que después de lo que hemos visto ahora con la pandemia, deberíamos reflexionar y ver en positivo que si necesitamos un año para pensar «puede ser tiempo ganado, no perdido», concluye.
La psicóloga Eva Sández también ha percibido el despunte de demanda psicológica a estas edades. «Es un momento en el que se les obliga a tomar muchas decisiones y necesitan esa ayuda porque hay un desequilibrio emocional que los lleva a frustrarse, les genera rabia y agresividad, tienen que canalizar todo eso y, por supuesto, nosotros estamos aquí para ayudarlos», explica Eva, que sabe que esa olla a presión se destapa en segundo de bachillerato. «A veces comienza un poco antes, porque los padres y los profesores ya se anticipan en esa presión negativa: si están en la ESO, les dicen: ‘Ya veréis en primero de bachillerato’; y si están en primero: ‘Ya veréis en segundo’. Esto hay que cambiarlo, hay que controlar esa ansiedad anticipatoria, porque el alumno ya desarrollará esos mecanismos cuando lo necesite, no hay que avanzar una crisis negativa porque si no, la persona que tiende a estresarse llega con menos energía».
Eva Sández confirma que los síntomas más habituales son la irritabilidad por la falta de sueño y por la falta de apetito, que los altera en un peligroso círculo vicioso. «Yo siempre les aconsejo: ‘Lo básico es respirar, comer y dormir. Tienes que cuidarte, haya examen o lo que sea, esto lo tienes que cumplir’. Si no, rinden menos, y si se saltan las comidas y no duermen, la concentración baja y aumenta la agresividad; entonces empiezan con problemas intestinales, mareos, pérdida de la regla, en el caso de las chicas, y un descontrol metabólico».
TRABAJAR LA AUTOESTIMA
¿Cómo los podemos ayudar? «Trabajando la autoestima, la autoconsciencia y el autoconcepto. Si yo tengo un buen concepto de mí mismo y una buena autoestima y autoconfianza, tengo más apoyo. Si me veo con inferioridades y un bajón de autoestima o tengo un autoconcepto pobre me desborda la situación. Y es fundamental -insiste la psicóloga- trabajar el control emocional y la autoexigencia. Los alumnos que son autoexigentes son insaciables, y por mucho que hagan, sienten que pueden mejorar. El autocontrol es muy importante, porque muchos descargan esa agresividad con los padres, y no puede ser». «A algunos chicos les pasa que cuando no alcanzan una nota, se vienen abajo, y en lugar de hacer una crítica constructiva de sí mismos y pensar ‘ya mejoraré’, se frustran y son autodestructivos».
Sández no deja de reconocer que ahora los chicos están mucho más presionados porque sienten que tienen que elegir muy bien todo a la primera. «Además -explica la psicóloga- con la pandemia sus expectativas de trabajo, con la crisis social y económica que hay, han empeorado, y en este cambio de ciclo vital ellos sufren». Como ella les ayuda a rendir mejor, a controlar esas emociones negativas y a superarse, cree que el problema de fondo es que en el colegio se les trata de manera unitaria, con uniformidad, cuando las personalidades son muy diferentes. «Los profesores necesitarían una formación psicológica para saber a qué alumnos están motivando o a cuáles están estresando, porque, visto lo visto, a muchos los saturan. Los profesores tienen sus presiones, pero deberían darle prioridad a sus alumnos y recurrir a los psicólogos, o bien del centro, o de la Seguridad Social o la asistencia privada», insiste Sández. «Igual que se fijan en que un alumno tiene que ir al oculista porque no ve bien o a otro lo dirigen al otorrino porque no oye, deberían saber cuándo necesitan ir al psicólogo porque después es tarde: segundo de bachillerato es una bomba de relojería».
El dermatólogo Jesús del Pozo asiente ante estas palabras, porque en su consulta cada vez ve a más chicos jóvenes con problemas derivados de esa presión. «Vienen muchísimos y todos de esa edad. Sobre todo porque el estrés les afecta al acné, que es lo que yo más veo. Si tienen psoriasis también la empeoran; con el estrés, si padeces de dermatitis seborreica te puede salir un brote o si tienes una dermatitis atópica, otro brote. El estrés también tiene sus consecuencias en el pelo, hay muchos casos de caída parcial, no total, que con tratamiento afortunadamente se va recuperando, aunque el pelo no crece en el momento, hay que darle un tiempo».
TANTO ACNÉ NO ES NORMAL
«Pero a mí lo que más me llama la atención -dice Del Pozo- es el acné porque no es normal que lo tengan chicas de 16 o 17 años, suele aparecer antes. Sin embargo, como debido al estrés tienen alteraciones hormonales y sufren pérdidas de la regla, esos cambios les provocan acné», afirma el dermatólogo, que como padre también valora que este estrés es «irracional», «algo habría que cambiar», concluye.
Las amenorreas o pérdidas de la regla son preocupantes, si se alargan en el tiempo, tal y como explica Belén López Viñas, jefa de Ginecología y Obstetricia del Chuac. «Si sucede en uno o dos meses, no hay inconveniente, pero si se prolonga, puede afectar de manera grave a los huesos, y esas mujeres pueden llegar a tener muchas más probabilidades de fracturas óseas con el paso del tiempo». «Tiene solución, si les damos medicación, pero todas las medicaciones tienen sus pros y sus contras, no todas son inocuas», apunta López Viñas. «Para la amenorrea les recetamos anticonceptivos, que aportan al organismo estrógeno y progesterona, pero esto es un parche, lo que se debe tratar es lo que hay de base: ese estrés».
Y lo mejor, cuanto antes, explica Sández, porque si no, hay quienes están ansiosos y alterados siempre: «Primero en el bachillerato, luego en la carrera, después en el doctorado, en el trabajo, se pasan así de los 17 a los 40». «Hay que acudir a alguien que te entrene en ese equilibrio emocional, igual que cuando coges a un entrenador físico o cuando vas al oculista, pero el estrés se cura. No hay que sufrir, hay ayuda y funciona», concluye la psicóloga. Claro que en el caso de estos chicos lo justo y recomendable es, sin duda, no generárselo.