Rebecca Winthrop: “Muchas empresas edTech asumen un discurso de bote salvavidas”
La estadounidense Rebecca Winthrop sostiene que dar con la tecla del cambio puede acelerar las mejoras educativas, sobre todo en países en vías de desarrollo. Pero para ello habría que escuchar más a los docentes y menos a otros sectores con voz amplificada en el debate global sobre innovación. Actualmente co-dirige el Center for Universal Education de la Brookings Institution, un poderoso think tank con sede en Washington DC. Winthrop participó el pasado octubre en enlightEd, el gran foro (este año virtual) sobre Educación organizado por Telefónica.
Pregunta. No se cansa de insistir en la importancia de vincular la innovación al contexto. ¿Ha visto muchas prácticas renovadoras fracasar por no atender a las circunstancias?
—Demasiadas. Para mí innovación educativa es una idea o tecnología que rompe con la tradición en un contexto particular. Uno de los ejemplos más infames de innovación fracasando porque no tuvo en cuenta el contexto local surge tras las acciones masivas, hace unos 20 años, para repartir portátiles a los alumnos del tercer mundo.
Existen casos más recientes, con programas lanzados desde España y otros países.
—He visto en África pilas de portátiles cubiertas con una tela y sirviendo de mesa en un rincón de la clase: no había electricidad ni formación docente ni posibilidad de reparar los dispositivos. Fueron y son iniciativas muy costosas en dinero y en la promoción del cambio educativo, ya que sirven para reforzar una mentalidad tipo “estas tonterías que vienen de fuera no merecen atención”.
¿Nos seguimos equivocando al asociar por sistema innovación a flamante tecnología? Esa ceguera o fascinación que produce lo nuevo por el hecho de serlo… En África, en Europa o en EEUU.
—Hemos de reflexionar sobre quién tiene el poder en el debate sobre Educación, qué voz se escucha más alta. Si uno pregunta a cualquier profesor razonable y preocupado por la enseñanza, sobran las ideas para innovar. La Covid ha favorecido, al dejar a los docentes sin directrices claras, una explosión de creatividad. Miles de soluciones novedosas surgen por doquier. Con o sin tecnología. Pero no se da mucha voz al profesor en la esfera política, en los medios, en los grandes foros sobre cómo gastamos dinero y hacia dónde se encamina el futuro de la Educación.
Gracias a sus enormes recursos, el sector edTech puede amplificar su mensaje.
—No todas, pero muchas empresas asumen el discurso de bote salvavidas, ya sabe, tenemos este nuevo producto o servicio que va a salvar el mundo. Y claro que la tecnología ayuda, pero el fomento de la empatía, de la acción colectiva, de la responsabilidad ciudadana son actividades fundamentalmente sociales y llevadas a cabo por personas.
También abundan en los últimos años los así llamados gurús educativos, siempre con su pócima del éxito. En España, si vienen de países anglosajones, la atención está casi garantizada.
—Hay algo de dinámicas de poder neocoloniales. Yo misma me he beneficiado de ello. He podido acceder a conversaciones e influir en decisiones de muchos países por una mera cuestión de idioma. Los encuentros internacionales son normalmente en inglés, la gente consume investigación en inglés…
Recientes estudios concluyen que las metodologías innovadoras precisan de un conocimiento sólido previo. Y que este quizá se adquiera más eficazmente mediante enfoques tradicionales. ¿Está de acuerdo?
—Lo que sabemos seguro, gracias a las ciencias de la Educación, es que ese conocimiento básico se aprende mejor si está contextualizado. Los enfoques memorísticos y repetitivos sin más también pueden ser efectivos, pero lo son mucho más aquellos que ponen el aprendizaje esencial en contexto. Leía el otro día un estudio de un miembro de mi equipo sobre aprender a leer: un grupo de estudiantes con métodos tradicionales y otro con canciones en la clase de música. El segundo aprendió mucho más rápido y recordaba mejor lo que había aprendido.
¿Se cae a veces en el dogmatismo al posicionarse a favor o en contra de la innovación?
—Ambas posturas, sí son rígidas, incurren en el error. Se equivocan los que abogan exclusivamente por la instrucción directa [direct instruction, paradigma conductista o transmisivo]. Y también los que aseguran que no es necesario enseñar expresamente ciertos conocimientos fundamentales, que basta con que los chavales colaboren etc. Sigue habiendo un lugar para la instrucción directa y las clases magistrales. La mejor pedagogía dispone de una variedad de opciones que el profesor sabe mezclar según el momento. Eso intento sintetizar cuando hablo de leapfrog [juego de la pídola, que permite a los niños avanzar a grandes saltos, expresado por Winthrop en su obra Leapfrogging inequality].
En España algunos piensan que esa polarización en el debate pedagógico es propia de aquí. ¿Ocurre también en EEUU?
—En todas partes, sobre todo cuando se convierte en una cuestión ideológica y la gente deja de escucharse. Nunca he conocido un padre que no quiera que su hijo lea bien, con fluidez y entendiendo lo que lee. O que piense críticamente y sepa resolver problemas. Quizá deberíamos trasladar el debate educativo a las necesidades de los alumnos.
No sé hasta qué punto resulta viable despolitizar por completo la educación. La manera de educar refleja siempre una visión del mundo.
—Le diré dos cosas. En primer lugar, los Países Bajos ofrecen un buen ejemplo de cómo alcanzar un pacto educativo nacional en el que ambos bandos, conservadores y progresistas, que habían demostrado estrechez de miras, sin ningún rigor, lograron encauzar su discurso y llegar a una especie de centro común. Algo parecido podría ocurrir en España. Dicho esto, estoy de acuerdo: toda Educación es política. Convertirse en, adquirir una visión del mundo, qué es o no la verdad. Las grandes cuestiones educativas son políticas. Lo que enseñamos y lo que no enseñamos siempre nos dice algo sobre los valores de la sociedad. Quién enseña y cómo lo hace. Todas estas decisiones son políticas en su sentido etimológico de gestionar la polis, que enlaza con la naturaleza cívica de la escuela.
Uniformidad vs creatividad
- Competencias y evaluación. Aún estamos lejos de poder de evaluar correctamente las competencias esenciales en el siglo XXI, pero no tanto. Un nutrido grupo de expertos muy especializado trabaja en cuerpo y alma para lograrlo.
- Tendencias anti-renovación. Existen presiones para uniformar la Educación, aunque no estoy segura de que sea la tendencia mayoritaria a nivel global. También se fomenta cada vez más la creatividad, incluso en países pedagógicamente muy tradicionales como China.