Los niños son los mejores educadores ambientales
Con el poso de la sabiduría que dan los años de experiencia, los conocimientos adquiridos y el trabajar codo con codo con otros especialistas, hablan siendo conscientes de la realidad ante la que nos encontramos desde Tierra del Fuego hasta Tokio pasando por el Cabo de Gata. Son Javier Arístegui, catedrático de Ecología e investigador del Instituto de Oceanografía y Cambio Global; Isabel Marín, presidenta de la Sociedad Española de Sanidad Ambiental; y Mario Rodríguez, director ejecutivo de Greenpeace España.
Los tres lo tienen claro: las generaciones de niños y niñas y de adolescentes de 2004 a 2019, están obligando al resto de generaciones a que cambiemos los hábitos de vida.
Al igual que hace 20 años, cuando las generaciones de 1974 a 1989 impulsaron la lucha contra el tabaco, y lograron un cambio radical en su consumo; Arístegui, Marín y Rodríguez están convencidos de que nuestros menores lograrán con tesón, coherencia y valentía parar la crisis ambiental que vivimos.
“Lo hemos vivido en Sanidad con el tabaco: los mejores agentes antitabaco que ha tenido el sistema sanitario han sido los menores en los domicilios luchando con los padres cuando estos fumaban. Un niño que se conciencia desde las etapas iniciales de la Educación en sostenibilidad, en la prevención del cambio climático y en la alteración del ecosistema, es clave para que el resultado sea más exitoso. La sostenibilidad, el consumo responsable, las energías limpias o el reciclaje tienen que trabajarse de forma transversal en todos los contenidos curriculares desde pequeñitos”, expresa Marín.
Arístegui destaca que nuestros jóvenes están poniendo el acento en otra de las llagas de este cáncer mundial: ¡erradicar las noticias falsas! Para Arístegui, “lo más importante es la Educación y la concienciación social. Vivimos en un mundo de noticias falsas propagadas por las redes sociales, donde los negativistas y mentirosos están dominando, y eso tiene una gran influencia sobre la juventud. Es necesario educar a la gente con una Educación ambiental y solidaria”.
La mirada de Rodríguez se focaliza cuando nos dice: “Observo que en los libros actuales, depende de la voluntad del profesorado que se toquen temas ambientales y que se evalúe de la forma que sea. Esa formación ambiental debiera estar, cuando menos, hasta la ESO o incluso hasta la universidad”.
En Italia se acaba de aprobar que a partir del curso 2020-21, haya una materia dedicada a la formación ambiental. El sistema educativo español también la necesita, y que se haga con una visión práctica, clara y firme para la vida cotidiana.
Es una de las reivindicaciones que lidera Arístegui con sus compañeros: “Hay una gran necesidad desde Primaria hasta la universidad de una formación en Educación ambiental”.
Desde Greenpeace, Rodríguez reconoce con honradez y sinceridad el papel secundario hasta hoy de la organización en formar a los jóvenes: “Suministramos información en programas de colegios e IES, pero somos más pasivos que activos. Si nos llaman, colaboramos. Lo nuestro son las denuncias y protestas. Evidenciamos los problemas ambientales y sus responsables. Conectamos con la comunidad educativa a través de nuestro Departamento de Movilización para que la gente se mueva en las ciudades. Tenemos materiales actualizados que suministramos al profesorado y otros a petición de ellos”.
Javier Arístegui considera necesario “explicar qué es el cambio climático, su origen, sus evidencias y consecuencias. Y, sobre todo, cómo afecta a la vida de las personas y de la humanidad. Y después hablar de la desigualdad es importantísimo”.
El catedrático de Ecología recuerda que “para 2050 seremos 10.000 millones de habitantes en la Tierra, y de estos un 90% vivirán en países en vías de desarrollo, y solo el 10% vivirán en países industrializados”, por lo que “si no somos conscientes de esa desigualdad en muchos aspectos, no seremos capaces de solucionar un problema global que nos afecta a todos”, advierte. Según el catedrático, “si no existe la Educación ambiental y científica, nunca habrá aceptación social de la necesidad de la transición energética”.
Greenpeace y Rodríguez también lo tienen claro: “Lo primero es que haya una información clara, concreta y objetiva de cuál es la problemática ambiental que vivimos (desde el cambio climático hasta la crisis de biodiversidad, desde el consumismo a la contaminación). Y, segundo, bajar a un plano más práctico que incite a los estudiantes a actuar en su vida cotidiana, por ejemplo: explicar el cambio climático con su origen, causas, consecuencias y alternativas”.
Los medios de comunicación desempeñan un papel clave en la creación de una conciencia ambiental.
Las familias y los medios de comunicación son dos agentes decisivos más para llevar a cabo la inexcusable regeneración en costumbres cotidianas y conservación de la casa común, la Tierra. ¿Qué responsabilidad y competencias les corresponden a unos y a otros?
Esta es la perspectiva de Javier Arístegui: “Me alegra ver que en algunos medios de comunicación, incluso en la televisión, se habla sobre el cambio climático y la sostenibilidad. Hay programas como la previsión meteorológica que está haciendo especial hincapié en divulgar el cambio climático. Esto lleva luego a que la gente hable en corrillos sobre esto. Y aunque la gente esté desinformada, el hecho simple de que se hable de ello, ya es importante”.
Desde la óptica de Isabel Marín, “partiendo de los gobiernos y hasta el último de los ciudadanos debiéramos de ir en línea, y un papel clave lo juegan los medios de comunicación”. “Cuando veo anuncios muy llamativos de productos de fácil consumo para los menores, y a precios muy baratos –dos menús a siete euros y te regalamos una corona–, y muy pequeño debajo escrito: mantén hábitos saludables, me enervo”, expresa.
Marín entiende que “los medios a través de la publicidad hayan de conseguir dinero, pero han de ser muy cuidadosos porque ellos influyen más que nosotros a la hora de decidir los hábitos de consumo de un menor. Y los mayores o tutores han de estar muy atentos porque es mucho más fácil y rápido atender una demanda de un menor, que explicar el por qué sí o por qué no. O seguir fomentando el Día de la Fruta en los colegios. Y evitar los productos en grasas saturadas”.
Mario Rodríguez tiene claramente identificadas las lagunas de los medios de comunicación cuando tratan los asuntos medioambientales: “Vemos que los medios, salvo honrosas excepciones, están más focalizados por ejemplo en el impacto del último incendio, que en qué hay que hacer para que la gente sepa valorar la importancia de los bosques como reservas del agua o de la biodiversidad, o fuentes de suministro de alimentos. Cuando en un trabajo pones en valor la riqueza de estos ecosistemas, y propones soluciones y alternativas, pocos son los medios que se hacen eco de ello. Si hablan de la sequía les impacta más el estado de los embalses que los orígenes de la sequía y cómo se puede solucionar”.
Muchas de las medidas están testadas, probadas y demuestran que son eficaces y eficientes. Pero ha llegado la hora de dar un paso al frente. Ni los mares y océanos, ni los ríos ni los ecosistemas terrestres y de los acuíferos, pueden esperar más. Tampoco nosotros, ni el resto de especies animales y vegetales. Hablan científicos que saben y sin morderse la lengua en un diáfano ejercicio de compromiso y responsabilidad.
Arístegui aboga para reducir la huella del carbono, “que haya un cambio en la forma de desplazarnos, pero esto lo podemos hacer cada uno a nivel personal, sino que tiene que haber una infraestructura y un apoyo político al transporte público. Ser más ahorradores a la hora de usar la energía eléctrica, el agua, el reciclaje de la basura y demás. Cambiar nuestros hábitos alimenticios y hacerlos más vegetarianos. Si queremos utilizar energías limpias tiene que haber una transición clara desde la clase política para que el ciudadano no se gaste fortunas en placas solares o en energías limpias, ha de ayudársele”.
En esa línea Marín profundiza en las medidas: “Hay que legislar para que siempre la opción más sostenible sea la más fácil. Ahora es complicado cambiar todos los coches a eléctricos, pero estoy convencida de que es el futuro porque es más sostenible, más barato y porque va a dejar de emitir contaminación de metales pesados”.
Rodríguez y Greenpeace apuestan por hacer un cambio radical: “Hay que cambiar los patrones de consumo de aquí a una década. Hemos tardado en afrontarlos un siglo. Hay que acelerarlos”. ¿Cómo pueden ayudar la tecnología y las alternativas que hacen plausible ese cambio? Rodríguez cree que “es un tema psicológico, más que nada porque la información está, todo el mundo asume que hay que cambiar hábitos, pero esos patrones de consumo establecidos hacen que la gente se eche para atrás”.
Rodríguez pone como ejemplo la reducción del uso del coche particular en el tráfico diario: “Todo el mundo diría que sí, pero cuando tiene que dedicar más tiempo o el transporte público es más incómodo o le cuadra menos con la logística familiar, pues se complica. Si además a la hora de comprar un coche, el más ecológico es muy caro, necesita un sistema de fiscalidad y de ayudas que permitan comprarlo. Y así se va reduciendo el abanico”.