Patricia Alocén: “Un rol activo en la investigación empodera al profesor”
La responsable de EduCaixa tiene claro que la ciencia contribuye a profesionalizar la práctica docente. Pero no ignora los restos de la investigación en una actividad sujeta a múltiples factores y fuertemente contextual.
¿Existe una tendencia hacia una mayor utilización de las evidencias en Educación?
—A nivel internacional está surgiendo un consenso sobre su importancia para avanzar hacia la mejora de la práctica educativa. Es algo palpable en los foros globales, donde uno ve que los agentes más importantes están poniendo ahí el foco. El gran reto es cómo se baja ese conocimiento al aula, sobre todo teniendo en cuenta la excesiva distancia entre investigadores y docentes. Por eso queremos cambiar el rol del profesor como objeto de análisis o consumidor de evidencias, hacia otro en el que él mismo sea protagonista de la evaluación.
Un papel más activo.
—Que el propio docente participe en la generación y aplicación de evidencias le empodera, le confiere seguridad como profesional. La Educación es un ámbito en el que la mejora continua cobra especial relevancia, y nos parece clave dar al profesor herramientas para que su toma de decisiones se fundamente en conocimiento riguroso. Sabiendo que ciertas cosas tienen probabilidades de éxito y que otras se ha demostrado que no funcionan.
Para acortar esa brecha entre investigación y práctica educativa, ¿sería bueno que el docente aprendiera herramientas y metodologías investigadoras en su formación inicial?
—Resulta fundamental que los profesionales de la Educación aprendan el por qué y el cómo de la evaluación de sus prácticas. El cambio de cultura que estamos promoviendo aspira a que cada centro genere conocimiento sobre lo que hace y lo comparta.
¿Resulta más difícil promover una cultura de evidencia en países como España, menos empiristas que los anglosajones?
—Los propios países anglosajones están en un proceso de cambio, pero es cierto que allí la acción educativa está más impregnada del uso de evidencias. La EEF cuenta con un enorme presupuesto público y unos objetivos muy ambiciosos. Hablamos de una apuesta por la investigación desde las propias administraciones, algo que no ocurre aquí.
¿Hay algo imposible o tremendamente difícil de medir en Educación?
—No es fácil responder… Lo que tengo claro es que hemos de intentar medir lo máximo posible, y en algunos ámbitos todavía tenemos mucho que aprender sobre el cómo. Quizá las herramientas de evaluación que existen ahora estén diseñadas para medir ciertos aspectos del aprendizaje, y resulten insuficientes para medir otros, por ejemplo las habilidades transversales, tan importantes.
¿Y complica esa reflexión sobre qué y cómo debemos evaluar el fomento de una cultura empirista en las aulas?
—Estamos revisando nuestra manera de entender la Educación. Pienso que la clave pasa por comprender que, si introducimos novedades, también tienen que ser evaluadas. Si aún no sabemos cómo, tendremos que aprender.
¿Enseñar es una actividad fuertemente contextual. ¿Dificulta esto la extrapolación de resultados obtenidos de la investigación?
—Algo me puede funcionar a mí, pero no a otro centro en el mismo barrio. Lo que te da la evidencia es la probabilidad de éxito, que sin duda es mejor que tomar decisiones sin tener nada en cuenta. Cuantas más referencias tengamos, mejor. Volvemos al rol activo del profesor: yo cojo una referencia de aquello que tiene probabilidades de éxito, la evidencia, y tengo que ver y evaluar qué pasa en mi contexto. No es mero consumo, pum, lo que dice la evidencia, lo aplico. Es un proceso de mejora continua.